Diario de León

La Institución Libre de Enseñanza, olvidada

Publicado por
Julio Ferreras, educador
León

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En España, en el último tercio del siglo XIX, nació la Institución Libre de Enseñanza (conocida como la ILE), creada en 1876 por el pedagogo, filósofo y ensayista Giner de los Ríos, junto con sus amigos Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón. La ILE es, sin duda, el primer intento de modernizar la educación en España, y Giner es considerado, con toda justicia, el primer español moderno y uno de los más grandes educadores, no solo en España, sino en Europa. La aportación al mundo de la educación, tanto de Giner como de los que formaron parte del proyecto (Joaquín Costa, Federico Rubio, Bartolomé Cossío, etc.), fue muy valorada en Europa, en su momento.

Varios científicos de prestigio, como Einstein y Marie Curie, y el músico Igor Stravinski, vinieron a dar charlas en la Institución. Colaboraron también con la ILE figuras de dimensión internacional, como B. Russell, H. Bergson, Darwin, Tolstoi, y los grandes educadores John Dewey y Maria Montessori. Y entre los españoles, los grandes de las letras, como Ramón y Cajal, Unamuno, J. R. Jiménez, Azorín, G. Mistral, E. Pardo Bazán, etc. etc. El mismo Antonio Machado admiraba a Giner de los Ríos y lo llamaba «maestro».

Los planes y proyectos de la ILE se hicieron realidad en el Instituto-Escuela (I-E), creado en 1918, un proyecto piloto semejante a lo que hoy se conoce como Innovación Educativa, dependiente del entonces Ministerio de Instrucción Pública, y en el que se exponen los fines y los métodos de la Escuela, así como las relaciones con las familias y la sociedad. En ese Instituto-Escuela se hace uso de la pedagogía activa, con un aprendizaje que evita la enseñanza memorística, el libro de texto y los exámenes, y donde es esencial el contacto con la naturaleza y los agentes sociales, las visitas a museos y exposiciones.

Fue tal el éxito de la ILE y del I-E que, por aquellos años, España fue una referencia en Europa en cuanto a innovación educativa, hasta el punto de que muchas instituciones europeas miraban lo que se estaba haciendo en el citado Instituto-Escuela, lo mismo que ahora se mira a Finlandia. Otro ejemplo de las ideas renovadoras de la ILE fue la Residencia de Estudiantes, centro fundado en 1910 y que fue, hasta 1939, uno de los principales centros de modernización científica y educativa en España.

Estas Instituciones gozaron de un enorme prestigio en el mundo de la educación, tanto en nuestro país como en el extranjero. Conviene recordar lo mucho que peleó Giner para acabar con los libros de texto, las clases magistrales y los exámenes, porque para él lo primordial era educar y formar ciudadanos de una forma integral. Por eso, decía: «La Institución no pretende limitarse a instruir, sino a formar hombres útiles al servicio de la humanidad y de la patria». Y el «maestro» estaba en el centro de este proyecto; por eso, decía: «Dadme  un maestro y os abandono la organización, el local, los medios materiales…» Y Bartolomé Cossío decía del niño y del placer del aprendizaje: «No hay resultado positivo si el niño no crea e investiga por sí mismo (…) Esperad siempre a que él descubra, dejándole la iniciativa y el placer de su obra». Esto recuerda, hoy, a las metodologías más avanzadas, como el Sistema Montessori y la Escuela Waldorf.

Es, pues, lógico, que la Institución Libre de Enseñanza haya formado parte de la llamada Edad de Plata  de la cultura española, por la calidad y el protagonismo de los intelectuales, literatos y artistas de ese período. En contrapartida, en nuestro país, se han ignorado, lamentablemente, las grandes aportaciones de la ILE al mundo de la educación, como también la importancia de la educación y la escuela en el gobierno de la II República, con Marcelino Domingo (considerado, por algunos, el mejor ministro de Educación que ha tenido España), al frente del Ministerio de Instrucción Pública. Pero una guerra civil cruenta y fanática, y las persecuciones posteriores de parte de la dictadura, acabaron con todos esos grandes proyectos educativos.

Desde entonces, ninguno de los gobiernos de la democracia, ni la propia sociedad civil, han sabido valorar y reivindicar esos proyectos en su justa medida. Yo, como educador, siento el deber de hacerlo. ¿Es que no somos aún capaces de olvidar las tristes consecuencias de aquel conflicto, y sobre todo, de tratar de unirnos —todos, como españoles— en un proyecto común de respeto, de solidaridad y de progreso social? ¿No hablan muchos del «orgullo de ser españoles»? Pues el único orgullo válido es el del respeto, la comprensión, la unidad y la solidaridad.

Y para concluir, los leoneses no debemos olvidar —hablando de la ILE— la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 por Francisco Fernández-Blanco de Sierra-Pambley, y unida en todo momento a los principios de la Institución Libre de Enseñanza, pues formaron parte de dicha Fundación Gumersindo de Azcárate y Bartolomé Cossío, quienes, a su vez, participaron en la creación de la ILE. Estos tres: Fernández-Blanco, Azcárate y Cossío tuvieron una reunión en Villablino con el mismo Giner de los Ríos, la que dio origen a la Fundación Sierra-Pambley. Esto debería ser un motivo para que los leoneses conociéramos y reivindicáramos los principios de la ILE y de la Fundación leonesa, en especial, en materia educativa.

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