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TRIBUNA | ‘El bien mandao’

El supermercado nos coloca a los hombres en nuestro sitio

Publicado por
Arturo Pereira
León

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En nuestro cine hay muchas películas cuyo título son expresiones castizas de un contenido muy elocuente. Ejemplo de ello es la película que lleva por título El calzonazos. No entro a juzgar la película en sí, pero para cualquier mente avezada ya se puede imaginar de qué va el tema y el lugar en el que queda el protagonista.

Lejos de una visión tradicional del macho ibérico, por cierto, desaparecido o al menos en vía de extinción, lo que ha ocurrido en las últimas décadas es la aparición de una nueva especie funcional masculina fruto de los cambios sociolaborales. Este hecho ha provocado la aparición de una nueva expresión que se está arraigando con fuerza y que sin duda alcanzará el reconocimiento de castiza por derecho propio, es la de «bien mandao».

A diferencia de la lo que ocurre con la teoría de Darwin al afrontar la explicación evolutiva de las especies que adolece de puntos oscuros sin aclarar y que ha suscitado por ello dudas sobre su rigor, en el proceso evolutivo que nos ocupa sus causas y demás factores de influencia están perfectamente identificados.

Estas causas son claramente dos, las prejubilaciones y las jubilaciones. En definitiva, se puede concretar que la causa es el cese de la actividad laboral de los hombres. Y digo de los hombres porque hasta no hace mucho las mujeres no se habían incorporado al mercado laboral de forma generalizada y por lo tanto no pueden ser, de momento, sujeto de un artículo como este. En el futuro se verá.

Bien, centrándonos en la manifestación evolutiva que nos interesa pasaré a identificar a sus sujetos. La primera señal para identificar un miembro de esta nueva especie es que lleva una o varias bolsas de la compra en las manos, preferentemente de algún supermercado. Aquí pasamos directamente a su segunda característica, a su hábitat natural de actuación que es el comercial, preferentemente grandes superficies.

 

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las especies, estos sujetos no deciden voluntariamente su centro de operaciones, sino que se lo predetermina su compañera. Esto responde una razón muy simple y es la incapacidad del «mandao» de hacerlo por sí mismo.

Una tercera nota definitoria del «mandao» es que se paseará por el supermercado con una cara de despistado que llega asimilarse a un estado de trance, mirando fijamente la nota de la compra que le ha sido endosada a modo de cheque al portador. Por muchos esfuerzos que haga, incluso aprendérsela de memoria, no conseguirá entenderla y mucho menos encontrar todos los productos de la comandita, que no suelen pasar de uno o dos dada la incapacidad ya puesta de manifiesto.

Con tal despiste encima se convierten en el terror de los trabajadores del supermercado a quienes les preguntan constantemente en qué estantería pueden encontrar lo que buscan. No importa las veces por semana que vayan a hacer la compra, los hechos descritos se repiten como si se tratara de una maldición.

La cuarta característica es que se trata de sujetos muy sociables y empáticos. Se les puede ver reuniéndose en círculo entorno a las estanterías gruñendo su mala suerte al no ser capaces de encontrar lo que se les ha indicado y vaticinando la correspondiente bronca que les caerá al llegar a casa. Simultáneamente, dado su carácter solidario intentan indicarse unos a otros dónde están los tan esquivos productos, pero casi siempre el fracaso preside estos esfuerzos, entre otras cosas porque suelen cambiarlos de sitio y así no hay cristiano que acierte.

En fin, esta nueva especie ha venido para quedarse, al menos mientras haya que ir al supermercado a comprar. Dicen que la naturaleza es sabia y siempre restablece los equilibrios. Es una cura de humildad frente a aquellos que consideran a las mujeres como de segunda división. Algunas mujeres indulgentes atribuyen a sus compañeros la condición de «bien mandao» para motivarlos a que perseveren en sus esfuerzos por mejorar. Pero esto es más fruto de la caridad que de una esperanza firme de que así sea.

Una mujer no lleva lista de la compra salvo que sea enorme, lo encuentra todo, optimiza la compra en cuanto gasto y tiempo, puede cuidar de los niños y gestionar asuntos del trabajo mientras está en el supermercado. Todo lo dicho en este artículo lo pueden ustedes comprobar en cualquier supermercado a cualquier hora.

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