Diario de León
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Los mismos que odian el clima atmosférico, fomentan, desarrollan, cultivan y promueven el clima de odio en los ámbitos sociales y políticos a nivel nacional. Y lo hacen con todo el despliegue instrumental a su servicio bien pagado. Prensa, televisiones, redes sociales y los mismos políticos, tanto más cuanto más altos cargos ejercen. Hasta se permiten tener una comisión (muy numerosa) para seguir el plan, o sea que hay un plan contra los delitos de odio (y se oculta), pero solo aquellos supuestos delitos que proceden de otros sujetos, grupos, partidos, etc. que no sean los partidos del gobierno, ni los que apoyan al gobierno y los que luzcan sus carnets a tiempo.

No son delitos de odio las barbaridades, de cualquier dimensión, que vayan dirigidas contra «el enemigo» (que no adversario) político. Contra ese, están lavados los insultos, las agresiones, los escraches, los vandalismos, las odiosas pintadas, etc. Y si, eventualmente, llegase a haber algún muerto, se lavaría también para que no parezca mal.

Desde mi no adscripción de por vida a partido político alguno; y sí mi adhesión a lo políticamente incorrecto, constato que «el enemigo» es el partido democrático Vox.

Así como la homofobia tiene un largo y extenso anclaje en la infraestructura popular; si bien no como tal homofobia ni nada parecido; y otros «delitos de odio» pueden tener también un fondo o trasfondo populachero, para nada ideológico, sino de mala educación callejera; curiosamente, lamentablemente el odio a Vox es solo político, es reciente, sin base popular, y es el más difundido desde los medios políticos y sus voceros, específicamente de todo el espectro izquierdista de la España entera.

Clima creado, propagado, azuzado y manipulado por los partidos del gobierno, sus colaboracionistas y hasta dentro del mismo gobierno, unos más que otros, unos desde el mismo comienzo de Vox y otros que se han ido sumando... y seguirá.

Se trata de un odio activo, no conceptual, de palabras y obras, físico y verbal, con altavoces de toda calaña periodística, televisiva, difusora y con abundante violencia callejera por parte de las hordas desatadas a sabiendas de que les sale gratis, están lavados de antemano. Hordas que producen daños, producen mucho gasto y mucho miedo. Hordas, colectivos y violentos azuzados y bien respaldados, saben que no corren peligro, están dentro del clima de odio bien oficializado.

¿Odio institucional del más alto nivel? El ápice objeto del mismo es España, como nación, como país, como sociedad con historia, tradición, cultura, creencias, sentido y sentimiento. Unidos todos los que odian a España, lo pagan y lo sufren quienes defienden a España en toda su integridad, democráticamente desde la no violencia, son media España, más, muchos más, y quien lo dice y mejor lo demuestra es Vox, por lo que ahí se ve señalado como el objetivo central del clima creado para ello.

Lo más sorprendente de todo este clima es que el mismo gobierno se ha constituido en juez y parte; es climatólogo, bombero, seleccionador y verdugo. Dicta lo que es odio y lo que no, y lo hace con brújula, según de dónde venga el odio, queda decretado como tal o pasado al lavadero para su blanqueado. Todo lo que venga por la izquierda tiene vía libre hasta el lavadero; todo lo que venga de otro lado queda decretado que pase al clima. En los múltiples casos de duda, es siempre atribuido al «enemigo».

Resulta que el enemigo es el partido político democrático que no acepta odiar, que rechaza toda violencia, también la violencia que muestra el odio inveterado que almacenan los partidos eximidos, lavados de antemano; esos que odian al niño por nacer y al nacido también, odian al enfermo terminal y al anciano que gasta muchos recursos sanitarios, odian a los cristianos de mil maneras, odian a las mujeres que no son feminazis y mucho más si son madres, odian a los varones que son hetero, odian a la familia auténtica, odian a los jueces que no se someten, odian a la guardia civil y, en muchos casos también a la policía y al ejército porque defienden a España. Así hemos llegado al centro neurálgico del odio, sujeto y objeto supremo de los odios: España, sus símbolos, su rey, su historia, todo el que y lo que ensalce o simplemente ame a España.

Aquello de que si no tienes enemigos no eres nadie, Sánchez se lo ha creído al pie de la letra, se lo ha apropiado y ha establecido como «enemigo» al adversario político. ¡Delenda est Vox!

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