Diario de León
Publicado por
Andrés Mures Quintana
León

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Ordoño II hijo de Alfonso III el Magno rey de Asturias y de doña Jimena, ascendió al trono de León a finales del año 914 a la muerte de su hermano García que había fallecido sin descendencia unos meses antes. Desarrolló una actividad bélica encomiable en contra de los sarracenos duramte los nueve años de su reinado. Las batallas de Castromoros y Valdejunquera son las más señaladas, y en ellas obtuvo éxitos y contratiempos a partes iguales. Fue enterrado en la base del altar mayor de la Catedral de León, para pasar años después al Panteón de Reyes de la Real Basílica. Un monarca unido estrechamente al reino de León, al que dio lustre y empuje, desplazando en gran medida el poder del reino de Asturias al de León. Su figura queda reseñada a lo largo de siglos en la historia del Reino de León y, cómo no, da nombre a la calle principal de nuestra capital, y aquí es donde directamente quiero ir. Vamos a dejar reposar tranquilamente a nuestro querido rey por los siglos de los siglos y volvamos al presente y a Ordoño II nuestra vía principal, la que ilumina León y desde la Glorieta de Guzmán (otro personaje fundamental de nuestra Historia) hasta Santo Domingo, marca el ritmo y el devenir de nuestra ciudad.

Unos meses antes de que el actual alcalde de la ciudad José Antonio Diez tomara posesión del cargo, finalizaron las últimas obras que se llevaron a cabo en esta calle bajo el mandato de Antonio Silván, antecesor en la Alcaldía. Consistieron fundamentalmente en asentar el adoquinado con una nueva capa de rodadura en la calzada y hacer cambios en la ornamentación, jardineras y demás. Aparte de la obra de la calzada, que se había tornado absolutamente necesaria por su creciente deterioro, el resto fue gastar dinero a lo tonto, ya que las jarchas, jardineras y ornamentaciones varias estaban en buen estado y satisfacían plenamente su uso, pero bueno, ya se sabe que los políticos tienen que hacerse notar por sus obras. El problema es que la factura recae siempre sobre las sufridas espaldas del ciudadano pagano, que la mayor parte de las veces recurre al pataleo como signo de desacuerdo, algo que los mandamases de turno ignoran olímpicamente.

Nuestro actual alcalde llevaba en su programa electoral la peatonalización de Ordoño II. Meses después de acceder al cargo cumplió su promesa, esta decisión enaltece su perfil de político cumplidor. La medida fue acogida con división de opiniones al principio; con el paso de los meses ya nos vamos acostumbrando a ver una calle desierta y que en alguna medida ha perdido color y actividad, pero bueno, ahí está para bien a para mal. Ahora, el amigo José Antonio se ha sacado un conejito de la chistera y quiere emprender nuevas obras que esta vez sí que a muchos ciudadanos de a pie les parece que es asunto menor y ciertamente innecesario. Elevar la calzada de tránsito rodado al nivel de las aceras «para hacer más sostenible el uso diario» parece una ocurrencia con poco sentido. Ordoño II tiene unas aceras de tal amplitud que permite sobradamente el paseo y el deambular para entrar y salir de los numerosos comercios establecidos en esta calle principal. Además, el propósito de pintar una especie de grafitis o murales en base a necesidades inexistentes, hace más sorprendente la ocurrencia del alcalde y su equipo de gobierno. Sinceramente, muchos nos preguntamos «y esto para qué», pero no encontramos respuesta. La idea del alcalde en lo que se refiere a elevar la calzada al nivel de las aceras puede ser analizada y, quizá en su momento pueda ser aceptada en plan de mejora de la vía pública, ahora bien, lo de los «pintajos» como mucha gente llama ya, nos parece sinceramente fuera de razón.

Estamos atravesando momentos muy delicados, tanto en el plano social y personal como en el económico. La pandemia que llevamos padeciendo ya más de dos meses va a dejar secuelas muy dolorosas; además no se acaba de ver el final de la pesadilla, pues después de las dolencias y las muertes en circunstancias tan trágicas en muchos casos, nos enfrentamos en el futuro inmediato a una situación económica que nos va a marcar para varios años. Mucha gente ya está sufriendo las consecuencias del descalabro económico, y estamos al principio. Darle un tajo a las arcas municipales en el momento presente de casi 400.000 euros, que al final de la obra puede rozar el medio millón, parece un despropósito lamentable. Ya se sabe lo que pasa en estos casos: se presupuesta en 4 y se acaba gastando 12. Yo creo firmemente que José Antonio Diez es un hombre cabal y quiere lo mejor para nuestra ciudad. No le pido que reniegue de parte de su plan, pero le rogaría encarecidamente que meditara si las circunstancias actuales (tan penosas en muchos aspectos) son las mejores para poner en práctica un plan ampliamente contestado por la ciudadanía. Nada más: reflexión simplemente.

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