Diario de León

TRIBUNA

Llionés: lengua abierta

Publicado por
MATÍAS GONZÁLEZ SOCIÓLOGO, DOCENTE
León

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T oda lengua (entendida como vehículo de comunicación de una sociedad) es artificial. Es decir la proclama una autoridad y la convierte en norma. Porque lo natural es el habla, la forma particular de cada individuo de articular las palabras. Que es distinta a la de su vecino y a la del pueblo de al lado.

En las comunidades básicas, como el clan cavernario, la lengua/norma la impone el jefe o el chaman y por imitación y obediencia, se convierte en la norma de todos. En las comunidades sucesivas, es el aparato político de cada una la que impone la lengua-norma. Siempre como una forma más de dominancia, al objeto de asegurar y fortalecer la aceptación y sumisión de los gobernados. En el contexto hispánico, el castellano se convierte en lengua, en el siglo XIII, gracias a la voluntad soberana de un rey, Alfonso X, el Sabio, que impone que la forma de hablar de los burgaleses sea considerada la norma para todo su reino. Y así lo ejecutan los legisladores a su servicio y los escribanos y los escritores con lo que se convierte, por imitación y sumisión en la lengua de todos.

Algo parecido sucedió con la forma de hablar de los parisinos que se convirtió, gracias a la voluntad de otro rey, en la lengua de todo el reino de Francia. Y con la forma de hablar de los toscanos que gracias a la influencia de los escritores del XIII se convirtió en la norma para toda Italia. Y con la forma de hablar de la comarca de Lutero con su traducción de la Biblia. Lo sucedido en Italia, y después en Alemania, nos lleva a la conclusión de que no es necesariamente el cabeza del gobierno el que impone la norma, como en Castilla o Francia, sino que también pueden hacerlo los intelectuales si tienen bastante influencia para ello. Ese caso lo vemos también en Galicia y en Euskadi y en Cataluña, donde tampoco hay reyes que impongan una norma sino que lo hacen los intelectuales durante la primera oleada de nacional-romántica en el siglo XIX.

Esto lleva a una consideración muy interesante; una lengua no tiene que estar impulsada por un gobierno. Solo tiene que haber un alguien que la proponga y una mayoría que la acepte. Todo ello nos viene al pelo para lo nuestro...

En nuestro caso leonés, tenemos, tuvimos, unas formas de hablar que perdimos lastimosamente en tiempos pasados bien por ignorancia, por cobardía o por indiferencia. Nos dijeron que era un habla de analfabetos, de pueblerinos y de atrasados y aceptamos que fuera considerada como un habla vulgar, como una lengua degenerada, de gente ineducada. Por ello la repudiamos y empezamos a hablar como dictaba la norma del Estado, a través de los libros de la escuela y demás medios audiovisuales.

Nada es definitivo, por fortuna, en este mundo. Lo que se encuentra, una vez, se puede perder, otra... lo que se pierde, se puede volver a encontrar. Los gallegos, nuestros vecinos, reencontraron su lengua con los intelectuales del romanticismo y después la perdieron con la dictadura de Franco. Pero la recobraron, gracias a su propia voluntad, con la democracia. Y otro tanto les paso a los vascos y a los catalanes, Y en ello están valencianos, asturianos, mallorquines, aragoneses...

Los leoneses perdimos nuestra hermosa lengua porque quisimos y podemos recobrarla si queremos. Las normas las tenemos ahí, las ya fijadas para el bable, nuestra lengua hermana, si así lo queremos o podemos proponer otras.. labor de una futura academia de la lengua leonesa. Sí, es un debate que hay que lanzar y hay que resolver. Lo debiera impulsar nuestro gobierno local, la diputación, y un grupo decidido de intelectuales leoneses. Y lo debería resolver el pueblo entero con su beneplácito y empleo. ¿Tomamos la norma del bable como propia, que lo es, o tomamos la variante central de las lenguas llionesas ya suficientemente documentadas?

En mi opinión lo más sencillo es aceptar la labor ya hecha de nuestros hermanos asturianos y aceptar su norma, Porque decidir qué variante leonesa es la que debería imponerse nos hará perder mucho tiempo y entablar debates estériles.

Pero hay una tercera opción, un plan C: podemos hacerlo como nadie lo ha hecho hasta ahora. Para demostrar al mundo que lo mismo que inventamos el parlamentarismo, la libertad política, podemos inventar también la lengua abierta. Que no en vano somos los leoneses “homes de behetría”, es decir hombres libres, como los vaqueros que conquistaron el Far West. Libres porque nos comprometimos a defender con hachas y guadañas, nuestras tierras y haciendas de la morisma bandolera. Carajo, por eso fuimos grandes y por eso podemos serlo otra vez.

Hagamos del llionés una “lengua abierta” No dictaminando una variedad concreta de entre las varias lenguas leonesas y convirtiéndola en norma para todos sino consensuando unas reglas muy básicas y dejando que cada hablante emplee SU llionés libremente, incorporando cuanto léxico quiera, con su simple “olfato” lingüistico y no marginando ninguna variante fónica, gramatical o sintáctica que no atente contra la normativa básica consensuada. Otro día os contaré cuales podrían ser esas normas básicas, el esqueleto de nuesa llingua, de nuesa fala o nuesa parla. ¿Verdad que todas nos valen?

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