Diario de León
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León

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Ayuntamiento

y obras particulares

H ace muchos meses que los sufridos peatones de León estamos teniendo que sortear varios estorbos por causa de ciertas obras particulares que se están realizando y que, pienso yo, parecen estar dentro de las normas y ordenanzas municipales y que por eso se deben de estar permitiendo. Me refiero a cierta obra de edificación que se realiza en la calle San Agustín, dicha obra lleva, posiblemente, más de un año ocupando con su valla de obra toda la acera sin dejar espacio para los peatones, obligándonos a cruzar a la otra acera para poder seguir nuestro camino.

Cuando circulamos desde la calle Alfonso V hacia la calle Alcázar de Toledo y nos topamos con el cartel anunciador de que por estar haciéndose dicha obra nos invitan amablemente a cruzar a la otra acera para seguir nuestro camino, tenemos la suerte de tener un paso de peatones con rebaje de bordillos incluido y poder acceder a la otra acera, pero cuando el recorrido es al revés nos encontramos con otro cartel gemelo al anteriormente dicho, pero «ete aquí» que miramos por dónde cruzar y «ete aquí» que vemos un paso de peatones pintado de amarillo pero «ete aquí» que la persona que quiere cruzar va en silla de ruedas y «ete aquí» que se ve obligado a dar la vuelta hasta el cruce de Alcázar de Toledo para poder seguir su camino. Yo comento esto porque hace unos días he asistido al obligado giro que por estas circunstancias una persona ha tenido que realizar por no poder cruzar de una forma lógica. Esto deja mucho que decir del cabeza pensante que vio la solución en pintar de amarillo un paso de peatones que sólo pueden usar un número determinado de peatones así que, mi querido señor pensante, deseo que nunca tenga que pedir le coloquen una rampa para circular de una forma normal y sin peligro, claro está que si pena dar el primer cabeza pensante, más pena da quien desde el Ayuntamiento se lo permite a no ser que las ordenanzas hayan cambiado exigiendo esta solución para estos casos.

Otra valla de obra que hay que sortear y que tiene grandes dificultades para las personas mayores y no tan mayores la estamos soportando desde hace tiempo en la plaza de las Palomas, obligando a bajar unos peldaños, que por cierto tienen una tabica muy grande, para poder seguir andando por esa ruta, parece ser que también se acoge a la misma ordenanza que la anterior. Yo trabajé en la construcción y la inspección de obra del Ayuntamiento pasaba metro en mano para cumplir con su trabajo y comprobar si la distancia desde el bordillo a la valla cumplía con la norma o no cumplía y por eso pienso que la inspección habrá pasado y dichas vallas cumplen perfectamente con las ordenanzas actuales, por eso no pido que quiten la valla pero sí que rebajen y quiten los obstáculos para la perfecta circulación sin peligro de todos los peatones, incluidos los cabeza pensantes hoy existentes.

CARLOS ÁNGEL RODRÍGUEZ PEÑA

Aprovechemos mejor

los alimentos

Q uiero desde este diario comentar algo que me preocupa. Hay mucha gente que pasa hambre. Sin embargo, en muchos hoteles, residencias de mayores y restaurantes se tira mucha comida, pues aunque no la coma nadie lo que sale de cocina va a la basura. Si cogen el pan con pinzas, si lo dejan en la mesa sin tocar, va a la basura. Si dices «sírvame la mitad de la ración», te contestan «lo que no quiera lo deja» y se tira porque te habían servido todo.

¿No sería mejor servir lo que el cliente quiere y no tirar nada? Con las sobras sin tocar comería una familia. (En algunos restaurantes te lo preparan si lo quieres llevar, pero son ejemplos escasos). Mi llamada es de alerta para que esos centros no despilfarren, porque a fin de cuentas ser tira lo que hemos pagado los usuarios y preferimos que se aproveche. Dueños de establecimientos que sirven comidas, tengan en cuenta estas reflexiones. En su organización, Jesús, cuanto multiplicaba los panes y los peces mandó recoger las sobras.

Ojalá miremos más por las cosas, que son de todos y compartamos con sensatez los bienes comunes. Y den gracias a Dios aquellos a quienes ha dado la oportunidad de ser sus administradores.

felisa fernández

Los pueblos se mueren

E scuchad: nada se oye/ mirad, a nadie se ve,/ llamad, nadie responde/ temblad, se pierde la fe./ ¿Dónde nos hayamos?/ ¡No es este aquel pueblo/ infatigable en sus trabajos,/ alegre en sus juegos/ y activo en todas sus empresas!/ ¡Qué fue de todo aquello!/ ¡Ah, no os admiréis!/ Es la medianoche,/ cuando todos duermen y descansan/ siguiendo el impulso ordenado de la naturaleza./ Es la imagen viva de la muerte.

Pero esperad y contemplaréis con regocijo/ cómo la noche dará lugar a un espléndido día/ al modo que lo oscuro cede su paso a la claridad matinal./ Mirad, ya empieza a amanecer/ sí, pero ya no se oye el alegre cantar/ del jefe de las aves del corral,/ eterno reloj del pobre/ que anuncia la proximidad de la aurora./ No sé si se oye la campana/ que cual trompeta de ángel/ convidaba a los fieles a entonar un himno/ de alabanza al Dador del nuevo día./ Ya, en fin, nada se mueve./ Todo sigue en perpetuo silencio.

Mirad cómo un cuco observa al viejo zorro,/ dónde está el hacendoso padre de familia/ que se apresura a soltar sus pacíficos ganados/ que al sonido de cencerro/ marchan a buscar la rociada hierba verde./ Dónde está la diligente y fiel esposa/ que se ocupa del despertar diario de los mayores/ mientras sus pequeños,/ ajenos todavía a los afanes de la vida, duermen./ Duermen los dulces sueños de la inocencia,/ para después partir todos/ a emprender sus interrumpidas tareas/ entre los inimitables gorgojeos/ de los variados pájaros/ que forman la mejor banda de música/ que se pasea por la tierra.

Ya en el campo,/ es imposible describir el armonioso conjunto/ que a la vista se presenta…/ A un lado la extensa pradera matizada por las flores,/ a otro la colorida retama que corona el monte,/ aquí el culebrear del arroyo,/ la crestería de la sierra,/ la majada del rebaño,/ aquel dulce eco de los pastores,/ el ruido marginal de los cencerros,/ el chasquido de los árboles mecidos por el viento…/ forman todos ellos un concierto/ bello por encima de cualquier concierto humano.

¡Que sé yo del encanto poético!/ lo bello de un amanecer,/ de este jardín donde las flores de la tierra,/ compiten con las estrellas del firmamento/ y abren sus pétalos con los primeros rayos del sol./ Qué bello el águila planeadora/ abanicando el cuerpo con sus alas,/ qué bello el monótono arrullar de las palomas,/ el canto de las perdices,/ el chirriar de los grillos,/ la laboriosa abeja zumbando/ entre los macizos de flores/ y las pintadas mariposas revoloteando/ de planta en planta,/ jugueteando unas con otras en el aire resplandeciente./ ¡Qué cosa se puede comparar con todo esto!/ Basta un mínimo esfuerzo para darse cuenta/ de la belleza de estos lugares solitarios/ de su lujo oriental,/ de lo superiores que son al asfalto y al estrés/ de cualquier llamada capital.

GERARDO SANTOS VALCÁRCEL

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