Diario de León
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Cayetana Álvarez de Toledo ha hablado de la izquierda enfadada y malhumorada por no alcanzar el poder en la Comunidad de Madrid, además, claro está, de perder el Ayuntamiento de la capital de España. Encuentro razonable que la izquierda se sienta molesta, frustrada por lo que pudo ser y no ha sido. Sin embargo, es ya un valor convenido que el que obtiene más votos no tiene asegurado el poder. Este depende de los pactos y acuerdos que se alcancen.  

Sin embargo, a la portavoz del Partido Popular se le olvido hablar del enfado que hay tanto en la derecha como en la izquierda por el liderazgo de la oposición. En la Asamblea de Madrid se vio algo similar a lo ocurrido en el Congreso de la Diputados en la investidura fallida de Pedro Sánchez.  

A ese debate, el de la investidura de Sánchez, llegó Rivera autoproclamándose líder de la oposición. Su discurso, si lo recuerdan, fue más vibrante que el de Casado, pero no el más propio de quien, de verdad, aspira a liderar la oposición en el Parlamento nacional. Se ve que quiere quitar el puesto a Casado, dejarle en segunda fila y eso, a efectos de repercusión mediática, no es difícil. Basta con lanzar discurso de brocha gorda y los titulares están asegurados. Si repasan los periódicos de esos días, comprobarán hasta que punto esto es cierto.  

En la Asamblea de Madrid, Iñigo Errejón se ha propuesto eclipsar a Ángel Gabilondo, portavoz del grupo socialista y ganador, en votos, de las elecciones autonómicas. También él, a modo de Rivera, quiere liderar la oposición al Gobierno de Partido Popular y Ciudadanos. En ambos casos, el hecho incontestable es que los titulares de la oposición son aquellos que más votos han obtenido. Aquí no caben pactos que te den títulos.  

Errejón y Rivera están enfadados. A su manera, pero enfadados porque por mucho que se empeñen, por muchos titulares que obtengan, en el Congreso de los Diputados el líder de la oposición es Pablo Casado y en la Comunidad de Madrid, Angel Gabilondo. Ambos, Casado y Gabilondo, tienen en su contra —es un decir— que son menos descarados que aquellos que pretenden quitarles el lugar que les han dado las urnas. Casado, cuando se calienta, se le nota y luego matiza y Gabilondo, se esté de acuerdo o no con sus ideas y planteamientos, es incapaz de la vulgaridad y mucho menos del insulto barato y de las meras ocurrencias. Una pizca de señorío en la política no estaría de más y de eso todavía no han dado especiales muestras ni Errejón ni Rivera. Casado y Gabilondo, con todos sus defectos o limitaciones, responden a otro formato que, ojalá, no pierdan nunca.  

Realmente es algo insólito este pugilato por ver quien lidera la oposición y salvo que Pablo Casado pacte con Albert Rivera que sí, que él, que Rivera es el líder y Gabilondo acuerde con Errejón dejarle la pista libre para controlar al Gobierno de Díaz Ayuso, aquí no hay más líderes de la oposición que Casado y Gabilondo. Lo demás es hacerse trampas en el solitario en la que los ciudadanos no debemos caer. El Gobierno, para quien mejor y más pacte, y la oposición para quien las urnas, y solo las urnas, digan. El tema no tiene mucho misterio. Lo demás, fuegos de artificio hasta que los ciudadanos dicten, de nuevo, su veredicto.

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