Diario de León
Publicado por
María Asunción Sánchez Manzano
León

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El próximo día 25 de marzo se celebra el día del niño por nacer. A muchos les parecerá un día más en el calendario, ¡hay tantos días marcados! ¡Bastante tenemos con afrontar lo que trae cada día para pensar en más! Acaso ustedes sigan leyendo. Les invito a recordar lo que somos, lo que hemos sido. Alguien recibe un hijo y ¡vaya! ¡Volvemos a ser aquellos niños que fuimos!

Al principio, es un extraño, todavía no es uno más en la familia. Recordemos: ¿alguien discutió que nos quedáramos? Nuestros padres hicieron todo lo posible por darnos lo mejor que ellos tenían y sabían, incluso algo que ellos no habían tenido. Se decía entonces que un hijo siempre trae un pan bajo el brazo. ¿Se piensa así hoy? ¿Y aquello otro de «los niños y las mujeres primero»? Unas nuevas costumbres en las que cada cual se considera capaz de diseñar su vida, no importa cómo, han llegado para quedarse. Al defender esto parece que no valen argumentos de experiencia, ni de correspondencia, ni de justicia; pero dar a otro la vida que nosotros hemos recibido gratis, ¿no será justo?

La acogida social de las personas de todas las edades, razas y circunstancias tal vez no sea una exigencia que sobrepase las capacidades del ser humano hoy. Todavía podemos esperar un progreso que sea verdaderamente humano. Tenemos una ocasión este día 25 de favorecer un verdadero progreso social: ayudar a que las madres con dificultades a seguir adelante con su maternidad. 

En una sociedad española envejecida, temerosa del futuro, ¿todavía nos planteamos que la eliminación de las vidas incipientes no es asunto nuestro? 

Por supuesto que tener un hijo es una responsabilidad. ¿Nos avergonzamos de los orfanatos y de la adopción? La sociedad debería educar a las personas para que fueran verdaderamente responsables de su propia capacidad generativa. 

Ahora bien, sería ingenuo por nuestra parte pensar que con eso es suficiente, que todos los habitantes del país podemos ser igualmente equilibrados, pacíficos y responsables. 

Afrontemos seriamente una solución positiva y no destructiva. La vida de alguien no puede depender del estado de ánimo, de la situación, de la presión de la familia, o de la angustia por sentirse diferente. 

En todo caso, cualquier ser humano, independientemente de las circunstancias de su origen, merece una acogida.

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