Diario de León
Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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Piensan los crédulos de la economía de izquierdas,  que lo público es mejor  que lo privado. Y su silogismo  parece irrefutable: los organismos públicos no buscan obtener beneficios sino  ofrecer servicios sociales. Las empresas privadas solo quieren abultar las cuentas de ingresos. Pero ese silogismo aparentemente tan redondo esconde dos errores cruciales. La gestión privada que busca beneficios se ejecuta ejemplarmente, con máxima eficacia y genera riqueza, no solo a sus accionistas sino en forma de inversión, empleo e ingresos para Hacienda. La gestión pública se ejecuta con chapucería con incompetencia y con desmotivación, cuando no con  flagrante corrupción. Y siempre subordinada a finalidades políticas:  repartir fondos para conseguir votos. La corrupción cuesta a los españoles 90.000 millones de euros cada año, lo que representa casi el 8 % del Producto Interior Bruto (PIB), según un informe difundido por el Grupo de Los Verdes, Alianza Libre Europea, que coloca a España como el sexto país con más pérdidas por corrupción de la Unión Europea (UE). Lo que nos lleva a recordar  el caso de los ERE de Andalucía, los casi 1.000 millones defraudados por puro clientelismo, el ejemplo más notorio de la corrupción en estos reinos.

Y lo acabamos de confirmar una vez más, según el Informe anual del Instituto Estudios Económicos que compara la eficiencia del gasto público en los países europeos, el Reino de España se halla a la cola de la lista, el cuarto de todos los comparados, solo por encima de nuestros homólogos latinos. Siendo 100 el valor medio de los 36 países  analizados, el resultado cosechado por España es de apenas 87,4 puntos.

Por tanto, estamos 12,6 puntos por debajo del promedio y 57,2 puntos por detrás de Suiza, el país líder en este indicador. Los niveles de gasto de nuestras Administraciones podrían reducirse en unos 58.000 millones de euros a través  de reformas que eliminasen duplicidades innecesarias, decidieran  la gestión privada de servicios públicos y prescindiese de programas ineficaces.

Todo eso es el resultado de la economía que predican los grupos de izquierda.

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