Diario de León
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Samuel Folgueral, alcalde de Ponferrada (2013-2015)
Ponferrada

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En este tiempo extraño en el que la corrección política parece reducirse a un sálvese quien pueda, sorprende agradablemente encontrar instituciones capaces de respetarse a sí mismas. Demasiadas veces nos encontramos con responsables públicos que primero se arrogan la potestad de representar a la institución en solitario, para luego descubrir que su única ambición es administrar su propio ego, sus filias y sus fobias. Por eso, en este mundo en el que un like comprado en redes sociales parece valer más que un informe riguroso, los que nos dedicamos voluntariamente a la política agradecemos que de vez en cuando sobresalga la forma y el fondo de lo que verdaderamente debería ser la tarea institucional. El pasado 30 de octubre la Junta de Castilla y León y el Consejo Comarcal de El Bierzo dieron un ejemplo de consenso, de participación, de cooperación entre gobiernos de diferente signo y de saber estar y presentarse ante la sociedad. No hace falta estar de acuerdo en todo lo firmado para valorar que el presente convenio entre instituciones refuerza a ambas en nuestra tierra, al igual que no es necesario gobernar para afirmar que la firma estuvo presidida por dos valores que se echan de menos en política: transparencia y educación.

El actual concepto de corrección política, al que aludía al principio de este escrito, parece impedir a la mayoría aplaudir las cosas que el otro hace bien. Incluso parece sugerir que el consenso deseable hay que buscarlo entre palmeros digitales y los problemas propios siempre tienen un origen ajeno y, por supuesto, atrás en el tiempo. A eso le añadimos la facilidad para el insulto, un tono autoritario y cierto desprecio por el concepto clásico de democracia y ya tenemos al político 3.0, al que conocemos bien los que tratamos de representar a la ciudadanía en la capital del Bierzo.

No sé si la firma del convenio entre la Junta de Castilla y León y el Consejo Comarcal celebrada en Villafranca del Bierzo me retrotrajo a lo que añoro de la vieja política, pero sí sé que me pareció política de verdad: la que, desde el respeto por la institución, tiene un sitio para todos y todas.

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