Diario de León

De la civilización del empleo a la Renta Básica

Publicado por
Horacio García Pacios, presidente de Arenci en León y Castilla, trabajador social
León

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El empleo, como vehículo proporcionador de los medios económicos para la subsistencia humana, no ha finiquitado. Pero la preeminencia del empleo, casi exclusiva, parece tocar a su fin: desde los años 70 del siglo XX, cada vez sobra más mano de obra, a la vez que aumentan la productividad y la riqueza, y se hace menos necesario, hasta antiecológico, mantener o crear empleo, especialmente cuando el empleo se ha convertido en un fin en sí mismo, y cuando se ha sacralizado más allá de su función económica, que es la de satisfacer la demanda de bienes y servicios. Paradójicamente, hasta en nuestras sociedades capitalistas avanzadas, se incrementa el número de trabajadores pobres, el paro forzoso y la precariedad laboral, y aunque también aumenta la riqueza agregada y el número de ricos, buena parte del dinero y la riqueza permanece en manos de unos pocos.

Alvin y Heidi Toffler, al abordar el futuro del empleo afirmaban: «Tal vez sorprenda a muchos saber que hasta que el trabajo en el campo fue sustituido por el trabajo en la fábrica, pocos de nuestros antepasados tuvieron jamás un empleo. Y esto no era debido a que fueran ricos, pues la mayoría eran pobres de solemnidad. No tenían empleos porque el «empleo» (en el sentido actual de adscripción oficial a un trabajo a cambio de un salario estipulado) estaba por inventarse. Al igual que la máquina de vapor y otras innovaciones industriales, los empleos y el trabajo asalariado se han generalizado en los tres últimos siglos. […] El empleo no es más que una manera de empaquetar el trabajo. Y a medida que se despliegue el reciente sistema de riqueza basado en el conocimiento, iremos hacia un futuro en el que, como veremos, habrá más gente que ‘trabaje’, pero menos tendrá ‘empleo’. Ello alterará drásticamente las relaciones laborales, los departamentos de recursos humanos, la legislación y el mercado laboral en su conjunto. Malas noticias para los sindicatos tal como los conocemos hoy. El fundamento básico del trabajo está cambiando más profundamente que en ninguna otra época desde la revolución industrial». ( La revolución de la Riqueza . Barcelona 2006, 57-58)

Gastar dinero público en «fomentar el crecimiento y el empleo» resulta cada vez más absurdo pues, en las últimas décadas, multiplica la deuda pública y lleva a la ruina de las naciones empeñadas en sus políticas de empleo. El problema grave es que sigue habiendo pobres de solemnidad, a pesar de las ingentes sumas destinadas a crear empleo fuera de la función económica.

Los poderes públicos siguen sin asegurar, de manera real y efectiva, la protección social, económica y jurídica de la familia, a que les obliga el artículo 39 de la constitución española. Y «el interés superior del menor» sigue siendo vulnerado gracias a una mala Ley del menor (LO 1/1996, de 15 de enero), empeorada por sucesivas reformas, según la asociación Familias para la Sociedad del Siglo XXI.

Pero esto no tiene por qué seguir así. Es posible un uso alternativo de recursos: la Renta Básica, que no supone gastar lo que no hay, sólo invertir mejor una parte de lo que hay y gastar de otra manera. Sin ánimo de ser exhaustivo, me referiré a la Renta Básica como una asignación periódica de carácter universal, incondicional e individual, suficiente y vitalicia, que tiene por fin garantizar unos ingresos mínimos para todos los ciudadanos de pleno derecho residentes en una determinada zona monetaria soberana, y que se constituye como el mínimo vital de subsistencia que toda persona necesita. Dicha renta deberá correr a cargo del Estado o entidad supraestatal equivalente, y ser técnicamente gestionada por el banco central o autoridad económica que corresponda al territorio nacional. Las características definitorias generales, sin todas y cada una de las cuales no hay Renta Básica, son cinco: universal, incondicional, individual, suficiente y vitalicia. La cuantía se establece en el umbral de la pobreza, y hay que considerar el efecto de las economías de escala para prevenir, entre otras desviaciones de su fin, que se confunda con un premio a la natalidad.

Los Toffler no hablan de Renta Básica, pero el panorama que describen nos permite comprender la necesidad de la misma: La sociedad española del siglo XXI necesita un «sistema más avanzado de creación de riqueza» basado en el conocimiento. Pero no es menos cierto que nuestra sociedad necesita, igualmente, una economía perdurable que permita financiar y sostener un «sistema más avanzado» de bienestar y servicios sociales, también basado en el conocimiento, para dar satisfacción a las necesidades de las personas que la componen, empezando por las necesidades materiales más básicas.

Los opositores a la Renta Básica dicen que no se puede implantar, que no hay dinero, y siguen aplaudiendo lo de «fomentar el crecimiento y el empleo» de tan desastrosos resultados para el déficit. Tanto el Gobierno como la oposición centran su obsesión en el empleo, quieren ignorar la Renta Básica y silencian la última Iniciativa Ciudadana Europea a favor de la misma: https://rentabasicaincondicional.eu

El Sr. ministro Garzón y sus aliados del «sí se puede» se han olvidado hasta del Plan de Empleo Garantizado, para aplaudir la última reforma laboral con las orejas. Pero, por más reformas laborales que se apliquen, los efectos del paro forzoso no se pueden solucionar con tal modelo. En vez de ocultar el debate o de confundir a la opinión pública tergiversando la idea, sus señorías deberían estudiar la implantación de la Renta Básica en sede parlamentaria y el Gobierno debería crear, al efecto, una Comisión Técnica Interministerial, y elevar los resultados a la Unión Europea.

La adaptación de la economía a las nuevas circunstancias (globalización, digitalización, financierización y limitaciones medioambientales del planeta Tierra...) requiere pasar del sistema de Seguridad Social basado en el empleo a un sistema alternativo de Renta Básica centrado en la ciudadanía. Y ello se hace más necesario en tiempos de alerta sanitaria mundial por la pandemia. Se necesita una medida económica adecuada para que la nueva realidad no dañe a la sociedad ni al ser humano, al servicio de quienes debe estar la economía. La Renta Básica actuaría como estabilizador económico en medio del cambio; posibilitaría un mayor margen de libertad a las personas; facilitaría acabar con la despoblación del campo y permitiría transiciones menos traumáticas por el cierre de determinadas industrias. Piénsese en los problemas derivados del covid-19, en el cierre de altos hornos, de astilleros, o en la supresión de la minería del carbón. Con Renta Básica, sería más fácil «no dejar a nadie en la cuneta».

La Renta Básica es, de partida, una cuestión estrictamente económica, aunque debe ser formulada para su eficacia en términos de derecho. La Renta Básica pasaría a entenderse como un derecho económico del ciudadano «a expensas del Estado», con lo cual adquiriría la condición de relación jurídica propiamente dicha. En el caso de la Renta Básica, la posición de derecho sería del ciudadano, lo que determinaría, de manera indubitable, la posición de deber del Estado. El derecho a la Renta Básica implicaría la máxima protección como derecho exigible, en su caso, sin más requisitos que los de mero trámite ante la jurisdicción ordinaria. La mera declaración de principios contradictorios, como el «derecho y deber de trabajar» del artículo 35 de la constitución y similares, no dejan de ser un suponer.

La permanente necesidad de trabajar, que desde el punto de vista antropológico va mucho más allá de la mera actividad laboral para cubrir las necesidades de la vida, puede hallar satisfacción por vías alternativas al empleo, cosa que economistas, políticos, sindicalistas y ciudadanos corrientes, por lo general, no quieren ver. Con una Renta Básica suficiente para cubrir un mínimo vital, incluso podríamos considerar la posibilidad de una ociosidad vocacionalmente orientada y humanamente productiva, en actividades como el cuidado de la familia o el voluntariado, y en otras muchas fuera del marco estrictamente laboral y de la economía delictiva. Pero ese es ya otro tema, que merece un tratamiento más amplio del que se le puede dar en estas líneas. Muchas gracias.

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