Diario de León
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En una reciente entrevista el Catedrático de la Universidad de Granada Enrique Rojas, señala el creciente infantilismo de los jóvenes apuntando que algunos de 20 años parece que tienen 12. Achaca esta inmadurez a la carencia de cultura del esfuerzo, a las redes sociales, al narcisismo, a la inmadurez y a la imprescindible ayuda de la Administración educativa que adhiriéndose a la riada cuesta abajo ha reducido, jibarizado, el currículum de Primaria y Secundaria hasta niveles propios de otros países o de otras épocas. Por nuestra parte ya hemos dejado constancia de la progresiva decadencia de los contenidos curriculares en los sucesivos informes Pisa que rebajan el nivel del rendimiento escolar en España en cada nueva evaluación.

Hay que señalar que jibarizar es reducir el tamaño, la cantidad o la importancia de una cosa. Pero cuando la cosa reducida en cantidad y en importancia es el saber de las generaciones más jóvenes y esto se hace promovido por el Gobierno, el tema es alarmante. Hay diversas y múltiples manifestaciones a nivel nacional en contra de esta ideológica y sectaria medida. Centrándonos solo en lo local, hace unos días el Diario de León, se hacía eco de este grave problema por parte de un colega del mundo educativo, Casimiro Bodelón, que reclamaba la presencia y la manifestación de especialistas de la Universidad sobre el tema curricular urdido por el Gobierno a semejanza del emperador chino que decidió que con él empezaba la Historia. Nuestros gobernantes también han decidido lo mismo. En el mismo sentido se han manifestado varios artículos de opinión en el otro periódico leonés por parte de un exdirector de Secundaria, Secundino Llorente, clamando contra esta jibarización impuesta, fundamentalmente, en Secundaria. El adanismo, ya iniciado con gobiernos del mismo signo que el actual, tiene graves consecuencias en el desarrollo intelectual de los jóvenes que no pueden conocer, interpretar y discernir entre lo que se les muestra y lo oculto. Tan grave como lo que se implanta, es lo que se oculta y se borra: que un estudiante español ignore el motivo por el que la mayor parte del continente americano hable español, o que los pueblos históricos que han pasado por la Península y su fusión e integración determinan lo que somos hoy, es hurtarles su patrimonio cultural. Este es solo un ejemplo flagrante de jibarización sectaria.

En mis clases en la Universidad, a fin de que los futuros maestros conozcan, interpreten y puedan entender algunas cuestiones que perviven en la escuela, les pongo un vídeo realizado por un Sindicato de Maestros, titulado: La escuela del Ayer . Considero que si no conocen de donde vienen escolarmente, difícilmente pueden interpretar reminiscencias, y trazar el camino de hacia dónde van. Igualmente ocurre en las demás cuestiones: si se ignora el pasado, además de ser culturalmente insolventes, aprender de los errores, y buscar alternativas nuevas, malamente se puede determinar el camino del futuro, que estará marcado por esa ignorancia. La historia es en esencia su dimensión diacrónica, su cronología, y sin ella, no se puede tener una visión de la misma, a menos que ese sea el fin encubierto de tanta parafernalia, comunera, progresista, feminista, ideológica, etc.: el de invisibilizar siglos de cultura compartida para imponer eso que llaman «relato» de diluir los valores que la han hecho posible. Este intento de reingeniería social, propio de regímenes totalitarios, suele dar malos resultados: polarización y exaltación extremista de ambas visiones contrarias. Es curioso que los mismos que hoy mismo promueven que se lleve su memoria histórica a las aulas y al currículum escolar, abominen de ella cuando tiene un carácter amplio, integrador y general: solo se promueve la memoria revanchista y sectaria de un Ministerio de Educación que, paradójicamente, condena a los jóvenes a ese pensamiento o a la nada.

Este intento de reingeniería social, propio de regímenes totalitarios, suele dar malos resultados: polarización y exaltación extremista. Los mismos que hoy mismo promueven que se lleve su memoria histórica a las aulas, abominen de ella cuando tiene un carácter amplio, integrador y general

Esta reforma educativa penaliza el esfuerzo escolar: se puede pasar sin aprobar, sin estudiar, sin esfuerzo, sin saber. Infantilismo en el estudio; versus infantilismo en la justificación de la reforma: no se puede enseñar todo y por ello se corta la línea por donde parece y conviene. Son argumentos frágiles e insostenibles. Que no hay que estudiar tanto para ser peluqueras, policías o bomberos, es otra justificación imposible y autócrata.

Pero lo más penoso del tema es que, nuevamente, los perdedores de esta reforma son los mas desfavorecidos: los alumnos de centros públicos, pequeños y rurales. Con la idea de bajar el insufrible fracaso escolar que nos sitúa a la cola de Europa, se pretenden maquillar estos malos resultados dando aprobados generales. Al respecto, señalar que en la evaluación de criterios de calidad educativos, tan mal puntúa el suspenso general como el aprobado general como indicadores de ausencia de calidad; aquí también en medio está la virtud: los resultados correctos deben ser de un modelo equilibrado entre suspensos y aprobados y sobresalientes proporcionado por la campana de Gauss. Los centros públicos y rurales podrán ofrecer menos Bachilleratos, menos posibilidades, se ceñirán a lo establecido y sus alumnos no podrán competir con los centros urbanos y privados donde han tenido todas las modalidadades de Bachillerato, habrán aprendido lo que la Reforma les hurta y serán más potentes en cultura, en oposiciones, en selección de personal y en trabajos cualificados. ¿De verdad que es eso lo que se persigue? La improvisación, la toma de decisiones puntuales para resolver el hoy, agrandan la brecha cultural del mañana. Que se tomen decisiones partidarias para la imposición educativa solo hará que su reversión sea inevitable cuando cambie el signo político, algo que solo empobrece aún más la educación.

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