Diario de León

Inmunidad natural e inmunidad adquirida

León

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En la naturaleza, hay distintos agentes infecciosos, virus y bacterias, que causan enfermedades, a determinadas especies animales. Cuando un agente infeccioso afecta a gran parte de una población animal, provocando más del 10% de fallecimientos, la enfermedad se considera una epidemia.

Los individuos de una determinada especie, con gran variabilidad genética, ante una enfermedad provocada por un agente infeccioso, se pueden dividir en tres grupos:

1º) Los que son muy sensibles y no tienen capacidad para combatir al agente infeccioso y si no disponen de un medicamento adecuado, mueren.

2º) Los que siendo sensibles, tienen capacidad para crear los anticuerpos con los que eliminar al agente infeccioso.

3º) Los que genéticamente son inmunes a esa enfermedad.

Los porcentajes de cada grupo son muy variables, aunque en el caso de algunas epidemias, de las que se disponen datos ¿fiables?, el grupo de los genéticamente inmunes, puede representar más o menos el 30% de las poblaciones.

Lo lógico para saber en que momento se encuentra la población inmunizada, es hacer test de anticuerpos, pues los generados por los pacientes que han superado la enfermedad, según la OMS, pueden durar toda la vida; los PCR, sólo indican el estado del momento en que se hacen, es como el termómetro que nos indica si tenemos fiebre o no

Según el censo de población de 2020, en España había 47.394.223 habitantes, de los cuales 16.666.847, (el 35%), de la población, tenían menos de 30 años y 35.545.667 (el 65%), de la población, tenían más de 30 años. Suponiendo que el 30% de la población es genéticamente inmune, la inmunidad de rebaño se conseguiría cuando la suma de los vacunados del grupo 1º y los del grupo 2º, que han superado la enfermedad, sea una cifra próxima al 50% y si se consigue el 70%, puede considerarse que la enfermedad ha sido erradicada, como es el caso de la viruela.

Según el informe del Ministerio de Sanidad fechado el 20 de julio de 2021, el número de personas con pauta completa registrada alcanza la cifra de las 24.344.008 personas vacunadas. es decir, más de 24 millones de personas ya tienen todas las dosis de la vacuna de coronavirus administradas, el 50,7% de la población, pero se han inyectado indiscriminadamente, por lo que el 30% de las dosis, no sólo se han desperdiciado, es posible que algunos tengan efectos secundarios, que les pueden afectar gravemente.

Si tenemos en cuenta que las 24.344.008 personas vacunadas, y suponiendo que la inmunidad, es del 90%, (según las fichas técnicas es superior) las personas libres de contagio son 21.900.000 y suponiendo también que las que han recibido una sola dosis, no están inmunizadas, se constata que la población de mayores de 30 años, inmunizada, representa el 61,6%. ¿A este rebaño de borregos/as, ya le tienen inmunizado?

De los 27.286 casos detectados, 3.363 en menores de 30 años, (el 12,3%) y 23,923, casos detectados en mayores de 30 años, (el 87,7%).

Estos datos, junto a la política de ¿vacunación?, nos demuestran que nos están mintiendo de forma continua, sistemática y descarada, pues para hacernos una idea de lo que está pasando, necesitamos saber, cuantos nuevos contagios proceden de personas que han recibido la seudovacuna, pues según publicó Ana Gaitero en el Diario de León, el día 14/07/2021, en León el 54% de las personas hospitalizadas, tenían la pauta completa y el 17% habían recibido una dosis, (total el 71%), por lo tanto, los positivos de los no inyectados no llegan al 30%.

Si los jóvenes no están inyectados con una falsa vacuna, ¿por qué se les culpa de los contagios?, si entre los hospitalizados, apenas hay jóvenes, pero sí los hay, procedentes de las residencias de la tercera edad, donde no creo que haya ocio nocturno, ¿por qué esa obsesión por arruinar a este sector y a los hosteleros?

Lo lógico, lo inteligente, (a los políticos les falta), para saber en que momento se encuentra la población inmunizada, es hacer test de anticuerpos, pues los generados por los pacientes que han superado la enfermedad, según la OMS, pueden durar toda la vida; los PCR, sólo indican el estado del momento en que se hacen, es como el termómetro que nos indica si tenemos fiebre o no, podemos no tener fiebre a las dos de la tarde y tenerla a las dos de la tarde del día siguiente.

¿Por qué motivo se descartó el tratamiento con anticuerpos, obtenidos de personas que habían superado la enfermedad? ¿Por qué no se ha buscado desarrollar medicamentos a partir de los principios antivirales de las plantas medicinales o de los hongos?

Es mundialmente conocido que la penicilina se descubrió, como otras muchas cosas, por un descuido de Alexander Fleming; hasta ese momento los médicos, en muchos casos, recetaban distintas infusiones de plantas medicinales que se preparaban en las boticas, (no había farmacias), por cierto los boticarios eran los que más botánica estudiaban y sabían. ¿Los farmacéuticos ya no saben botánica? ¿Son los ingenieros de montes, los agrónomos y los biólogos, los que la estudian?

Algunas personas mayores, todavía conocemos las propiedades antivirales de algunas plantas de las familias: labiadas y rosáceas, con las que se preparan jarabes eficaces, para combatir la gripe y el coronavirus es un virus gripal.

¿Qué se sabe de los efectos secundarios? A los más de 20, de corto plazo que se describen en las fichas técnicas de cada medicamento, hay que añadir los trombos y el síndrome de Bell, el problema es que se desconocen los que aparecerán a medio y largo plazo, lo que me permite recordar a los políticos y sanitarios, la Talidomida. Copio: «La talidomida era un sedante que comenzó a venderse a partir de 1957 y que se administraba como complemento inocuo para tratar las náuseas, la ansiedad, el insomnio y los vómitos matutinos de las embarazadas, pero que causó graves malformaciones en los fetos.

El fármaco se empezó a vender masivamente y se distribuyó como «absolutamente seguro y carente de todo riesgo bajo decenas de nombres comerciales», (las supuestas vacunas, también se consideran seguras), pero meses después de ser administrado a las pacientes, comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes nacimientos de niños con graves malformaciones y ausencia de extremidades. Médicos y científicos establecieron pronto la relación entre la talidomida y esas malformaciones y comenzaron a dar la voz de alarma que, lamentablemente, «fueron desoídas», (ahora a los biólogos y médicos, que alertan del posible peligro potencial de los fármacos, los tachan, poco menos que de locos). A finales de 1961, las evidencias de los efectos teratogénicos de la talidomida eran tales que fue retirada del mercado en Alemania.

Para ese momento, miles de niños habían nacido en todo el mundo con «gravísimas malformaciones», «Eran bebés —dicen las víctimas— que de no haber sido expuestos a la toxicidad del fármaco en el seno materno hubieran nacido sanos. Muchos de ellos murieron, bien porque la talidomida les afectó gravemente al cerebro y al corazón y otros órganos internos vitales, bien porque se suicidaron con el paso de los años, por no poder sobrellevar su carga».

El caso español presenta ciertas particularidades porque el fármaco fue retirado del mercado en 1961 en Alemania, donde se originó el problema, pero, en España «siguió administrándose varios años más a pesar de su prohibición mundial».

Resumen: ante un virus letal para personas con ciertas enfermedades crónicas, las medidas adoptadas no han ido a proteger a este grupo de enfermos, por el contrario, por ignorancia o por lo que sería mucho peor, se dejaron morir como si fueran moscas y ahora, a los jóvenes, se les quiere imponer un medicamento, cuyas consecuencias son imprevisibles.

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