Diario de León
Publicado por
Antonio Papell
León

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L a fórmula de las elecciones ‘plebiscitarias’ es un ardid político que podrá servir para presionar al Estado pero en modo alguno para legitimar la independencia de Cataluña. Tal obviedad no requiere aclaración alguna, toda vez que en democracia tan importantes son los principios como los procedimientos, y es evidente que mediante unas simples elecciones regionales cuyo objeto es designar un parlamento autonómico, no será posible erigir toda una construcción autodeterminista, que como es lógico ni siquiera está contemplada en la Constitución, ya que esta se asienta, como todas las democráticas, en la proclamación de la soberanía nacional, que decide constituir un Estado.

Sea como sea, es claro que cualquier proceso electoral sirve para obtener una medida de la composición y de las preferencias políticas del cuerpo electoral. Pero en el caso del 27-S, la confección de una lista única, ‘Junts pel Si’, permitirá calibrar el apoyo de semejante opción (y de todas las demás) pero introducirá una seria distorsión política que falseará los resultados.

Mas ha conducido ciertamente el proceso soberanista hasta su estado actual, pero ¿qué autoridad tiene para reclamar la hegemonía si su carrera ha declinado llamativamente? Como es conocido, CiU obtuvo 62 diputados en las elecciones autonómicas de noviembre de 2010; 50 en las anticipadas de noviembre de 2012, y ha seguido a la baja en todas las encuestas.

Si se piensa que CiU se ha desmembrado, y ha perdido su fracción más central —la que representa Unió Democrática de Catalunya—, y si se tiene en cuenta que desde las últimas elecciones autonómicas ha estallado el caso Pujol, que ha puesto de manifiesto la podredumbre que ha impregnado la época gloriosa del expresidente, en la que Mas fue conseller de Economía y conseller en cap, se albergarán muchas dudas sobre el papel que juega CDC en esa lista unitaria, en que más bien parece que el todavía titular de la Generalitat pretende ocultarse, arropado por otras formaciones más en alza y por miembros de la sociedad civil que no tienen los estigmas que hoy muestra gran parte de la clase política catalana vinculada a la figura de Pujol.

Además, la lista en cuestión plantea todas las incógnitas prácticas que se relacionan con la gobernabilidad. Porque, como ha dicho Duran Lleida, sería bueno saber qué pasará, por ejemplo, con la enseñanza concertada si gana la lista unitaria. ¿Desaparecerá, como quieren algunas formaciones que la integran? ¿O se mantendrá como hasta ahora?

El caos ideológico no es en todo caso inocuo ni inocente. En estas condiciones, habrá que ver qué decide el electorado catalán; si se presta al dislate o si, como parece probable, da la espalda a los promotores de este gran desaguisado.

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