Diario de León

Cuarto creciente

El honor del teniente Astete

Ponferrada

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Toda la obra de Valle-Inclán es un acto de sabotaje. La frase no es mía. Mucho antes de que a mí se me pasara por la cabeza definir así al esperpento, el crítico teatral Summer M. Greenfield (no me lo invento) resumía de esta forma la dramaturgia de don Ramón; manco genial, gafa redonda y extravagante, barba increíble y sombrero de fieltro para protegerse de los fríos del invierno y de las malas ideas que levitan en el aire cuando se hiela el agua de las fuentes.

Toda la obra de Valle-Inclán es un acto de sabotaje; contra la literatura tradicional y contra las estructuras sociales y políticas que la sostienen, opinaba en El Cultural otro crítico, Javier Villán, cuando hablaba de Los cuernos de don Friolera, una de las tres piezas que el autor gallego incluyó en su trilogía Martes de Carnaval. El esperpento como «desafío estético y subversivo», como «género que escapa a los encasillamientos», resaltaba Villán. O como bien decía Max Estrella, el personaje universal de Luces de Bohemia, el reflejo del héroe tradicional en los espejos cóncavos del madrileño callejón del Gato, que todo lo deforman.

Los cuernos de don Friolera, hay que recordarlo, cuenta la sátira del teniente Astete, apodado don Friolera, y de su esposa infiel, doña Loreta, que le engaña con el barbero Pachequín. El teniente Astete, por su puesto, tratará de lavar su honor con un doble crimen, porque es preferible el asesinato a los cuernos.

España casposa. El viejo machismo ibérico «bajo el cristal del esperpento», escriben desde el Teatro Bergidum para presentar a los espectadores de Ponferrada la pieza que el 1 de febrero abre la programación del abono de invierno.

Los cuernos de don Friolera estuvo prohibida durante el franquismo. Una dictadura militar como la que nos gobernó a lo largo de cuarenta años de oscuridad no podía permitir que una crítica tan demoledora contra el Ejército se representara sobre los escenarios. Pero la obra es más que eso. Es un reflejo distorsionado de una España que se resiste a desaparecer. La que desconfía de la Ley contra la Violencia de Género, la que opina que es el hombre y no la mujer el está desprotegido, y prefiere difuminar los crímenes del machismo como si fueran un asunto doméstico. Menudo esperpento.

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