Diario de León
Publicado por
Arturo Pereira
León

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Una sociedad es tan buena como la suma total de su tolerancia es capaz de permitir. El término «buena» es poco preciso, soy consciente, pero considero que abarca una serie de características en la que una inmensa mayoría de personas estaríamos de acuerdo. Y estaríamos de acuerdo que una sociedad es buena cuando en ella hay paz, seguridad, libertad, trabajo, justicia y una buena sanidad, entre otras cosas.

También soy consciente que en toda sociedad existen tantos intereses contrapuestos como ciudadanos la conforman. La frase de: «Yo voy a lo mío», todos la oímos y decimos más veces de lo que es necesario. Por eso, la tolerancia y el respeto han devenido en dos factores claves para la supervivencia de nuestro modelo social.

Tolerancia y respeto que estamos perdiendo de forma progresiva y alarmante. Ni siquiera una pandemia como la que estamos pasando hace reflexionar a numerosas personas sobre que la interdependencia humana es parte de nuestra naturaleza y vital para nuestra supervivencia.

Es sabido que cierta dosis de egoísmo es necesario para garantizar nuestra supervivencia individual, parece que no podemos evitar reaccionar intentando ponernos a salvo cuando nuestra vida está en peligro, anteponiéndonos a los demás. Bien, pero esto no tiene nada que ver con el hecho de anteponer nuestros intereses sabiendo que ponemos en riesgo las vidas de los demás de forma gratuita. Porque gratuito es ir a una fiesta corriendo todos los riesgos habidos y por haber de infectarse. Esto sí que es un egoísmo fútil e injusto.

Una sociedad es tan buena como sus ciudadanos lo sean, y hay formas de medir la salud de esa sociedad. Si sus ciudadanos tienen interiorizados valores como los citados al principio de este artículo, esa sociedad será una de las mejores, si no es así, será una de esas sociedades en las que la desestructuración social e injusticias castigan a las personas de forma permanente.

Nosotros seremos mejores en la medida que seamos más tolerantes y justos hacia los demás. Personas asociales y psicópatas han existido siempre y siempre existirán, pero no podemos permitir que ellos marquen la pauta del ritmo social. Parece ser que a determinadas personas no les convencen las recomendaciones que las autoridades dan para protegerlos a ellos y a los demás. En muchos casos, las situaciones son realmente graves por el riego que suponen para todos. En estos casos hay que actuar firmemente, sin ambages, con medidas coercitivas rápidas y eficaces que impidan el contagio.

Todo se puede someter a juicio y debate, incluso es bueno discutir y debatir, ¿qué sería de una sociedad en la que todos pensáramos igual? El unipensamiento está bien para los teletubbies y su unimente, pero no para mentes libres y creativas. Pero, no trae nada bueno el que aquellos que malinterpretando sus derechos civiles adoptan posturas radicales que ponen en riesgo la salud de los demás.

Se está haciendo un gran esfuerzo por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos desde hace meses, el sentido común, tolerancia y respeto hacía los demás está imperando, pero algunos necesitan una reconvención firme. Estos últimos, principalmente los reincidentes, deben ser llamados a cuentas de forma clara y contundente. Solo mejoraremos si todos colaboramos, las normas no bastan por sí solas, eso está claro. De hecho, a la inmensa mayoría de las personas ni siquiera se le tiene que dar un toque de atención por incumplir las normas, porque están concienciadas de la necesidad de las mismas, en el ámbito que sea. Ejemplo de ello es que la práctica totalidad de las personas no van escupiendo por la calle, exista ordenanza municipal o no, que lo prohíba. Es el respeto hacia los demás quien nos impone nuestras buenas prácticas sociales.

La amalgama de intereses individuales debe ceder ante el interés común para que una sociedad sobreviva. Es ridículo no ceder parte de nuestros intereses cuando ponemos en riesgo a la generalidad de la comunidad, porque desaparecida esta no habrá intereses que defender. Claro, esto sirve para aquellos cuyos intereses vayan más allá de salir de fiesta.

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