Diario de León
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Las fiestas de San Juan y de San Pedro que hoy conocemos, empezaron a celebrarse como tales en nuestra ciudad en 1891, al socaire de las famosas ferias propiciadas por el solsticio de verano, «una feria de San Juan el día 24 de junio en que se venden ganados de todas clases y efectos de labranza... que dura hasta el día de San Pedro...». [Madoz, Diccionario , 1847, pg. 170]. Ante la grave crisis sanitaria provocada por el coronavirus, en esta edición de 2020 dichas fiestas han sido suspendidas, una decisión tan razonable como esperada.

El 10 de junio del citado año 1891, impulsada por el vecindario de León, se formaba y reunía una Comisión de Festejos en el despacho de la alcaldía. Designados sus miembros por el comercio, la industria, sociedades recreativas y prensa local, bajo la presidencia honoraria del alcalde de León, a la sazón, Restituto Ramos Uriarte, quedó constituida así: presidente efectivo, Lisandro Alonso Ibáñez; vicepresidente, Fernando Martín Rebolledo; tesorero, José Severino Rodríguez Añino; contador, Cipriano Puente; vocales, Gabriel Fernández Balbuena y Pedro Díez Feo; secretario, Paulino P. Monteserín; y vicesecretario, Emilio Tejedor.

Esta comisión, con la tutela del Ayuntamiento de León y la colaboración de la Excma. Diputación Provincial, el Ilmo. Sr. Obispo, autoridades, senadores, y diputados de la provincia, confeccionó el programa de aquellas primeras fiestas de 1891, celebradas durante los días 23, 24 y 25 de junio, con la finalidad de procurar «toda clases de distracciones», lo mismo a íncolas que a forasteros. Las arcas municipales aportaron al efecto la cantidad de 750 pesetas. Y éstos fueron los actos:

El día 23, a los doce de la mañana, «la banda de música de la población y las dulzainas del país», anunciaron el principio de las fiestas con la interpretación de escogidas piezas, sobre todo pasodobles, disparándose un buen número de bombas y voladores. A las cinco de la tarde, en el frondoso paseo de San Francisco, hubo carrera de velocípedos, «con extraordinarios premios en metálico, objetos de arte y cintas», amenizando el acto la banda de música del Hospicio Provincial, «y se elevarán globos y fuegos de artificio». Las cintas, confeccionadas en seda, contenían bonitos bordados o delicadas pinturas que representaban, entre otros asuntos, escudos heráldicos, paisajes o ramilletes de flores. Luego, en la plaza Mayor, se celebró una sesión de fuegos artificiales a cargo de los Sres. Hijos de Alonso, de Palencia, acreditados pirotécnicos de la Casa Real. Y allí mismo, después, se realizó una animada velada musical y la suelta de globos multicolores.

La festividad de San Juan Bautista comenzó con la interpretación de alegres dianas. A las once de la mañana, en la Casa Consistorial, se entregaron los premios destinados a los educandos de ambos sexos de las escuelas municipales que más se habían distinguido en los exámenes del curso. Asistieron al emotivo acto la corporación municipal y el prelado legionense, donantes de los citados premios, así como el gobernador civil de la provincia. A renglón seguido, en la plaza de San Marcelo, la banda de música del Hospicio ofreció un concierto, previo a la realización de los juegos de cucañas, dotados «con premios en metálico y efectos».

A las cinco de la tarde, en la carretera del Espolón, hubo carreras de caballos. Después, a las ocho y media, verbena en el Jardín de San Francisco, «que lucirá una sorprendente iluminación», con las actuaciones de la referida banda de música y el Orfeón Leonés. Y en el Casino, el Recreo Industrial, y el Liceo, «bailes extraordinarios en obsequio de los forasteros».

El día 25 sonaron dianas como en el día anterior. A las doce de la mañana, de acuerdo con la convocatoria establecida, en la plaza Mayor se entregaron los premios a los ganaderos. Como simple curiosidad anotamos a continuación los respectivos galardones. El primer premio al mejor potro en propiedad, dotado con 70 pesetas, fue a parar a manos de Enrique García, vecino de Villamañán; el segundo, con 40 pesetas, a Clemente Canseco, de Villomar. Otro primer premio, dotado con 80 pesetas, se adjudicó al caballo semental propiedad de Gregorio Robles, vecino de La Pola de Gordón; asimismo, un tercer primer premio, dotado con 60 pesetas, se concedió a una pareja de bueyes de trabajo propiedad de Pantaleón Robles, de León. Todos ellos recibieron los correspondientes «diplomas de mérito», reconocimiento éste con los que fueron galardonados también los potros propiedad de Saturnino Bardón y José Severino R. Añino, vecinos de León; una pareja de bueyes de trabajo, de Manuel Santos, vecino de Grulleros y los lotes de vacas lecheras propiedad de Pantaleón Robles y Tadeo Castaño. Miguel García, vecino de León, recibió otro de los mencionados diplomas por presentar una yegua de vientre. Actuó también la Banda de Música del Hospicio.

A las cinco de la tarde se celebró la segunda carrera de velocípedos, con actuación de la citada Banda de Música, y a las nueve de la noche, en la plaza de San Marcelo, segunda función de fuegos artificiales, dirigida por el aplaudido pirotécnico de Valderas, Eulogio Rodríguez. En este caso, además de la suelta de globos de colores, se llevó a cabo otra velada musical a cargo de la mencionada banda de música local.

Para facilitar el desplazamiento en dichos días a nuestra ciudad, se solicitó «al Director de los Caminos de Hierro del Norte de España, la rebaja de precios en los billetes de viajeros, desde las estaciones de Palencia, Gijón y Villafranca del Bierzo». En el Café Victoria y en el Café Iris, ambos establecimientos ubicados en la calle Ancha, aquellas noches la concurrencia de clientes fue numerosa.

Como es evidente, la modestia presidió cada uno de los actos programados. Aún así, el primer paso se había dado. Por aquellos días, la prensa matritense anunciaba el nombramiento de Cayo Balbuena López, D. Cayo, el de la levita, como alcalde de León. Tomó posesión del cargo el 1 de julio de aquel 1891. Renunció a finales de 1892. Indudablemente, eran otros tiempos.

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