Diario de León
Publicado por
Patricia Fernández Martín
León

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Cada 24, 25, 30 o 31 de diciembre se acumulan los mensajes en el móvil del tipo: «Feliz noche; que lo paséis muy bien; os deseo una Feliz Navidad y un próspero año nuevo...». Sin menospreciar estos mensajes generalistas, algunas personas mantienen la costumbre de enviar notas personalizadas en formato de tarjetas de Navidad. Es un acto de desahogo y de liberación para plasmar por escrito lo que a veces uno no se atreve a decir a la cara.

Existen muchas anécdotas para quien escribe un Christmas. El ritual de comprar los más originales y solidarios del mercado; encontrar el momento idóneo y la inspiración para escribir las frases acertadas; adaptar el contenido a los acontecimientos vividos y compartidos con el destinatario; manejar la incertidumbre de si se va a recibir correctamente o si sabrán descifrar la letra que cada año se desgasta más…

Para los veteranos escribientes, existe la tradición de enviar las tarjetas navideñas independientemente de lo que haya acontecido. Uno se resiste a terminar con esa costumbre, aunque te hayas separado, te haya tocado la lotería, hayas perdido a un familiar o te hayan ascendido en tu trabajo.

Spinoza decía que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza. Este miedo ayudará a controlar el ansia de normalidad; porque ambas emociones son caras de una misma moneda

Este año 2020 podría haberse convertido en el de la falta de inspiración, por la fatiga pandémica. Pero no ha sido así. Los medios informativos hablan de que se han agotado las existencias de Christmas y de que se han enviado más que nunca. Probablemente se deba a unas navidades atípicas, que nos han obligado a recurrir a esta tradición para disminuir la sensación de soledad y de distancia física. O puede que sea porque este fin de año, había mucho que agradecer y que desear.

Si para quien escribe un Christmas este ritual tiene su intríngulis; no menos especial y emocionante resulta para quien lo recibe. El destinatario lee en secreto el mensaje del emisario, pero se intuye en la esfera pública que ha habido una frase repetida hasta la extenuación. «Te deseo un 2021 cargado de esperanza...». Miles de tarjetas en hogares diversos estarán repletas de esta idea. Porque todos deseamos lo mismo, aunque en la espera cada uno haya reaccionado de manera diferente.

No obstante, también se hará referencia a las dudas, incertidumbres, inseguridades y miedos que se han padecido durante el 2020 y que son normales. Spinoza decía que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza. Este miedo ayudará a controlar el ansia de normalidad; porque ambas emociones son caras de una misma moneda.

La RAE define la esperanza como el estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. ¿Y qué deseamos exactamente? Que la pandemia acabe. Se trata más que nunca de una esperanza compartida y en plural, no privada, ejemplificada en la consecución de una vacuna como el mayor adelanto científico conseguido en mucho tiempo. La vacuna nos hará ser más exigentes en nuestras acciones. Se trata de una condición previa para conseguir el ansiado objetivo.

Bertrand Russell diferenciaba dos esperanzas. Una esperanza vanidosa, de triunfo personal; y otra esperanza inmensa, que pueda compartir el conjunto de la humanidad. Esta idea de esperanza es la que nos interesa leer o escribir en nuestros Christmas en frases que tenemos que señalar en rojo. Y así al releerlas en un futuro, celebraremos la victoria como de todos.

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