Diario de León
Publicado por
Aurora Díez Díez, psicoorientadora. Experta en pedagogía sistémica y expansión de conciencia
León

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La paz, en estos momentos, parece ser la aspiración de los pueblos y de las personas a nivel individual, pero si profundizamos un poco nos damos cuenta que parece ser muy buscada, aunque en la práctica no se cultiva, solamente se habla de ella, transmitiendo la sensación de que es prioridad, pero sólo es ruido informativo.

Día internacional de la paz, celebrado recientemente, qué compromisos personales y globales conlleva.

Un análisis profundo de las pautas nos lleva a concluir que no se busca.

Coincido con María Montessori en afirmar que:

Todo el mundo

habla de la paz,

pero nadie educa

para la paz. La

gente educa para

competir y este es

el principio de

cualquier guerra.

María Montessori

Los primeros años de vida y la educación son esenciales para este cultivo de la paz y para las demás raíces que porta el niño. Digo esenciales porque tiene que ver con la esencia, somos paz, pero en el hacer educativo pueden desvitalizar estas raices como el dentista desvitaliza para impedir la sensibilidad y añadir una prótesis que sea la competitividad, disfrazada de motivación, pero portadora de separación primero y luego de lucha y guerra, en definitiva.

Hay algo urgente a integrar en la mirada del niño, cara a los aprendizajes y más allá. Somos Unidad. La unidad va con la unicidad.

Es trascendente ver al niño como único e irrepetible y que no tiene que ser como nadie, que su misión es ser él mismo.

Esta vivencia de sí mismo le lleva a respetar a los demás, tal y como son y a eliminar propósitos competitivos.

Actualmente se dice que el niño es el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje, pero en la práctica el centro son los contenidos y ahí se cuela la estandarización, todos deben saber lo mismo. Manda el programa, el currículo.

Sólo veo piezas en serie. No veo la riqueza de la unidiversidad y por tanto quiero dirigir la función.

Se hace imprescindible el cambio de mirada al niño y el cambio y redefinición de la función del educador.

Quiero añadir que este necesario enfoque reclama como requisito que el educador se coloque en su centro para realizar esta visión y este acompañamiento y así, se sentirá como jardinero que acompaña a florecer a diferentes variedades de flores, que requieren cuidados acordes con su ser y su proceso.

Feliz y apasionante tarea, os deseo. Así y sólo así se recobrará el respeto y la admiración de la que gozaron los grandes maestros.

No olvidéis que el profesor de Albert Einstein pasó a la historia como representante de lo que nunca debe hacer un maestro, cuando le dijo:

Albert, tu nunca llegarás a nada

Su alumno cambió la historia y a él le corrigió con su vida, sin palabras.

¿Quién era el maestro y quién el alumno?

Espero felizmente que la Nueva Era que comienza nos traiga el enfoque adecuado y que todo programa involucionista desaparezca.

Todo mi amor para el proceso.

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