Diario de León
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EN BLANCO. JAVIER TOMÉ
León

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De vez en cuando conviene volver la vista atrás y rebobinar con paciencia la moviola del tiempo perdido, en un intento más que loable por combatir el devastador e injusto agravio del olvido. Es lo que tratan de hacer los promotores de Mi valle, un documental que recrea la trágica historia del viejo Riaño y los distintos pueblos anegados por el cuestionado pantano que, en teoría, iba a garantizar el progreso y la felicidad social de varios miles de ciudadanos asentados en el ámbito rural. Por decirlo en dos palabras, la historia de la evolución humana puede resumirse en la eterna disputa entre los que mandan y los que obedecen. Con respecto a los incluidos en el primer apartado, esos que te dicen qué hacer y qué no hacer, decidieron en su día destruir para siempre un estilo de vida y el hábitat de un lugar privilegiado que se parecía bastante a la felicidad. Los lugareños se involucraron con todas sus armas y certezas en esta descompensada batalla entre hombre y naturaleza, protagonizando desgarradoras escenas que se incluyen por méritos propios en la memoria colectiva del exquisito imaginario leonés.

Los días 11, 12 y 13, hoy mismo, podemos ver en los cines Van Gogh un documental que ya ha recibido algún galardón y que se cimenta en el testimonio de dos hermanos que disfrutaron de su juventud en el antiguo y venerable Riaño, hasta que un disparate mayúsculo acabó con su modo de existencia ya que a alguien le dio el barrunto de colocar allí el dichoso pantano. Una prueba fehaciente de que los políticos están acostumbrados a crear sus propios problemas, para luego intentar resolverlos. Pese a la obstinada y valiente negativa de los vecinos y una espiral de enfrentamientos insuperables e incluso violentos, la obra se hizo con el resultado práctico que todos ustedes conocen. Dicen con razón que los optimistas siempre acaban por decepcionarse, lo que pone de manifiesto que mal está lo que mal acaba. Aleccionador episodio el del desaparecido Riaño y sus pueblos hermanos, que ahora podemos recrear con tristeza y mucho afán crítico en la gran pantalla de los Van Gogh.

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