Diario de León

LA VELETA

El año de la política

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NO HACE falta tener carné de profeta para avizorar que 2004 va a ser el año de la política. Tenemos ya día reservado en el calendario para celebrar elecciones a primeros de marzo. Es probable que el mismo día siete también convoque Manuel Chaves comicios autonómicos en Andalucía y tal como van las cosas no sería sorprendente que Ibarretxe disuelva la Cámara vasca y convoque con antelación a las urnas tratando de plebiscitar de manera indirecta el plan secesionista que lleva su nombre. Mariano Rajoy, el candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, se juega su futuro político porque, pese a contar con el respaldo de Aznar y tener al partido detrás, su reto pasa por renovar la mayoría absoluta. Mayoría que las encuestas otorgaban a otros candidatos que se quedaron en la cuneta como Rodrigo Rato o Mayor Oreja. También para Rodríguez Zapatero la situación es de «César o nada» porque dadas las turbulencias que hay en el PSOE nada que no sea la victoria salvará al actual líder de los socialistas de un congreso extraordinario. La política no tiene entrañas y las relaciones de poder cuando se está en la oposición son especialmente duras. Hace siete meses, antes de celebrarse las elecciones del 25 de mayo, todos los estudios sociológicos apuntaban un horizonte de cambio. De hecho, el PSOE obtuvo más de cien mil sufragios más que el PP. Después pasó lo que pasó en la Comunidad de Madrid y de resultas la credibilidad del equipo dirigente socialista se resquebrajó. Pese a todo, el Estado Mayor de los populares no da la victoria por cantada y despliega una estrategia de acoso a los socialistas que recuerda la que precedió a las elecciones del 93. Aunque parece que Rajoy habría mandado rebajar el registro, lo cierto es que los empellones dialécticos propinados por algunos miembros del Gobierno (Arenas, Zaplana) al neonato govern de la Generalitat hace pensar en que los meses que nos aguardan van a ser muy duros. En fin, confiemos en que con Aznar se vaya, también, una forma excesivamente acre de entender la política. España es un país moderno, nos hemos ganado el derecho a que nos traten como adultos. Sin demagogia, ni discursos que sólo añaden crispación a la vida pública.

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