Diario de León

Francisco, «peregrino de la paz» en el Congo

Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo, sacerdote y sociólogo
León

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Conocí y me familiaricé con el Congo cuando un misionero burgalés vino del Zaire, así es como se llamó el Congo de 1971 a 1997, a estudiar sociología a Roma. Allí coincidimos en las clases y en las preocupaciones sociales de aquellos tiempos. Él me hablaba con pasión de aquel para mi lejano y desconocido país; de su gran riqueza humana: ya en la década de los 70 del siglo pasado Zaire (el Congo) contaba con 20 millones de habitantes y con una explosión demográfica que le ha llevado a alcanzar en 2022 los 97 millones de habitantes. Me hablaba de su gran religiosidad: el 95,9% son cristianos, el 1,8 ateos, el 1,5 pertenecen al Islam y el resto practica el animismo; de sus muchas riquezas materiales: oro, cobre, diamantes, coltán, petróleo y, según los expertos, dos tercios del cobalto del planeta. Con estas materias primas, el Congo podría ser uno de los países más ricos del mundo, pero la realidad es que se encuentra en el puesto 176 del total de 187 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Pero también me hablaba de sus miserias: luchas tribales, pobreza, abandono infantil: se calcula que 40.000 niños mueren al año en la minas de coltán, cobalto y cobre. En la actualidad, la situación se ha agravado. La República Democrática del Congo lleva 20 años en luchas internas en medio de una crisis humanitaria y de derechos humanos. La tasa de pobreza es superior al 80% y la esperanza de vida es de 58 años.

A este país envuelto en esta crisis global es al que ha viajado el Papa Francisco en silla de ruedas, pero con una vitalidad renovada. A su llegada, Francisco recibió una entusiasta bienvenida de decenas de miles de congoleños, muchos de ellos jóvenes, mientras conducía desde el aeropuerto hasta el palacio presidencial en Kinshasa. Su recibimiento fue apoteósico. Los residentes congoleños se alinearon en las calles y se subieron a los tejados; vitorearon, bailaron y ondearon banderas y pancartas para dar la bienvenida a este «peregrino de la paz» que esperan pueda ayudar de alguna manera a lograr el «milagro de la paz» en su patria devastada por el conflicto y la explotación.

En su primer discurso a su llegada a Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, consiguió los primeros aplausos cuando llamó a los países y a las corporaciones multinacionales a detener la explotación económica de este país y del continente africano y dijo entre aplausos entusiastas: «¡Fuera las manos de la República Democrática del Congo! ¡Manos fuera de África! Dejad de asfixiar a África: no es una mina para despojar ni un terreno para saquear». El Papa pronunció su discurso de apertura ante una audiencia de 1.000 personas en representación de las autoridades civiles, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el palacio presidencial. Anteriormente, el presidente Felix Tshisekedi, con quien mantuvo una conversación privada, le había dado una bienvenida de estado. En su discurso de bienvenida, el Sr. Tshisekedi le dijo a Francisco que el pueblo congoleño celebraba su llegada entre ellos. Dijo que aunque el estado era un estado laico, la gente era profundamente religiosa. Dijo que deseaba llamar la atención del Papa sobre tres cosas. Primero, la terrible violencia y matanza que ha causado la muerte de 10 millones de personas en el oriente del país y los intentos de fragmentar el país, para dañar su «integridad territorial». Luego habló sobre la necesidad de superar la pobreza generalizada en este país rico en minerales y de fortalecer los sistemas nacionales de salud y educación, y agradeció a la Iglesia Católica por su gran contribución a esos sistemas. Finalmente, enfatizó la necesidad de proteger el medio ambiente y agradeció al Papa Francisco por honrarlos con su visita y su continua atención a su difícil situación.

En respuesta al presidente, el Papa Francisco señaló que la República Democrática del Congo es una «tierra hermosa, vasta y frondosa» . «Sin embargo», dijo, «si la geografía de este pulmón verde es tan rica y variada, su historia no ha sido bendecida de manera comparable». El país ha sido «desgarrado por la guerra» en las últimas décadas que dejó millones de muertos. Además, dijo, el país «sigue siendo testigo dentro de sus límites de conflictos y migraciones forzadas y sufriendo terribles formas de explotación, indignas de la humanidad y de la creación». Dijo a los congoleños que había venido «en el nombre de Jesús, como peregrino de la reconciliación y la paz». El Papa Francisco siguió diciendo: «Es una tragedia que estas tierras, y más en general todo el continente africano, sigan sufriendo diversas formas de explotación. «No podemos acostumbrarnos al derramamiento de sangre que ha marcado a este país durante décadas, causando millones de muertes que en su mayoría siguen siendo desconocidas en otros lugares». «Lo que está sucediendo aquí debe saberse». Agradeció «a los países y las organizaciones que están brindando una ayuda sustancial» a la población local y a los proyectos de desarrollo que están «ayudando a combatir la pobreza y la enfermedad, apoyando el estado de derecho y promoviendo el respeto por los derechos humanos». Pidió el fin del «tribalismo y la hostilidad» en el país donde hay 200 grupos étnicos. Recordó a este pueblo predominantemente cristiano que Dios, «el Padre celestial, quiere que nos aceptemos unos a otros como hermanos y hermanas de una sola familia, y que trabajemos juntos por un futuro con los demás, no contra los demás». En otra parte importante de su discurso, Francisco hizo una llamada al buen gobierno y la eliminación de la corrupción.

La República Democrática del Congo tendrá elecciones en 2024, y Francisco pidió «elecciones libres, transparentes y creíbles» y abogó por «que se permita una mayor participación en los procesos de paz a las mujeres, a los jóvenes y a los grupos socialmente marginados». También llamó a fortalecer «la presencia del Estado en cada parte del territorio», e hizo una llamada a las autoridades para que atiendan a los numerosos refugiados y desplazados (más de cinco millones). El Papa Francisco comparó al país con «un diamante de la creación», y buscó alentar a los congoleños diciéndoles que «todos ustedes» son «infinitamente más preciosos» que cualquier tesoro encontrado en esta tierra. Refiriéndose a los jóvenes, Francisco dijo que «los diamantes más preciosos de esta tierra son los hijos e hijas de esta nación» (un tercio de la población tiene menos de 15 años) y necesitan tener acceso a la educación para que pueden «brillar intensamente». Lamentó que «muchos niños no reciben educación» y en cambio «son explotados» y «muchos de ellos mueren sometidos a trabajos serviles en las minas». Dijo: «No se deben escatimar esfuerzos para denunciar y finalmente acabar con el flagelo del trabajo infantil». Concluyó diciendo: «Estoy con ustedes y acompaño con mi oración y cercanía cada esfuerzo realizado para lograr un futuro de paz, armonía y prosperidad para este gran país. ¡Dios bendiga a toda la nación congoleña!».

Cuando el Papa terminó de hablar, le aplaudieron calurosamente y muchas mujeres ulularon a la manera tradicional africana.

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