El gallo de pluma se ve amenazado por la ley
La tradicional Feria del Gallo de Pluma inaugurada ayer en La Vecilla vive este fin de semana su edición más triste. No por la melancólica narración de la periodista y escritora Ángeles Caso sobre la magia y el misterio de los gallos del Curueño y las inquietudes literarias que despertaron en irrepetibles personajes como Miguel Delibes o Camilo José Cela, sino por la amenaza que se cierne sobre todo aquello que fascinó a esas dos figuras universales de las letras, pescador inveterado uno de ellos.
La Ley de Pesca, contra la que ayer se habían recogido ya diez mil firmas, amenaza la pesca tradicional y toda la actividad en torno a ella que es santo y seña de los municipios del Curueño que viven de, por y para los recursos naturales y turísticos. La imposición general de la pesca sin muerte que prevé el texto, una convicción personal que en los últimos años ha convivido sin problemas con la tradicional, mermaría los atractivos de la actividad, pero sobre todo supondría una mazazo para los criadores de gallos y los montadores de mosca, una actividad datada ya en 1624, en el primer caso, y que en el segundo supone la venta de más de cien mil unidades al año.
En el debate entre la conservación del medio y la especie y la actividad como recurso turístico y económico de la comarca, al menos de ésta en concreto, tiene que haber un punto de equilibrio en el que quepan los intereses de ambas partes y no se cargue sólo sobre una de ellas el peso de una decisión que puede acabar causando un daño irreparable.