Diario de León

Hans Küng, el célebre y controvertido teólogo

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El 6 de abril, el sacerdote católico Hans Küng, reconocido erudito y prolífico escritor, murió en su casa de Tubinga, Alemania, a la edad de 93 años. Küng fue ordenado sacerdote en 1954 en Roma, después de siete años estudiando filosofía y teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Completó otros tres años de estudio para su doctorado en la Sorbona y en el Instituto Católico de París, donde defendió su tesis doctoral sobre la «Justificación».

Küng, célebre, controvertido,  sacerdote, teólogo y profesor suizo, vivió, enseñó y dio conferencias durante más de 40 años en Alemania y en otros muchos lugares. Con frecuencia llevó a cabo diálogos públicos con representantes académicos del budismo, el hinduismo, el islam y el judaísmo. También se reunió con el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, mientras buscaba una ética global como un camino hacia la paz internacional en el siglo XXI. Las razones de su popularidad han sido sus dotes de claridad, erudición, honestidad, audacia. Dijo y escribió lo que pensaba que debía decir en su lucha implacable por la libertad intelectual y su apasionada búsqueda de la verdad.

En su libro más popular,   Ser Cristiano,  (Ediciones Cristiandad, Madrid 1977), traducido a docenas de idiomas, Küng dijo que trataba de cuestiones teológicas que preocupan a cualquier persona educada. Escribo para aquellos «que creen, pero se sienten inseguros», aquellos que solían creer «pero no están satisfechos con su incredulidad» y aquellos fuera de la iglesia que no están dispuestos a abordar «las cuestiones fundamentales de la existencia humana». A menudo controvertido, Küng fue el disidente, el hereje, el apóstata, el protestante. En resumen, fue «L’enfante terrible» de la Iglesia católica allá por los años del Concilio Vaticano II, en el que desempeñó un papel importante como el experto y asesor más joven, tenía 34 años de edad, y al que pronto se unieron los dominicos  Edward Schillebeeckx  de Bélgica, Yves Congar  de Francia y los sacerdotes alemanes Ratzinger y  Karl Rahner, entre otros.

Su libro de 1971 sobre la infalibilidad del Papa, causó un gran revuelo en todo el mundo católico, al desafiar la declaración  de infalibilidad papal  promulgada en 1870 en el Primer Concilio Vaticano. El libro apareció sólo tres años después de que el Vaticano le pidiera que respondiera a los cargos presentados contra su volumen anterior,   La Iglesia .  Pero Küng se mantuvo firme. No se retractó. También criticó la ley del  celibato, defendiendo un clero casado y un diaconado, abierto tanto a las mujeres como a los hombres. Argumentó que el celibato obligatorio era la razón principal de la escasez de sacerdotes, y acusó a la jerarquía de preferir negar a los fieles una celebración de la Eucaristía en aras de mantener el celibato obligatorio.

Las razones de su popularidad han sido sus dotes de claridad, erudición, honestidad, audacia. Dijo y escribió lo que pensaba que debía decir en su lucha implacable por la libertad intelectual y su apasionada búsqueda de la verdad

Incluso tuvo el atrevimiento de criticar el primer año del pontificado de Juan Pablo II. En un ensayo que apareció en ocho artículos en toda Europa, América y Australia, Küng cuestionó si el nuevo Papa estaba abierto al mundo, era un líder espiritual, un verdadero pastor, un compañero obispo, un mediador ecuménico o incluso un verdadero cristiano. Ante las críticas recibidas por parte de la jerarquía eclesiástica, Küng se defendió diciendo que sus críticas nacían del «compromiso leal» con la iglesia y defendió que «el Papa tiene derecho a una respuesta de su propia iglesia en solidaridad crítica».

El 18 de diciembre de 1979, el Vaticano le revocó la licencia para enseñar como teólogo católico en la Universidad de Tubinga, donde había estado desde 1960. Apartado de la Escuela Católica, pasó a enseñar en el Instituto Secular de Investigación Ecuménica de una universidad estatal. También siguió siendo sacerdote, lo que molestó a aquellos que buscaban su excomunión. A pesar de su enfrentamiento con la jerarquía, Roma reconoció su devoción de toda la vida a la Iglesia y permitió que Küng predicara y publicara hasta que la enfermedad se lo impidió en 2013.

Para sorpresa de muchos, Küng solicitó una reunión con Ratzinger poco después de que Ratzinger fuera elegido Papa en abril de 2005. Los dos habían coincidido en la universidad de Tubinga y habían mantenido una relación cordial durante muchos años. Ratzinger, ahora papa Benedicto XVI, aceptó rápidamente reunirse con Küng. Un comunicado emitido por el Vaticano dos días después de la reunión expresaba que la  reunión había sido amistosa  y que Benedicto XVI reconocía los esfuerzos de Küng para construir un código de ética global que consagrara los valores comunes entre las religiones, reconocidos también por los líderes seculares. Después de muchos años de tensas relaciones con el Vaticano, Küng vio en este encuentro un signo de apertura e incluso un presagio de esperanza para aquellos que compartían su visión crítica de la iglesia y lo que él había llamado su «proceso inquisitorial» contra él y contra otros disidentes.

La búsqueda de la verdad fue la tarea elegida por Küng en su vida docente e investigadora. «Tengo una curiosidad intelectual infinita», decía. «Nunca estoy satisfecho. Siempre debo saber más sobre todo para poder detectar cuáles son los problemas. No tengo muchos prejuicios antes de empezar, ya que no temo el resultado.

La oportunidad de reflexionar sobre Dios le dio a Küng una enorme satisfacción, como él mismo dice en  su obra  Mi lucha por  la  libertad,  el primer volumen de sus memorias. De hecho, Küng sostuvo durante mucho tiempo que la firmeza en la propia fe y la capacidad de diálogo con los de otras religiones son virtudes necesarias. Acorde con este pensamiento, Küng escribió sobre el cristianismo, el judaísmo, el islam y las religiones chinas. En el curso de su investigación, se reunió con frecuencia con líderes religiosos en Asia, África y Oriente Medio. De las reuniones mantenidas con distintos líderes religiosos, dijo que, a pesar de las diferencias dogmáticas entre las religiones, había características comunes decisivas en la ética que podrían ser la base de una ética global.

Para terminar esta semblanza, solamente añadir que Küng fue un hombre de fe y como dijo el erudito bíblico estadounidende David Noel Freedman «la profunda fe de Küng se debe a su educación católica suiza muy tradicional y a la profunda fe de sus padres».

Que Dios premie todo su buen hacer.

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