Diario de León

El civismo político vuelve a EE UU

Publicado por
María Jesús Soto, directora de Andbank en León y de elinversorinquieto.es
León

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Que el fin nunca justifica los medios, es una verdad que termina imponiéndose en todos los ámbitos de la vida. Lo hemos podido comprobar a lo largo de la historia de la humanidad en incontables ocasiones. Desgraciadamente, hoy sigue habiendo muchas personas, tanto en el ámbito público como en el privado, que siguen utilizando medios de dudosa legalidad con el fin de llegar al poder y mantenerse en él. Todo lo justifican. Abusan de su cargo y, en un intento desesperado por seguir manteniéndolo, terminan por creerse sus propias mentiras. Son capaces hasta de traicionar los valores fundamentales, esos que hoy garantizan la convivencia social y de los que muchos ciudadanos disfrutamos, olvidando que son el resultado del esfuerzo y el sacrificio de las generaciones que nos precedieron.

Incitar a la violencia es un recurso muy primitivo. Genera esperanzas de victoria en quienes están ofuscados por la ira o la frustración. Para esos equivocados líderes que anteponen el fin a los medios, resulta tentador y estratégicamente correcto utilizar las emociones de sus fieles seguidores para despertar en ellos sus instintos primarios. Primero gestionan los intereses públicos, los de todos los ciudadanos, en su propio beneficio, desoyendo todo aquello que se opone a sus intereses, incluso la opinión de quien sabe infinitamente más que ellos; después amenazan el orden institucional provocando el temor de quienes han confiado en su liderazgo, despertando en ellos sus instintos primarios; y el paso siguiente es culpabilizar al rival de todo ello. A partir de ahí se enciende una mecha que, poco a poco, se alimenta con el combustible de los reproches mutuos y desemboca en la violencia radical. La violencia que hace al hombre parecerse más a un animal salvaje y fiero que a un ser humano racional que piensa, y busca controlar sus emociones para no dañarse a sí mismo ni a los de su especie.

  El asalto al Capitolio de EE UU ha sido el culmen de ese tipo de actuaciones. El resultado de la manera equivocada de entender el liderazgo que iguala a personas que ostentan el poder independientemente de su color e ideología, y que desacredita cualquier logro que hayan podido conseguir. Algunos periodistas americanos echan mano de la famosa frase de John F. Kennedy para definir este suceso: «Aquellos que buscaron localmente el poder cabalgando a lomos de un tigre, acabaron dentro de él».

Quienes aspiran o ya ejercen el poder, deberían tener presente que el poder se sustenta gracias a la economía y que la economía depende totalmente del ejercicio que hagan del poder, no solo en el sector publico sino también en el privado. Y deberían saber que la economía que hoy prima es la economía humanista, aquella que respeta al competidor y sabe reconocer con humildad que el «contrario» también tiene logros, la que se ciñe al Derecho y respeta la libertad y las reglas, la que piensa en el largo plazo para conseguir el bienestar común de los integrantes de una empresa o de la sociedad y no la economía del pelotazo, que busca suculentas ganancias a corto plazo sin importar el medio o las consecuencias.

Afortunadamente no son muchos los líderes que llevan a cabo ese tipo de actuaciones, pero quienes lo consiguen, causan daños irreparables en la vida de muchas personas. Cuanto más débiles son los Estados, más vulnerables serán sus ciudadanos.

EE UU ha demostrado al resto del mundo por qué son considerados un referente de fortaleza democrática contra el que pueden seguir comparándose el resto de países. Decía Platón que «el precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres», y el pueblo americano ha decidido no desentenderse. Ha luchado por recuperar la cordura política y ha ganado, aunque la guerra haya sido dura. La nueva etapa política americana abre a sus ciudadanos una nueva esperanza volviendo a la senda del respeto a las leyes y las instituciones, al recuperar el civismo político que nunca se debió perder. 

Ahora podemos recordar nuestro refranero español: «Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar». Esto no va de ideologías, sino de obsesión por llegar al poder y abusar del poder. No nos desentendamos de la política. Utilicemos las instituciones democráticas para garantizar los valores y poner al frente de las instituciones públicas y privadas a líderes humanos, humildes, capaces de buscar consenso y trabajar por un futuro mejor para todos.

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