Diario de León

TRIBUNA

A Felipe VI a propósito del Sáhara Occidental

Publicado por
Antonio Martínez LLamas escritor
León

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E stas cuantas líneas, majestad, en tantas ocasiones meditadas, han visto al fin la luz a causa de los dramáticos sucesos de la inmigración hacia Europa de una ingente cantidad de desesperados que huyen del dolor, la guerra y el abatimiento. África se queda sin muchos de sus hijos, en una sangría que parece no detenerse. Estamos asistiendo a la triste representación de la pérdida de la dignidad en su máxima expresión, donde las raíces de cada inmigrante son solo piezas mutiladas. Atrás dejan las ilusiones, cuando apenas unos meses antes la vida les resultaba favorable, y cada cual se enfrentaba a las incógnitas de los días con guiños confiados. Sin embargo, el desastre surgió porque algún malévolo le franqueó la puerta, y cuando un agente pestilencial se transforma en invulnerable resulta casi imposible detenerlo. Después ya nada es igual: el futuro se convierte en una entelequia y donde antes había felicidad, ahora únicamente está el barro, la vileza y el desarraigo.

Señor, de estos lodos malolientes saben demasiado los saharauis. Una enseñanza aprendida después de casi cuarenta años de desplazamiento forzoso. Vivían en la provincia 53 de España, tenían los mismos derechos y deberes que los peninsulares, pero al final del año 1975 España se cagó en los pantalones, huyó como una gallina asustada del Sáhara Occidental y dejó aquella tierra extraordinaria en las manos sucias de Marruecos. Hasán II entró a sangre y fuego, sin miramientos, y solamente había tres opciones para los saharauis: la rendición, la muerte o la escapatoria. La sentencia era incuestionable, de modo que el éxodo fue la única solución, y no por falta de valor, sino como la única fórmula del honor para sobrevivir ante la barbarie y más tarde buscar la manera de recuperar el territorio perdido. Cerca de la ciudad argelina de Tinduf encontraron el final de su escapada.

Casi cuatro décadas de desolación de los saharauis en la terrible hamada argelina. El destierro como tortura. Un tiempo ya insostenible. Los campamentos saharauis de hoy, Rabuni, Smara, El Aaiún, Auserd, Dajla y Bojador, son un mar de jaimas y casas de adobe donde viven entre la esperanza y la desilusión 200.000 apátridas. Conviene recordar que el éxodo resultó dramático durante los primeros seis meses de 1976. El Ejército marroquí usó su maquinaria militar para acabar como fuera con aquella muchedumbre que vagaba por el desierto. Antes cadáveres sobre la arena que dar oportunidad a que alguien vitoreara al Frente Polisario. Mejor matar que ofrecer la posibilidad de una revancha inmediata. Envenenar cuantos pozos de agua fuera posible. El mundo silenció el genocidio, y España colaboró con aquella mudez ignominiosa. Eran todos españoles, pero se convirtió su huida en indiferencia y olvido. Eran españoles que entendieron que su DNI era pura mierda secándose al sol. No faltaron quienes rompieron el distintivo mientras lloraban su impotencia. La ONU, como cabía esperar, miró hacia otro lado y dedicó sus esfuerzos a empresas más jugosas.

No creáis, majestad, que pongo en duda su absoluto conocimiento de la causa saharaui. Sería una temeridad. Lo que no adivino es su disposición ante algo tan trágico, y deberéis disculparme porque en mi ánimo no subyace ni un atisbo de atrevimiento. Muy al contrario. Recuerde que su padre, entonces Jefe del Estado en funciones, visitó El Aaiún el domingo 2 de noviembre de 1975, y dijo que él era el primer soldado de España y que Marruecos no pondría sus pies ni sus armas en el Sáhara Occidental. Lamentablemente fueron palabras vacías. Los saharauis estaban esperanzados con la visita del príncipe, pero el desencanto se extendió como una mancha de aceite. Su padre se fue al principio de la tarde de ese domingo y nunca más regresó a la provincia 53. Todo estaba perdido. Los sucesos posteriores ya son muy sabidos.

De modo que me pregunto, Majestad, si un hijo debe limpiar los errores de su padre. Tal vez sí, pero quizá no siempre, porque cada persona es dueña y responsable de sus actos. No obstante, sí es de esperar que un hijo no se equivoque como su padre, y máxime si es el rey de España. Como ya no estamos en el siglo XIX, las palabras de Adolphe Thiers, manifestando que el rey reina pero no gobierna, no tienen la misma validez en 2015. Más que nunca su majestad tiene conciencia de que si bien no tiene funciones específicas en el Gobierno, sí es cierto que opina, arbitra y modera. Recientemente dijo que cada tiempo político tiene sus propios retos y deben encontrarse soluciones. Estoy totalmente de acuerdo. Pues bien: la causa saharaui es un envite, y no sencillo por tantas zancadillas políticas. Un reto que le debemos a quienes fueron españoles en la provincia 53, y a sus descendientes.

Señor: arbitre, modere y opine en voz muy alta de la causa saharaui, sobre todo con el monarca alauita. Pero no solo con Mohamed VI. No reparéis en el esfuerzo de hablar donde convenga, de manera que el mundo no esté estático y vuelva los ojos hacia los campamentos saharauis. No creo que sea pedir algo sobrado. Desde enero de 1976 son inmigrantes que tienen muy presentes sus raíces, sus palmeras, sus oasis, sus dromedarios y sus anhelos en aquel Sáhara Occidental que fue la provincia 53 de España. Todos creen que el regreso será factible, a costa de lo que sea. Los tambores de guerra emiten muchas señales en su hoja de ruta.

Majestad: no se inhiba en esta causa que nos concierne de manera extraordinaria. No seamos como el avestruz buscando dónde meter la cabeza. Yo confío en la Monarquía, que es lo mismo que entregarnos a la inteligente disposición de Su Majestad. Ya no se puede dilatar más esta lamentable situación. Son múltiples las serpientes que pasan por la cara de los saharauis. Señor: busque la manera y el momento de platicar a propósito del Sáhara Occidental, y si encuentra la ocasión viaje a los campamentos saharauis. Entonces en cuando yo sabría que esta carta abierta no quedó en el buzón de los correos extraviados.

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