Diario de León
Publicado por
Enrique Ortega Herreros, psiquiatra y escritor
León

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Decía, no hace mucho tiempo, uno de nuestros irresponsables políticos que en España no existe una democracia plena. Creo que esa afirmación (además de la parte de verdad que encierre) coincide más bien con su pensamiento o, mejor dicho, con su deseo, porque valorando su gusto por la autocracia, ésta no es todavía total, plena, aunque le falta poco (en cuanto pueda desplazar a su jefe y erigirse en salvador único del destino de «su» pueblo, entregado, sumiso y abducido por las virtudes de «su» líder).

Que el kratos, el poder o gobierno del pueblo, no reside, en realidad en el pueblo no es nada nuevo. Hace tiempo que sus representantes, elegidos por él con el objetivo de gobernar para su bienestar, se deslizaron desde la denominada democracia a una partidocracia, gobernando y legislando a su antojo y conveniencia. Pasado el tiempo, el sistema, ese entramado que construye una sociedad con lo bueno y lo malo de sus ilusiones y pasiones, fue enterrando la esencia del demos, sus valores, sus virtudes, sus derechos. Y, de seguir así, pronto solo quedarán trampantojos de verdades, jirones de justicia mancillada, panfletos de propaganda mentirosa, mendaz, embustera.

La libertad está encorsetada, lacia, mortecina. A fuerza de escuchar mentiras, la verdad ha quedado oculta entre bastidores. El pueblo queda relegado a ser un mero espectador de la farsa teatral, y cuando intenta intervenir en la función le recuerdan que ya interpretó su papel cuando votó en las elecciones. Protesta y reclama su derecho, pero el eco le devuelve, procesado el mensaje convenientemente: «tú cállate, no pongas en riesgo la estabilidad de nuestra convivencia». Y eso cuando no le recriminan su falta de apoyo a la buena gobernanza o le endilgan que es un facha o un fascista. A lo sumo le recomiendan que utilice los cauces establecidos para esos fines, como esperar a que los partidos de la Oposición expresen sus quejas, o que la Justicia restablezca el orden y la verdad, a sabiendas que ellos ya se las han arreglado para que ambas tengan un corto recorrido. Pretenden, así, seguir su camino, no el nuestro. Para ello, ya digo, el Sistema ya ha cristalizado normas, decretos, leyes etc. que limitan, o pretenden limitar la capacidad de acción y reacción del personal de a pie. Y esa cristalización viene de lejos, con todos los partidos políticos que han estado en el poder. Una parte nada desdeñable de la población trata, como puede, de defenderse de los abusos del sistema utilizando los mismos o parecidos métodos que sus «representantes» hasta alcanzar el grado de corrupción que el cuerpo social aguante, y «los que vengan detrás que arreen».

Quiero creer que otra parte importante de la sociedad no se avenga a esos chanchullos y favorezca la eclosión de otras formas de entender y vehicular los afanes, las necesidades y los ideales de ese demos que nunca renunciará a sus mitos. El sistema deberá regenerarse a fondo (de lo contrario no serviría para nada porque seguirían vigentes los mismos vicios) sobre nuevas bases de valores y participación, sobre el respeto y debido cumplimiento de las reglas de juego, incluidas las listas abiertas, la separación de poderes, la Justicia independiente, la aceptación explícita de nuestra Constitución (lo cual no implica que no pueda modificarse), la limitación sensata de los aforamientos y demás figuras innecesarias como los cargos de confianza, el nombramiento desaforado y caprichoso de asesores etc. etc., y el control efectivo del gasto público. Y cuando esas medidas lógicas y necesarias se pongan en práctica, desaparecerá de la política, como por encanto, esa cantidad ingente de trepas, buscavidas, mentirosos patológicos, iluminados narcisistas y mediocres que actualmente se han alzado con el poder. Y entonces ocuparán su puesto personas bien preparadas, honestas, generosamente remuneradas, tanto económicamente como con el reconocimiento social correspondiente.

El sistema ya no recibirá, entonces, el nombre de democracia; acaso (tirando de ironía y de metáfora) se denominará algo así como «el balido triunfal del rebaño» o «la embestida poderosa de la manada». Mientras se va gestando el nuevo modelo y su apellido, y para suavizar el escozor y el dolor que me produce la situación actual, permítaseme una pincelada de humor (considerando que el humor, además de tener propiedades analgésicas y euforizantes, esconde una verdad y una ilusión al mismo tiempo), proponiendo bautizarlo con el nombre de ¡onírocracia! (el poder y gobierno de los sueños). Y que sea plena y perfecta, por favor.

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