Diario de León
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Poveda, imagen de

un hombre de vocación

l padre Poveda es una figura de actualidad porque vivió en nuestro tiempo (he hablado con personas que le trataron, le quisieron). Una figura de actualidad porque la Iglesia lo pone de modelo a los hombres y mujeres de hoy. Este pasado 28 de julio estuvo de actualidad, en el aniversario de su muerte.

Del anonimato a la celebridad hay un proceso. El proceso de una vida de calidad. Ha llegado a ser un ideal sin hacer cosas extraordinarias en su vida. Porque ¿es que la persona ideal tiene que hacer cosas extraordinarias? Estamos ante una vida que encierra en sí la atracción de lo cotidiano, de lo sencillo, lo normal. Fue un hombre de su tiempo. No hay nada extraordinario en él, pero se convierte en extraordinario mantener un talante continuo de entrega durante toda una vida y mantenerlo siempre con la ilusión y la alegría del primer día.

Voy a intentar dibujar una imagen vida con palabras llenas de contenido como vida, alegría, amor, vocación, entrega, servicio, fe, amistad, solidaridad, paz...

La imagen de hoy está llena de deseos, de proyectos, de realidades. Es un retraso espléndido. Representa lo que ese hombre vivió, sintió, transmitió. Su lema: vivir para los demás. Su estilo: comenzar haciendo. Su modo de ser: constante, intrépido, animador.

Serán rasgos que definan en realidades que llenan el vivir diario de una vocación, la de educador. Esto referido a alguien concreto que quiere ser un canto a todos los que intentan que los hombres y mujeres sean más humanos, que las vidas sean más plenas, a los que se dedican a una misión noble, elevada, que tiene como objetivo formar personas.

Supo mantener siempre viva la antorcha de la vida, que disfrutó y transmitió. Celebró una vida que no deja espacio a la tristeza, al desánimo, aún en momentos de zarandeo, de ‘noche oscura’. Fue un conjunto de vivacidad, trabajo y entrega.

Vivió y contagió la alegría, una alegría que procede de un sentimiento profundo de estar lleno por dentro, de encontrarle un sentido a la vida, de no pensar en lo suyo, de volcarse.

Su forma natural y su lenguaje de los hechos ponen de relieve el talante de un hombre que supo orientar su vida desde la vocación de maestro. Formó generaciones con empeño. Compartió con todos sus ilusiones, proyectos, inquietudes...

Entendió su entrega como una cadena de actos pequeños, desde ser el primero en desempeñar sus tareas y el último en agotar, después del horario del trabajo, el tiempo de dedicación a él, hasta preocuparse por todos y cada uno de sus colaboradores, o de las personas que le estuvieron encomendadas, de sus vidas, sus logros, sus problemas...

De su disponibilidad y de su preparación sacerdotal sabían mucho sus compañeros. Se comprometió hasta el fondo en su profesión.

Su corazón le llevó a querer a todos. Y a querer con predilección a los más necesitados. Necesitados de recursos, de cariño, de formación y de información. Y es que descubrió en profundidad lo que es el amor para vivirlo, para disfrutarlo, para transmitirlo, para hacerse él don. Supo de lo apasionante de la bondad, de la ternura, del diálogo, de la gratitud de hacerse todo para todos. Solidario siempre, arrimando el hombro donde le reclamaban.

Fue hombre de fe. Cree en la vida, en el hombre, en que el mundo puede transformarse si cada uno pone para su construcción lo pequeño, lo poquito pero lo mejor de nosotros mismos. Cree que la humanidad puede ‘humanizarse’. Hablo siempre dando testimonio de su creencia hasta morir por la palabra dicha el 28 de julio de 1936.

Supo armonizar la dedicación al sacrificio, siempre a tope, con la amorosa entrega a la familia y a los amigos. Fue un hombre para los demás. Pacífico y pacificador. Su contacto transmitía paz.

Poveda: gracias por ofrecernos esta imagen que hoy hemos reproducido en el papel. Tu vida es un regalo para todos. Enséñanos el secreto de tu vida. Haberte conocido es un privilegio.

felisa fernández

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