Diario de León

Por León: antecedentes y consecuentes

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Desde la división territorial de España en 1822/1833, León se componía de León, Zamora y Salamanca; hasta que la Constitución de 1978 que proclamó a la provincia (art. 141) como «una entidad local con personalidad jurídica propia…», pudiéndose agrupar entre ellas (art. 143). Como consecuencia de ello se instala en España la novedad del Estado Autonómico y León —no sabemos si como provincia o como región— pasa a formar parte de Castilla, con el nombre de Castilla–León (así con guión). Ya en el segundo Estatuto lo empeoraron y lo unieron con una conjunción, como Castilla y León. Me produce sonrojo estar a la cola de las provincias de España, pues primero habrá que nombrar las unitarias, tal por ejemplo las que se separaron de Castilla, a saber: Logroño que tomó el nombre de una comarca vitivinícola o Santander que le puso el nombre de un mar que no es solo suyo; y después de de nombrar a todas, queda… y León.

Por otro lado, se miente claramente en el Estatuto de 2007, al decir en el artículo 3 en que se fijarán las sedes de la Comunidad de acuerdo, entre otras, «a la tradición histórico-cultural». Nada de León se ha tenido en cuenta. Ni las primeras Cortes democráticas del mundo, ni el primer tribunal con el pueblo —Locus apellationis— ni las primeras normas de Derecho, etc. Ni siquiera se ha tenido en cuenta —por ignorancia supongo— el principio jurídico de «Prior tempore potior iure», es decir, primero en el tiempo mejor en el derecho. Lo que fue primero debe de seguir siéndolo para la mejoría de las instituciones. A León no le correspondió ni Cortes ni Ejecutivo ni Judicial, ni nada. Si se hubieran tenido en cuenta los derechos históricos, en todo caso, debió de llamarse Comunidad de León y Castilla.

Ante esta ignominia administrativa —y política— los leoneses se echaron a la calle y se convocaron varias manifestaciones en los años 80, con gran asistencia de miles de ciudadanos. Sin ningún tipo de éxito. Se crearon varios partidos políticos con carácter leonesista, el que permanece es la Unión del Pueblo Leonés (UPL), pretende que «León, Zamora y Salamanca tengan una fuerza leonesista» y «alcanzar el nivel de autogobierno que nos pertenece». Para ello, es cierto que hay que cambiar nada menos que el Estatuto de Autonomía que en su artículo 43 establece: «Castilla y León se organiza territorialmente en municipios, provincias…». Es decir había que deshacer el Estatuto y crear otros órdenes territoriales.

Como decía Unamuno (‘En torno al casticismo’): «La pequeñez de la política extiende su virus por todas las demás expansiones del alma nacional». Así que hemos de estar alerta en esta época de virus

Al sentir leonesista se le ha dejado de lado. Pero no es solo por decisiones o posturas exógenas. Nuestros «coorregionales» leoneses también tienen parte de culpa. No se ha explotado en aquellos casos en que se dice: «la prueba ciclista en la ciudad castellana de Ponferrada», o «el queso castellano de Valdeón», o se premia un trabajo como libro leonés del año por un canto al gran poeta «leonés» de Orihuela Miguel Hernández, o se admite que se premie un libro de poemas en que canta a Salamanca como Castilla, etc. A Cada uno de esos personajes, periodistas o editores, se le debía de declarar «persona non grata» para León.

En esa estamos cuando se crea la Mesa por León. Iniciativa loable y con gran mérito por su oportunidad. Tengo fe en ello, por dos circunstancias: una porque la dirige Humildad Rodríguez Otero, catedrática de prestigio, experta en tareas de colaboración Universidad- Empresa y una intelectual ligada a la leonesidad; otra es que, al decir de Morán, es un ente no político; y si es así, tiene razón, porque como decía Unamuno ( En torno al casticismo ): «La pequeñez de la política extiende su virus por todas las demás expansiones del alma nacional». Así que hemos de estar alerta en esta época de virus.

No obstante me llama la atención que su composición esté formada por 25 miembros, de los cuales el 40 por 100 son sindicalistas, el 36 por 100 ligados, de una u otra forma, a la Administración y el 24 por 100 en representación de los empresarios. Dada la primacía de los sindicatos (UGT y CC OO) pareciera que es un ente regional-sindicalista. Y me llama la atención la mayoría sindical, puesto que si nos fijamos en sus directrices programáticas —de CC OO— su fin es «la supresión de la sociedad capitalista y la construcción de una sociedad socialista». Por otro lado el sindicato UGT, al conmemorar su 130 aniversario, emplea una terminología decimonónica con expresiones tales como «modelo capitalista depredador», «las personas son utilizadas perversamente por el sistema», etc. Esta filosofía (¿) está alejada de la misión que les tiene encomendada la Constitución española en su artículo 131, para «el asesoramiento y la colaboración de los sindicatos». Esta es la misión que se espera en la Mesa por León y no la reivindicación de la antigualla socialista.

Se ha nombrado una comisión de expertos, formada mayormente por economistas. Se echa en falta técnicos jurídicos e intelectuales; los primeros porque toda actuación, sea económica o social, debe de ser trasladada al mundo de la Norma, desarrollada por una entidad jurídica o administrativa, y los segundos porque el intelectual es el que lleva a la palabra escrita las aspiraciones del pueblo que es el que conoce —o sufre en definitiva— el problema. Puesto que el pueblo es la esencia de toda actuación experimental en el plano social, económico o cultural. Ya lo dijo Azorín al referirse a las naciones y que nosotros lo trasladamos a la leonesidad: «…como las naciones se engrandecen o decaen en virtud de la savia que está escondida en ellas» ( El Político, 16). Esta savia es lo que se llama leonesidad que permanece en el tiempo y en el espacio, sin que se vea perturbada por el leonesismo cambiante y politizado. La leonesidad ha de ser el faro de toda actividad, guiada por el tradicional pendón leonés que, como dice el poema: «Símbolo luminoso del concejo/señal de los hidalgos que caminan/por los senderos de la libertad».

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