Diario de León
Publicado por
Luis-Ángel Alonso Saravia, licenciado en Psicología
León

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Hay situaciones familiares en las que, ante la ausencia de los padres, el hermano mayor es quien toma las riendas de la casa, no sin enfrentamientos, a veces, con alguno de sus hermanos, circunstancia que podría extrapolarse al ámbito político y ser aplicado, en particular, a lo ocurrido recientemente entre los líderes y ‘hermanos políticos’ del PP, Pablo Casado, y de Vox, Santiago Abascal, con motivo de la inoportuna e inútil moción de censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez, aunque, según analistas políticos de diverso pelaje, el objeto de la surrealista moción de censura era su propio ‘hermano’.

En la referida moción de censura, Pablo Casado se ha comportado con Santiago Abascal de la misma manera que lo haría el hermano mayor con su hermano menor ante ciertas conductas impropias e irresponsables cometidas por éste último, y que, por ello, dejaban en muy mal lugar a la familia. Pablo Casado se mostró, sin medias tintas, con la firmeza que determinadas situaciones requieren a fin de corregir actitudes inmaduras, y en consecuencia infantiles, recriminar pataletas e imponer orden dentro de la familia.

Pedro Sánchez, en una acera de la calle, y Santiago Abascal, en la otra acera de la misma calle, liderando cada uno a sus respectivas bandas de gamberros callejeros, estaban convirtiendo en intransitable la vía pública. Su enfrentamiento, muy criticado por algunos de sus vecinos, empezaba a parecerse al protagonizado en tiempos pasados por muchos de sus abuelos. Algo había que hacer para cortar tan incivilizada situación. Pablo Casado, valiente e inteligente, situándose en el centro de la calle y arriesgándose a convertirse en blanco de los unos y de los otros, con su mejor arma política, la palabra, desarticuló ambos comandos guerracivilistas, dejando en ridículo a sus cabecillas ante la admiración de vecinos y transeúntes. La calle, en su diversidad de edificios y residentes, es una y es de todos. Sobran quienes juegan a napoleones y don-pelayos, dedicándose con su actitud a molestar a sus conciudadanos. La calle no ha de quedar a merced de los vándalos, ni siquiera de sus vecinos, al margen del resto de la población y de la potestad municipal que ha de mantener el orden y la convivencia conforme a unas ordenanzas y demás normas establecidas democráticamente.

No podemos estar de acuerdo con quienes, otrora declarados socialdemócratas y liberales, hoy huérfanos políticos, jalean desde las ventanas de sus casas a cuantos situados marcialmente en las aceras se dedican a romper la paz del vecindario y a escupirse los unos a los otros. Como tampoco lo estamos con aquellos que reprochan a Casado, desde una equivocada interpretación freudiana, haber matado al hermano y calificarle de cainita, cuando, según esa misma teoría, quien quería matar al hermano, suplantar al padre y «romper a codazos el libro de familia» (J. Cacho) era precisamente Abascal.

Con la salida de la presidencia del PP, primero de José María Aznar y después de Mariano Rajoy, sería Pablo Casado, ‘hijo político’ de ambos, quien se haría en julio de 2018 con la primogenitura del partido, convirtiéndose de este modo en candidato a la presidencia del gobierno de España. Antes, Santiago Abascal, también ‘hijo político’ de aquellos, abandonada la militancia del PP como protesta por la decisión del gobierno de Rajoy de excarcelar al etarra Bolinaga, carcelero de José Antonio Ortega Lara, decidió fundar en 2013 un nuevo partido político, Vox, en el que asumiría la presidencia en septiembre de 2014, contando, en señal de disconformidad con la línea política emprendida por Rajoy, con la simpatía y parabienes personales de Aznar, quien durante un tiempo se dedicó a alimentar a la fiera, pero volviéndose a poner la chaqueta del PP cuando Pablo Casado es nombrado presidente del partido.

En su brillante intervención, Pablo Casado dejó claro su «no a la polarización», su «no a la España a garrotazos de trinchera, ira y miedo» y su respeto a los votantes de Vox que «no merecen pasar por radicales o extremistas, porque no lo son, ni merecen ser utilizados para salirse de la agenda que España necesita». Nunca será tarde para que vuelvan a la casa paterna admitiendo la autoridad del hermano mayor y olvidando su equivocada nostalgia. Leer la parábola bíblica del ‘hijo pródigo’, sería recomendable para aquellos simpatizantes despistados, votantes descarriados y dudosos predicadores que con pluma y micrófono se empeñan en seguir fomentando un avieso fratricidio, propio de quienes no quieren la consolidación de Pablo Casado como líder del PP, quien con su discurso censuró, a la vez, a dos incompetentes, dos nostálgicos de un pasado bastante lejano el de uno y algo más cercano el del otro.

En un artículo publicado hace unos meses en esta misma tribuna, bajo el título El expreso de medianoche, indicábamos que «a Pablo Casado, como a Billy, solo le queda una alternativa: coger el expreso de medianoche», o sea, no hacer seguidismo de quienes irracionalmente dan vueltas alrededor de la roca del populismo, del frentismo y del guerracivilismo. No ser parte del problema y si de la solución, pues «si el actor elige mal el personaje, o intenta hacer cosas que no sabe hacer, muy probablemente se la pegará. Eso es lo que le ha pasado a Abascal… que demostró ser más débil, más frágil y más quebradizo de lo que siempre ha aparentado… Uno puede volver a ponerse en pie después de un error, pero no después de hacer el ridículo de esta manera» (L. Algorri).

Se lo recordó su hermano mayor cuando le dijo: «Señor Abascal, en política, lo que no es posible es falso». Mis abuelos que eran cedistas no perdonarían que fuéramos guerracivilistas. ‘A buen entendedor pocas palabras’.

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