Diario de León

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TRIBUNA / Frente a la indecente precariedad, trabajo decente

Precariedad laboral son vidas truncadas, vulnerables y violentadas; de personas explotadas y abusadas por contratos temporales y eventuales

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FRANCISCO JAVIER REDONDO / Delegado Episcopal de Pastoral Social de la Diócesis de Astorga
León

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Con motivo de la celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (día 7 de octubre), y con el fin de hacer más visible la indecente precariedad que sufre el mundo del trabajo, desde esta Delegación de Pastoral Social de la Diócesis de Astorga, pedimos a todos los agentes que participan en la organización política, económica y social del trabajo, que adopten las medidas necesarias para conseguir que el Trabajo Decente sea una realidad accesible para todas las personas. 

En junio se celebró el centenario de la Organización Internacional del Trabajo en el marco de su 108ª Conferencia, donde se constató la necesidad de orientar todos los esfuerzos a asegurar una transición justa a un futuro del trabajo que contribuya al desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental. La apuesta común fue la de aprovechar todo el potencial del progreso tecnológico y el crecimiento de la productividad para lograr trabajo decente y desarrollo sostenible, con objeto de asegurar la dignidad, la realización personal y una distribución equitativa de los beneficios para todos. 

 En torno a este 7 de octubre nos preguntamos: ¿En qué se ha transformado hoy la dignidad del trabajo? ¿Qué precariedad laboral es la que sufrimos? Cuando hablamos de precariedad laboral lo hacemos de vidas truncadas, vulnerables y violentadas; de personas explotadas y abusadas por contratos temporales y eventuales, con sueldos que no concuerdan con las horas realizadas, sin seguridad en el puesto de trabajo y sujetos a una flexibilidad que acaba quebrando la dimensión personal de las personas trabajadoras al imposibilitar una verdadera conciliación entre trabajo, familia, descanso, participación social y ocio. Seguimos constatando cómo el trabajo está lejos de ser un derecho que garantice la dignidad de la persona, mientras sigue aumentado el número de trabajadores y trabajadoras pobres. 

Como Iglesia encarnada en la realidad del trabajo, queremos ser buena noticia en nuestras casas y barrios, lugares de trabajo y centros de estudios y volver a recordar que «la política económica debe estar siempre al servicio del trabajo digno». En palabras del papa Francisco «cuando la sociedad está organizada de tal modo, que no todos tienen la posibilidad de trabajar, de estar unidos por la dignidad del trabajo, esa sociedad no va bien: ¡no es justa! Va contra el mismo Dios, que ha querido que nuestra dignidad comience desde aquí. La dignidad no nos la da el poder, el dinero, la cultura, ¡no! ¡La dignidad nos la da el trabajo!». Y un trabajo que sea realmente digno, porque hoy «tantos sistemas sociales, políticos y económicos han hecho una elección que significa explotar a la persona».

Sensibles a esta realidad, conscientes de la importancia de establecer puentes y mirando al mundo desde las periferias en las que estamos presentes, en esta Jornada Mundial reivindicamos que todos los poderes públicos se comprometan de forma activa en la construcción de un sistema económico, social y laboral justo, fraterno y sostenible que sitúe a la persona en el centro; que el trabajo sea garante de dignidad y justicia, así como del desarrollo integral de la persona, de sus capacidades, dones y vocación, empezando por las personas más descartadas y excluidas. Urgimos a tomar medidas para que el trabajo sea fuente de reconocimiento social y personal, a través de la dignificación de los cuidados, con nuevos planteamientos de políticas sociales, de género y educativas en igualdad entre mujeres y hombres, sin olvidar el derecho a una conciliación real de la vida familiar y laboral. Proclamamos que el trabajo es para la vida, por lo que es imprescindible que se realice en un entorno de seguridad y salud, con condiciones que garanticen la integridad física y psíquica de la persona. 

Como Iglesia viva insertada en el mundo donde bulle la vida, acompañamos esta dura realidad social y sus efectos deshumanizadores. Estamos llamados por ello a estar alerta para denunciar la denigración que está sufriendo la persona y el trabajo. 

En esta Jornada que coincide con el inicio del Sínodo especial para la Amazonía, compartimos con todos los convocados a esa esperanzadora cita tanto los retos que nos lanza el cuidado de la Casa Común como las inquietudes ante el deterioro medioambiental y las violaciones de derechos humanos que conlleva para las comunidades más vulnerables. La defensa de la Creación nos involucra directamente en la defensa de unas condiciones laborales dignas para quienes se ven sometidos, bajo escandalosas condiciones de explotación, a prácticas productivas insostenibles con la dignidad humana y el equilibrio medioambiental. 

Desde esta Delegación unimos nuestras fuerzas y compromisos como gesto profético, e invitamos a toda la Iglesia, a las comunidades, movimientos sociales y personas de buena voluntad a celebrar y reivindicar juntos esta jornada.

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