Diario de León

La Cañamona en Matanza de los Oteros

Publicado por
José Luis Alonso Ponga, Universidad de Valladolid
León

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Lorenzo García Alegre, cuando me veía entrar en la Residencia Virgen de Loreto de Valencia de D. Juan, me chistaba y haciendo una seña con la mano me decía: «Ven para acá, ¡hombre!» Este era el rito que se repetía después de cada primer domingo de octubre, cuando iba a ver a mi tío Felipe Ponga, del que no se separaba. Al acercarme metía la mano en el bolso y me decía «Toma, las avellanas de la Cañamona». Y yo: «No sabes cómo te lo agradezco.

Es como volver a la infancia, cuando iba con la abuela Liberta a la fiesta de Matanza. Llegábamos la víspera en el coche de línea. Mi abuela ayudaba a tía María a preparar el gasto. Y por la noche, a los fuegos. «Los mejores que hay», dice Lorenzo. Y se queda pensativo…«Es que la Cañamona es mucha Virgen y las fiestas… Las más nombradas de la contorna».

Le replico, no sin cierta guasa: «Bueno eso si no contamos con Zalamillas y Valdespino Cerón». Y él se ríe con una carcajada picarona y transparente, como los hombres buenos de Los Oteros. Porque Zalamillas y Valdespino Cerón son los dos pueblos dependientes del Ayuntamiento de Matanza y, como es natural, son «íntimos».

La Cañamona, la Virgen del Rosario de Matanza de Los Oteros, debe su nombre al reparto que se hacía a los cofrades, de cañamones tostados en vez de, o juntamente con, las avellanas. Hoy es fiesta de interés provincial en León.

Se celebra el primer domingo de octubre, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Rosario. Como sabrán los lectores, no todas las cofradías del Rosario celebran a su patrona el primer domingo de este mes. Zalamillas, por ejemplo, lo hace el segundo domingo.

Se sigue aquí una norma no escrita que los antropólogos denominamos economía de la fiesta. Y que se concreta en acuerdos tácitos por los que dos pueblos vecinos celebran el patrono o patrona en días diferentes. De esta manera cada uno de ellos puede agasajar a los forasteros colaborando a crear lazos de amistad y refuerzos de buena vecindad.

Conserva Matanza de Los Oteros como típico y tradicional de la fiesta, el rezo de las vísperas, la Salve solemne, el reparto de avellanas y los fuegos de artificio, todo ello el sábado. El reparto de avellanas a los cofrades (las que Lorenzo me guardaba con tanto cariño) se hace a la puerta del mayordomo.

Los fuegos son famosos en la comarca, porque en el último aparece la imagen de la Virgen con todo lujo de colores, estruendo y olor a pólvora. Un logro del arte pirotécnico del que la cofradía se siente muy orgullosa según me manifestaba Javier Garrido Pascual, mayordomo durante la pandemia. Compiten con los de El Vitor de la vecina localidad vallisoletana de Mayorga de Campos.

La Cofradía de la Virgen del Rosario de Matanza se fundó por el empeño que pusieron los dominicos de Mayorga en extender la devoción rosariana. Es una de las más antiguas en la Diócesis de León como consta en el documento fundacional: La Regla de la Confradía de nuestra Señora del rrosario del lugar de matança. fecha en el año del nascimiento de Jesu Xto y rreparaçion del genero humano de 1595 años.

Las cofradías del Rosario se difundieron principalmente a partir del año 1600. Cuando León X otorgó al General de la Orden de Predicadores potestad para agregar hermandades a la de Roma, dotada de cuantiosas indulgencias que transmitía a las agregadas.

Sin embargo, para finales del siglo XVIII se había enfriado la devoción popular y las cofradías se extinguían poco a poco. Los dominicos reaccionaron salvando las que pudieron y creando otras nuevas con normas aplicables a toda la cristiandad. La de Matanza recibió un nuevo impulso. El prior del convento de Mayorga fue autorizado por el General de la Orden Fray Baltasar de Quiñones «para fundar la Cofradía del Santísimo Rosario el domingo primero de octubre del año de mil setezientos y noventa».

En la nueva se recuperaron normas de la regla de 1595, pero adecuando los capítulos al momento. Los hermanos, según las ordenanzas, debían rezar cada semana el rosario entero el cual es quince vezes el padre nuestro y ciento y cincuenta veces el Ave María… Esta misma obligación pesaba sobre los cofrades cada vez que moría un hermano.

El padre dominico, en unión con los hermanos eligió por iglesia la de San Salvador de este pueblo y en ella, por capilla y altar la que está al lado del evangelio frente a la puerta de la iglesia. Como era su obligación el fundador señaló por imagen del Rosario para dicha cofradía la que se venera en dicho altar. Otorgaba todas las gracias e indulgencias, privilegios y exenciones y remisión hasta hoy concedidas y que en adelante se concedieren por la silla Apostólica a la cofradía del Santísimo Rosario (de Roma).

El fraile de Mayorga, con la licencia del general Baltasar Quiñones bendijo los rosarios. Importantísimo en la devoción popular, porque si un enfermo moría con él en las manos ganaba indulgencia plenaria, o sea que tenía la salvación asegurada. Bendijo las velas, y facultaba al sacerdote que hubiese en la parroquia para bendecir rosas. Las rosas cogidas «en tiempo de ellas» se dejaban secar y con la bendición adquirían virtudes curativas. O eso aseguraban los dominicos. Según escribe el fraile: porque esta demostrado que estas tomadas en infusión sanan a los enfermos.

Las procesiones formaban parte importante de las manifestaciones devocionales y se reglamentan para que resulten edificantes por eso obligan a «que siempre que se saque en procesión a Nuestra Señora han de ir a su lado cuatro faroles de vidrio con sus luces y además cuatro velas encendidas llevadas por cuatro hermanos los más ancianos» y recalca la modestia con la que tienen que asistir lo demás cofrades: «que todos los hermanos en las procesiones que van ya mencionadas en la regla devan ir en dos filas sin parlar y con sus rosarios en las manos»… Exigía la regla que para mayor decoro los portadores de la imagen fuesen decentemente vestidos: «y estos deben ir con sus capas y no a cuerpo». La capa era el atuendo de elegancia en las sociedades campesinas que vestían los cabeza de familia para las funciones importantes de la iglesia y del concejo. Por supuesto estamos hablando de las capas pardas, las típicas del hombre del campo, largas y con esclavina parda también, no de las actuales de Béjar.

La fiesta de la Cañamona en Matanza es un hito importante en el patrimonio cultural inmaterial de los Oteros, significa una cuenta más en el rosario (permítaseme el símil que viene a cuento) de fiestas y tradiciones de esta comarca, que deben ser cuidadas con esmero y estudiadas para ponerlas en valor al nivel nacional o internacional que les corresponde.

PARA MARÍA ARCE, GABINO PONGA, OCTAVIA Y Mª ASUNCIÓN

PONGA ARCE, IN MEMORIAM

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