Diario de León
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RAMÓN IRIGOYEN
León

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COMO a la hora de gritar sólo nos superan en la Unión Europea los griegos, la asignatura Educación para la Ciudadanía ha generado por aquí aullidos de la estirpe de los que lanzaba en la costa oeste de los Estados Unidos, allá por los años sesenta, el beatnik Ginsberg. Su libro de poemas titulado Aullido llegó a hacerse muy célebre. Las organizaciones sociales contrarias a Educación para la Ciudadanía anunciaron 15.000 objeciones de conciencia. La asignatura se ha empezado a impartir en siete comunidades autónomas. 200.000 alumnos del tercer curso de secundaria ya estudian esta materia. Según las consejerías de Educación sólo se han presentado 84 objeciones de conciencia que ascienden a 356 si se contabilizan los recursos presentados por familias que no tienen hijos en este curso. La asignatura Educación para la Ciudadanía -lo mismo que una rosa es una rosa, según decía Gertrud Stein- la asignatura, digo, no es ninguna bobada sino una asignatura. La inasistencia a clase acarrea un suspenso. Ese suspenso supondría al final del ciclo quedarse sin el título de secundaria. Las organizaciones partidarias de la objeción reconocen que esta circunstancia de quedarse sin título ha podido pesar en el ánimo de los padres. Esta bronca ha sido pues el parto de los montes, del que hablaba el poeta latino Horacio: «Los montes están de parto: nacerá un ridículo ratón». Consolemos a las organizaciones que han perdido esta batalla con el fantástico latín de Horacio: «Parturient montes: nascetur ridiculus mus».

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