Diario de León
León

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Ya lo recomendó Sócrates: «Conócete a ti mismo». Maestro, casi mejor a los demás, que son con quienes nos jugamos lo cuartos. El gran reto es conocer a los otros, comprender por qué dicen lo que dicen y hacen lo que hacen. Algunos lo ponen difícil. El día anterior a que Ramiro Pinto finalizase su huelga de hambre entré en un comercio, cercano a donde ha permanecido durante 16 jornadas. Lo hice en el momento en que el dueño estaba pronunciando ante el hasta entonces único cliente una diatriba contra dicho activista. «Y encima la prensa lo ensalza», dijo sin dirigirse a mí, pero para que lo oyese. Cuando las descalificaciones fueron subiendo de tono no pude más y solté en voz alta: «No lo conoce y está siendo muy injusto». Entonces, pasó al ataque personal y familiar, con toda clase de detalles más propios de Sálvame . No lo conoce, en efecto, pero hablaba con hipotética erudición sobre su vida. ¿De qué le valdría a este señor conocerse a sí mismo? Mejor que haga un esfuerzo por conocer a los demás.

Dudé en comentárselo a Pinto, pero finalmente lo hice no fuera a entrar en el comercio y se llevase un zarpazo. No le dio importancia. Ya estaba informado de su fijación, pues en cada compra ha debido incluir similar perorata. Pasamos a charlar acerca del odio oculto y de las puertas subterráneas que ha abierto a lo largo de la Historia, cuando apareció una joven en bicicleta. Cogió una octavilla y le dijo mientras se alejaba pedaleando: «Estoy de acuerdo con lo que pides, pero el trabajo se lo tienen que dar primero a los españoles, que no hay derecho que todo sea antes para los emigrantes». Ramiro me dijo benevolente: «¡Queda aún tanto por hacer!».

¿Conocerse a uno mismo? Son los demás quienes no saben de ti, ni tú de ellos. Por ello, una de las amenazas más absurdas es «no me hagan hablar, que me conozco». ¿De verdad te conoces? ¿O ese conocimiento no pasa de saber que te llamas Fulano, vives allí y el café lo tomas solo? Nos conocemos, de verdad y en la verdad, a través del prójimo. Y ni siquiera ha de parecernos un igual, también podemos percibirlo como alternativa. Conmigo me aburro, pues ya me sé. Eres tú quien me interesas. Quererte y que me quieras. O sea, conocernos.

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