Diario de León

CRÓNICA SEMANAL

Calvo Sotelo, la discreción del poder

Publicado por
MANUEL CAMPO VIDAL
León

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SIEMPRE estuvo ahí junto a Adolfo Suárez en el núcleo duro del poder de la UCD, incluso antes de que se inventaran esas siglas. Sonaban como sucesores otros, Martin Villa, Abril Martorell, y después Joaquín Garrigues Walker. Pero cuando hubo que sustituir a Suárez, desgastado ante militares, empresarios, obispos y el régimen que desembocaba del franquismo, por haber impulsado una Transición plena a la democracia, Calvo Sotelo apareció como el personaje ideal: discreto, conservador, de buena familia, culto, emparentado con el gran empresariado de este país y eficaz. Sobre todo, eficaz. En aquellos años de relativa ingenuidad política con la izquierda opuesta a la OTAN y el propio Adolfo Suárez flirteando con los No Alineados -Yugoslavia, India, Cuba, etcétera- , a Calvo Sotelo le tocó meter a España en la OTAN y lo hizo sin complejos. Aprovechó el clima de desasosiego que creó el intento de golpe de Estado, para consumar la entrada de España en la Alianza que tanto debate político había generado. Tocaba estar ahí si se quería entrar en Europa y sólo a Irlanda se le permitió ser comunitaria pero no atlantista. «No comparemos la situación geoestratégica de España con Irlanda», reconocería Felipe González cuando se jugó su carrera política en un referéndum para mantener a España en la Alianza. Calvo Sotelo aguantó solo veintidós meses en la Presidencia del Gobierno, algunos de ellos durísimos mientras se juzgaba por la intentona golpista a generales y jefes encausados por el 23-F. Pero se tragó las tensiones militares sin inmutarse. Personajes como el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, lo reivindican abiertamente: «Cierto que Adolfo Suárez fue extraordinario conduciendo la Transición y Felipe González en su tarea de modernizar España, pero no se ha hecho justicia con Leopoldo Calvo Sotelo que fue un buen presidente del Gobierno». Sólo hubo un capítulo en el que jamás destacó: la popularidad. Sus propios colaboradores hasta bromeaban: «La encuestas le dan negativo, así que ni se las enseñamos». Se alarmó, como toda la UCD, cuando el 30 de julio del 82, Suárez presentó el Centro Democrático y Social provocando el pánico. La prueba es que al mes siguiente, Calvo Sotelo convocó elecciones anticipadas para el 28 de octubre. Los socialistas las ganaron por 202 diputados, frente a doce de UCD, dos del CDS y más de 100 de Alianza Popular. Fraga pasó a convertirse en el líder de la oposición ante el doble naufragio centrista. «Fuera de la excepción maravillosa que fue Adolfo Suárez, Calvo Sotelo fue el primer presidente en España del corte de una democracia occidental -sostiene el presidente de ONO, Eugenio Galdón, que fue su jefe de gabinete en Moncloa- en el sentido de mantener la supremacía el poder civil sobre el militar». Galdón almorzó con él y Matías Rodríguez Inciarte hace sólo veinte días y tenía previsto reunirse de nuevo dentro de un par de semanas. Poseedor de un gran sentido del humor casi secreto, a Calvo Sotelo se le atribuyó en algún artículo una cierta fama de gafe que arrancaba de su época empresarial cuando, siendo consejero delegado de Unión de Explosivos Riotinto, la compañía suspendió pagos. Abonó esta leyenda el hecho de que Tejero y los guardias civiles golpistas entraran a tiros en el hemiciclo justo cuando se estaba votando su investidura como presidente. Y el episodio del hundimiento electoral de UCD el 28 de octubre de 1982 lo sentenció. Leopoldo, presidente del Gobierno, iba de número dos por Madrid, tras Landelino Lavilla que encabezaba las listas, y no salió elegido. Hubo que llevarse a Lavilla a la Presidencia del Consejo de Estado para que Calvo Sotelo, semanas después, accediera a un escaño. Años después, en un vuelo de Madrid a Buenos Aires, un conselleiro que cree en los gafes advirtió a Manuel Fraga que tendrían mal vuelo porque Calvo Sotelo estaba a bordo. Parece que Fraga incluso se molestó pero cuando aterrizaron de emergencia en Córdoba por un tormentón sobre el Río de la Plata, concedió: «Va a tener usted razón, Varela».

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