Diario de León
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León

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o, no es este un artículo que tenga como referencia la astronomía, ni tampoco la astrología. Mi conocimiento de esas materias es más bien parco y desde luego insuficiente como para escribir sobre ello. Mi referencia es el plano social.

La fugacidad es un signo de nuestros tiempos. Se reducen los tiempos de duración de las cosas, en prácticamente todos los campos. Podríamos decir que desde los aparatos electrodomésticos hasta la moda pasando por las propias relaciones personales, todo ello ha ido acortando su duración en el tiempo.

Diría que la fugacidad va acompañada de una falta de profundidad en los modos de relación. Estamos en la época en la que incluso los presidentes de gobierno dan respuesta a graves acontecimientos a través de un tuit. Pondríamos como ejemplo a Trump, pero no de modo exclusivo. La simplificación es contraria a la profundización, pero ayuda a los medios de comunicación en su tarea de difundir esos mensajes. En alguno de mis artículos decía que se ha sustituido la tertulia por el tuit.

El pensamiento como los frutos o las flores requieren un proceso de maduración. También aquí sabemos que es diferente la fruta madura que se recoge en el momento apropiado del árbol, de aquella otra que se madura en frigoríficos. Su sabor es distinto y la fruta que se ha madurado en frigoríficos tiende a estropearse más fácilmente y con mayor rapidez. Es decir, su tiempo de uso se acorta.

En el campo de la política también cabe hablar de «estrellas fugaces» que han podido deslumbrar en el momento de su aparición, pero que en poco tiempo se han ido apagando. El ser algo nuevo es también algo limitado que va envejeciendo en un plazo cada vez más corto. Partidos como Podemos (en sus distintas versiones), Ciudadanos o Vox podrían ser incluidos en esa categoría de «estrellas fugaces» (aun cuando a diferencia de ellas al menos a corto plazo no creemos que vayan a desaparecer).

En general tendemos a valorar más, aquello que nos falta. Los padres que no saben idiomas se esfuerzan para que sus hijos hablen varios. Cuando se produce un fallecimiento, es cuando en mayor medida somos conscientes de lo que nos aportaba la persona fallecida. En ese mismo contexto tenemos que en el plano social puede cobrar importancia todo aquello que signifique permanencia en el tiempo. La vuelta a los pilares que den consistencia al edificio social.

La permanencia no significa «no cambios» sino que se hace necesaria una renovación que permita la adaptación a los tiempos. La teoría de la evolución de Darwin creo que también sería aplicable al medio social. Las especies evolucionan para adaptarse al medio, pero no se trata tanto de que sean sustituidas unas por otras.

Las cosas que brillan mucho y destacan especialmente en un momento dado, suelen durar poco. La permanencia y la constancia están más bien ligadas a la renuncia a resultar especialmente llamativos. Podríamos decir que los procesos de reflexión probablemente no sean los que producen más titulares.

La fugacidad de estos procesos va unida a unos ciertos niveles de insatisfacción. El no encontrar respuestas satisfactorias lleva a intentar buscar nuevos caminos. Ello sería aplicable al campo de la política (pero no de modo exclusivo). Sin embargo, cuando algo se fundamenta en la oposición respecto a otros, la duración va a depender de cómo vaya evolucionando aquello a lo que nos oponemos. La permanencia está en mayor medida ligada a la asunción de unos valores propios.

En un mundo especialmente revuelto tenemos que ello ha ido suponiendo la aparición de nuevos actores y partidos políticos. Esto está siendo así en la mayoría de los países de Europa, pero también en América. Por poner sólo tres ejemplos podríamos hablar de la irrupción de Trump en el panorama político de Estados Unidos ganando unas elecciones aún sin contar con el apoyo de su partido, o el de Bolsonaro en Brasil o el Movimiento 5 estrellas en Italia.

En el campo del consumo podemos hablar desde la duración de los móviles hasta el de nuestros automóviles. Se da un importante contraste entre una civilización que va asumiendo cada vez más (afortunadamente) los valores de la ecología, con el de unas conductas que llevan a reducir el tiempo de consumo de aquello que vamos adquiriendo. Puede que efectivamente exista «la obsolescencia programada» pero creo que también hay conductas que promueven el cambio. Diría que son más las veces que la adquisición de algo nuevo se debe al deseo de cambiar y no tanto a la obligación de sustituirlo por viejo y no funcionar.

Se da valor a «estar a la última». Lo nuevo añade una especificación positiva al producto (al menos a nivel de imagen). Incluso entre aquellos que no lo son, se busca asimilar los modos de conducta y de expresión de los jóvenes.

Curiosamente sin embargo en este mundo tan cambiante, se aprecia cada vez más la estabilidad. Son las muchas paradojas que nos depara el medio social.

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