Diario de León
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La tierra leonesa es firme defensora del dogma de la Virgen Inmaculada. Baste recordar que el 1 de noviembre de 1466, la villa zamorana de Villalpando, perteneciente en aquellos tiempos a la diócesis de León, en su iglesia de San Nicolás, fue la primera localidad del mundo que formuló oficialmente el Voto Concepcionista.

El Ayuntamiento de León lo refrendaba dos siglos más tarde, el 8 de octubre de 1621, ante el escribano Pedro de Gavilanes, cuando reunido en solemne sesión, bajo la presidencia de Luis de Corral y Arellano, Corregidor y Justicia Mayor de León, acordaba jurar y defender que la Santísima Virgen, Nuestra Señora, fue concebida sin pecado original, obligándose, asimismo, a defender dicho Voto y Juramento con todo su poder, personas y haciendas.

El capítulo V de Las Políticas Ceremonias del Marqués de Fuente Oyuelo, dispone «Cómo se da la posesión a los Caballeros Regidores». Y, entre otras obligaciones inherentes al cargo, dispone «no ir en ningún tiempo contra los buenos usos, costumbres, ordenanzas y privilegios de esta Ciudad, ni permitir se vaya contra ellos, y asimismo de guardar y defender el Misterio de la pura y limpia Concepción de María Santísima, Señora nuestra, en el primer instante de su ser natural».

Cada 8 de diciembre, poco después del mediodía, a este ángulo piadoso concurre la Corporación, con su Corregidor a la cabeza, para rendir un público homenaje a la Virgen Inmaculada

Pocos años después, en 1656, el Corregimiento legionense asistió por primera vez al Monasterio de la Inmaculada Concepción fundado, el 10 de junio de 1516, por Leonor de Quiñones Enríquez, hija de los poderosos Condes de Luna. Hace ahora cien años, el Boletín del Clero del Obispado de León , [22.12.1920, nº 20, pg. 13], recogía así la citada presencia de la municipalidad: «En la iglesia de Religiosas Concepcionistas se celebró igualmente la Novena, asistiendo el día de la fiesta a la Misa solemne una nutrida representación del Excmo. Ayuntamiento».

El 8 de diciembre de 1854, en la Basílica de San Pedro de Roma, Pío IX, proclamaba, «urbi et orbi», mediante la bula Inefabilis Deus, el dogma de la Inmaculada Concepción, esto es, el unánime sentir de tantas generaciones cristianas y la creencia firme de la Iglesia de que la Madre de Dios fue preservada, desde el primer instante, inmune de toda mancha de pecado original. Una década más tarde, en 1864, la Santa Sede concedía a la Iglesia española el privilegio de usar ornamentos signados con el color azul purísima en los actos litúrgicos que se celebraran en dicha festividad.

Seis años después, el 8 de diciembre de 1870, Pío IX declaraba a San José «Patrono de la Iglesia Católica», mediante la encíclica Quemadmodum Deus . Este año se cumple, pues, el CL (ciento cincuenta) aniversario de dicha proclamación. Mons. José Álvarez Miranda, entonces obispo de León, era un gran devoto del Santo Patriarca, cuya intercesión imploró Santa Teresa de Jesús según se desprende de sus propias manifestaciones, vertidas en el capítulo seis del «Libro de la Vida»: «Tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él […] y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar y no estar tullida».

En esta antigua capital del Viejo Reino el dogma de la Limpia Concepción de la Virgen María está muy presente en la escenografía urbana. Desde el 3 de junio de 1956, lo acredita un gran monumento dedicado a la Virgen Inmaculada, obra del escultor astorgano Marino Amaya. El pedestal es traza del arquitecto leonés Ramón Cañas del Río, por aquellos días presidente de la Excma. Diputación Provincial, que no cobró honorario alguno. Para este fin, el Ayuntamiento de León cedió el espacio correspondiente en la actual plaza Circular.

El Nuncio de Su Santidad, Mons. Hildebando Antoniuutti —Pío XII ocupaba entonces la silla de San Pedro, (1939-1958),— bendijo el monumento, acompañado por los obispos de León, Santander y Cuenca así como del Vicario Capitular de Astorga, autoridades civiles y militares, y de miles de personas. Propuestos por Mons. Luis Almarcha Hernández, a la sazón prelado legionense, sus promotores fueron cuatro próceres leoneses: Maurilio Gallego Bernardo, canónigo de la S. I. Catedral; Pedro Martín Escudero, farmacéutico; Fernando Crespo Alfageme, industrial, y Cándido Alonso García, comerciante.

Otro rincón de un acendrado sabor inmaculista se ubica en la plaza Mayor. Está íntimamente vinculado con los trágicos sucesos acaecidos en León el 7 de junio de 1810, en plena Guerra de Independencia. Cada 8 de diciembre, poco después del mediodía, a este ángulo piadoso concurre la Corporación Municipal, con su Corregidor a la cabeza, para rendir un público homenaje a la Virgen Inmaculada. El actual protocolo de este acto mariano data de 1981, año en que el altarcillo urbano fue nuevamente restaurado, colocándose las rejas que le preservan. Todo ello se llevó a cabo por parte de la municipalidad.

Este año 2020, el covid-19 ha colonizado nuestras decisiones. Aún así, para este 8 de diciembre sirvan estos reglones de recuerdo y homenaje a la Virgen Inmaculada, tan presente en la intrahistoria de la ciudad de León.

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