Diario de León
Publicado por
Aurora Diez Diez, Psico-orientadora. Experta en Pedagogía Sistémica y Expansión de Conciencia
León

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El ser maestro es una de las profesiones más antiguas que conocemos. En las civilizaciones más antiguas de la Tierra, esta figura era considerada imprescindible, para que esa sociedad evolucionara.

Todas las profesiones ponen en acción un intercambio con los demás, pero entre el maestro y el discípulo, la principal interacción se da, desde el interior. Cuando yo me planteé a que quería dedicar mi vida, sentí un anhelo de contactar desde aspectos de mi ser, que están muy al interior y, que sólo se podía dar esa conexión desde los mismos aspectos o facetas de el otro u otros seres, en aquel momento niños, es como si me ilusionara hablar el lenguaje del corazón, enseñar el lenguaje del corazón

¡Que maravilla! Resonando. Al entrar en resonancia, la interacción se da de modo natural, fácil y el intercambio es gozoso y enriquecedor para ambos: maestro y discípulo, discípulo y maestro. En aquel planteamiento, la vocación era imprescindible, cómo si no es desde ese anhelo iba a poder darse esa conexión atemporal? Sí algunos todavía recordamos esas experiencias de aprendizaje, desde el ser y algunos seres ya jubilados, aún recuerdan a ese maestro, que resonó en su interior.

Se nos trasmitió que el niño, su alma, era como una cera virgen, por tanto nuestra atención y delicadeza sólo podía venir desde el aspecto más puro de nuestro ser. ¡Qué regalo! Acompañar la expansión de la pureza y retomar nuestra esencia.

Vivido así, esta vocación se convierte en una oportunidad permanente de conectar con nuestra esencia. Este regalo corresponde a los padres, que delegan en los maestros parte de su misión de acompañar a sus hijos en esa expansión. Esta experiencia idílica como todas nuestras interacciones está condicionada por algo trascendente: ¿desde dónde interactuamos? La respuesta a esta pregunta marca la diferencia entre un maestro y un instructor o transmisor de conocimientos externos. Centrados en el proceso y los protagonistas de la interacción o centrados en el contenido. Así poco, a poco, el llamado currículo fue tomándole terreno a la interacción maestro- discípulos y el nombre de profesor fue ocupando el lugar del devaluado vocablo de maestro. Este proceso no fue de repente. Desde 1970 hubo tal movimiento de cambio, en las leyes de educación, que al final en los ríos revueltos no se ve bien, lo que el agua lleva. Todos estos movimientos, no se dan separados, sino en un ambiente de sobre valoración de aprendizajes conceptuales y no mirar tanto otros, que se encubrían con los actitudinales, además se cambió el punto de vista. Desde los siete años, los niños tienen varios «profesores» con los que no puede conectar, ni ellos con él. Se rompió la base en la que se asentaba la interacción.

No pretendo ser exhaustiva, porque eso llevaría un tratado entero, pero quiero abrir el campo para ver cómo se ha ido dando el cambio. Creo que es necesario retomar el aporte de la que para mí, es una gran pedagoga, siendo médico. Ella es María Montessori, que tuvo la suerte de encontrar el tesoro de la infancia y poder compartir su experiencia, que ahora, como semillas están dando sus frutos y hay un renacer de ese enfoque, creo que en todo el mundo y será retomado en la nueva educación, en la educación de la Nueva Era Dorada.

No quiero cerrar mi visión de el ser maestro sin nombrar Aquél que fue, es y será el Maestro, que se acercó tanto a nosotros, que vive en nuestro corazón, para poder seguir amando, resonando y guiando nuestros pasos, hacia Casa. Ahora podemos conectar con el Maestro Interior.

¡Mi profunda gratitud, Hermano!

Hay otros maestros de amor incondicional, que llamamos maestros ascendidos, y que nos acompañan y asisten, incondicionalmente, si se lo pedimos, y que en este tiempo, están muy conectados con lo que sucede en nuestro planeta Tierra.

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