EDITORIAL: La caza y el ecoturismo en Riaño, abocados a entenderse

Vuelve a la palestra el debate sobre la compatibilidad del turismo de naturaleza con la práctica cinegética, más encendido que nunca en el caso de Riaño, donde un espacio protegido, el Parque Regional de Picos de Europa, alberga una reserva de caza. No están los tiempos para despreciar ni uno ni otro recurso y así lo ven los grupos conservacionistas más moderados, que apuestan por una gestión que permita ambas actividades, ponderando, eso sí, el desarrollo sostenible propio en un territorio que acumula varias figuras de protección medioambiental.

Parece obvio que no será en los medios de comunicación donde se halle una solución a la eterna polémica que genera el lobo. Si hay propuestas, si hay ideas, lo lógico será que se expongan en un foro donde responsables políticos, propietarios de los terrenos, ganaderos, conservacionistas y promotores del ecoturismo se sienten para avanzar en un conflicto ahora enquistado.

La caza, uso tradicional, genera cada año unos beneficios anuales de medio millón de euros a ayuntamientos, juntas vecinales y particulares, propietarios de los derechos cinegéticos. El avistamiento de especies en libertad, una propuesta turística emergente y en expansión, supone para la montaña de Riaño unos ingresos directos de 100.000 euros al año. Si hay alguien dispuesto a renunciar a alguno de ellos, no vive la realidad de una zona en declive poblacional, con la ganadería en retroceso y sin otras expectativas de futuro.

Sólo queda pues acudir a la racionalidad. Los turistas vienen a la montaña a visionar al lobo, objeto de control poblacional en Riaño, teoricamente, por los daños al ganado. Cabe preguntarse si hay rigor científico en el cupo asignado por la Junta o si detrás de las batidas se pretende proteger de sus garras a las piezas de caza tan cotizadas en la reserva.