Diario de León
Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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«En las hábitats biológicos al igual que en las sociedades humanas conviven dos clases de individuos, los que consiguen sus recursos por medio de su esfuerzo, y los que se apropian en su provecho del esfuerzo de los otros». Conrad Lorenz (naturalista).

En el lamentable siglo de los últimos Austrias, el XVII, se hizo muy popular un servicio que ofrecían los conventos a los indigentes de la época, que consistía en una comida gratis a mediodía que llamaron «la sopa boba» En aquella España que se creía la señora del mundo, la oferta de trabajo era tan misérrima como ahora y las ganas de trabajar tan escasas como hoy día. Millones de «desempleados» de entonces se beneficiaron de ese servicio pero tal sería el fraude que provocó este modelo de justicia social que ha quedado como sinónima de holgazanería la frase de «andar a la sopa boba».

Parece inconcebible que una propuesta tan «cristiana» como aquella de la sopa boba haya vuelto a florecer en el no menos lamentable siglo XXI, ahora con la etiqueta de socialista, ¿o debo decir socialisto? La de una renta minina vita. El proyecto, bendecido por la iglesia sociocomunista, ya está en marcha y ya empiezan a revelarse los afortunados beneficiarios de tal descabellada regalia: mayores de 23 años, sin ingresos, sin vivienda en propiedad de más de 1000.000 euros y sin necesidad de presentar ningún justificante documental.

Para los cándidos feligreses del ecumenismo solidario esta propuesta les parece el archi-modelo de esa justicia social que pregonan buscar. Justificados estarían —y calladito estaría yo— si el beneficiario/a de esta renta la alcanzase solo temporalmente y a cambio del deber inexcusable de aceptar la primera oferta de empleo que reciba. Pero eso no se hará así, —según indicios del proyecto— y ahí está el carcinoma. Se pedirá solo inscribirse en la oficina de empleo y se aceptará el rechazo de ofertas de empleo que no correspondan al perfil del usufrutuario/a de la renta mínima. Con ello la cadena de fraude se hace ya irreparable.

Por supuesto, los jóvenes criados en una familia sana, con una formación académica solvente, con valores personales positivos, que aspiran a cosechar algo en esta vida, fundar una familia y mantenerla con su trabajo, crear una empresa, difundir una idea.. buscarán un empleo y se librarán de esta sopa boba indigna en cuanto puedan. Pero esos miles de jóvenes crecidos en ambientes familiares tóxicos, con una experiencia académica frustrante, con una cualificación laboral mínima, sin otros valores que el «uso y disfrute» de la vida..

¿Cómo pretender que acepten una oferta de trabajo donde haya que levantarse a las siete de la mañana, doblar el espinazo o mancharse las manos, y aguantar a un patrón por 900 euros si el Estado te ofrece una paga de 500 y «pa siempre»? Y a mayores te permite que ocupes por la jerola una vivienda que no es tuya y hasta no abonar los recibos de la electricidad. Se amarrarán como lapas a esa bicoca de la renta mínima y cuando necesiten un ingreso extra harán alguna chapucilla en negro. Y cuando les llegue la edad de jubilarse, exigirán una pensión, claro está. Esta es la negra cizaña que siembra esta curia infame que nos gobierna, con el pretexto de ayudar a los necesitados. Lo que buscan en verdad es reclutar serviles agradecidos que lleven la papeleta a la urna cuando toque y que salgan a alborotar a la calle cuando les llamen.

Un millón de haraganes de profesión, parásitos del sudor ajeno, protomodelos de incivismo, usurpadores de propiedades de otros, derrochadores de servicios que no pagan. Quien los ha padecido, los conoce bien, están por todos lados. Algún día se alistarán entusiastas en las milicias callejeras que asegurarán el orden público en la rampante autocracia que se cierne sobre esta España desventurada.

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