Diario de León

TRIBUNA | ¿A dónde va el PSOE con este presidente?

Publicado por
Francisco J. López Rodríguez | Profesor
León

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Felipe González defendió en el XVIII Congreso del partido, en mayo de 1979, una ponencia que renunciaba a la definición marxista del partido. El PSOE retiró el marxismo de sus señas de identidad y nació un líder decisivo en la consolidación de la democracia  recién parida. «Hay que ser socialistas antes que marxistas» (Felipe González).

González asumió con éxito el reto de convencer a su gente de que el marxismo era incompatible con la modernización de España. En las elecciones de 1982 Felipe González  se convirtió en el presidente del Gobierno que había de personalizar un formidable proceso de modernización en la España con hambre atrasada que nos legó el régimen franquista.

A González se le une Alfonso Guerra, ambos caminarían de la mano y sacarían a España de un letargo para conducirla a una etapa de progreso y de modernización. Con González, como hombre de estado, toda su política giró en torno a la Constitución. Todas las actuaciones de las autonomías que se constituían o se iban a constituir debían respetar la Carta Magna. Fuera sería ilegal e iría contra los principios constitucionales.

De aquellos gobiernos socialistas hoy no queda casi nada. De aquellos líderes históricos, de aquel socialismo que abandonó el marxismo hoy está en la reserva y lanzan toda clase de proclamas en defensa de la unidad de España y alertan al hoy líder socialista del peligro que va a correr España con sus saltos en el vacío por el único y exclusivo interés de permanecer en el poder. Este líder, que nace de unas elecciones primarias, previo haber sido desterrado, vuelve con la escopeta cargada, llena de venganza y de revancha. No se sabe qué socialismo anida en Pedro Sánchez. Su única palabra es gobierno progresista sin saber qué significa eso, intuyendo que, de nuevo, va a abrazar el marxismo personalizado en quien le quitaba el sueño, es decir Pablo Iglesias.

Pedro Sánchez ha tenido la habilidad de rodearse de una guardia pretoriana fiel, ya que ha constituido una empresa que depende del líder y, si este fracasa, irán la mayoría al paro, dado que no se les reconoce oficio alguno. De ahí que la fidelidad tiene un precio: el poder para asegurar el futuro. He aquí el punto de partido. El futuro se consigue renunciando a muchos principios. No importa que estén dentro o fuera de la Constitución.

En septiembre de 2017 Iceta llegó a asegurar que «el derecho a decidir no existe» y a añadir que en realidad se ha convertido en «un placebo para los independentistas». La pasada primavera, Iceta se descolgaba afirmando que si el soberanismo alcanzaba un respaldo del 65% en favor de la independencia habría que habilitar cauces para «facilitarla».

La entonces ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, sólo tardó 24 horas en responderle: «El proyecto socialista combate de manera muy contundente el independentismo y defiende el sistema constitucional estatutario, no cabe el referéndum», dijo.

Ahora, en la España que se bate entre los abolicionistas del Estado autonómico y los soñadores de una España ‘confederal’, el PSOE parece haber apostado por una posición y la contraria.

Hace sólo unos días la puerta parecía cerrada del todo, Sánchez proclamaba que la autodeterminación no es constitucional y que «no la vamos a aceptar nunca». Ahora, la formación, que tiene como eje central el ejercicio del derecho a decidir de Cataluña acababa de sentar en torno a una mesa a su Gobierno para abordar el ‘conflicto catalán.

Todas las negociaciones, que se están librando para la investidura con el independentismo catalán, van en contra de todos los principios y declaraciones de los líderes socialistas. Ya no les repugna la autodeterminación. Ya acceden a que el problema catalán es un conflicto político. Ya se habla a oscuras de amnistía. Se está preparando una mesa paritaria, es decir, presidente Cataluña con el presidente de la otra parte España. Ya se reconoce la autoridad de otro estado.

Ya se negocia con el País vasco de recoger en su nuevo estatuto el derecho a decidir. A ningún español le cae de sorpresa las contradicciones y mentiras de Pedro Sánchez. Hoy se levanta español y mañana reconoce el conflicto político de Cataluña que es tanto como reconocer la independencia y autodeterminación.

Y nos preguntamos, ¿dónde están los socialistas históricos? Es cierto que ya están saliendo a la luz: los Felipe González, Alfonso Guerra, Leguina, Terreros, Paco Vázquez e, inclusive, presidentes de Aragón, Extremadura y Castilla La Mancha están advirtiendo de los peligros que está dando Pedro Sánchez.

Todo esto no va a servir para nada. ¿Dónde están los otros socialistas, los votantes históricos que nunca permitieron salirse de los precipuos constitucionales? Debería de salir a la calle y plantar cara al líder que va a destruir el socialismo histórico de Pablo Iglesias. Porque tarde o temprano, el día que Pedro Sánchez pierda el poder, la desbandada va a ser de tal calibre que el barco se va a hundir y la izquierda socialista va a estar representada por el que le está robando la cartera y no es ni más ni menos que Pablo Iglesias. Porque el divorcio que se va a producir, no tardando mucho tiempo, va a significar que el patrimonio se lo va a llevar el comunista, republicano, leninista, bolivariano y chavista, Pablo Iglesias.

Este va a ser el peligro del socialismo del futuro. O los votantes socialistas, con la reserva histórica, se unen para liberar al socialismo de un intrépido y caballo desbocado o, de lo contrario, ese socialismo, que un día fundara el otro Pablo Iglesias, será un residuo histórico propio de las cavernas. Los votantes socialistas no son conscientes del peligro atómico de Pedro Sánchez. No tiene criterio, no tiene ideas, hoy se levanta contra Pablo Iglesias y mañana lo abraza. Alguien lo ha calificado de manipulador, psicópata y, sobre todo es: frío y calculador. Poco dado a la compasión, más bien a la traición exenta de arrepentimiento. Con un presidente así una empresa iría a la ruina. Con un presidente así: la empresa, España, va camino de aquel retroceso que marcó la generación del 98 ante la pregunta: por qué España perdió su imperio. La respuesta fue por la pérdida de identidad. Socialistas de siempre, los buenos socialistas, los que amaron a España y los que siguen amándola debéis impedir que se represente esta obra trágica que la podemos llamar: El PSOE ¿A dónde va? A la UCI, camino de la necrópolis.

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