Diario de León

TRIBUNA

No al falso «bilingüísmo»

Publicado por
MIGUEL ÁNGEL CASTRO MERINO
León

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Estimados compatriotas: Soy profesor de Filosofía y Psicología en el Instituto Padre Isla de León. Se están proponiendo rótulos pretenciosos en los centros, presumiendo de ser bilingües, como si tales rótulos fuesen verdaderos. Muchos de nosotros nos resistimos al falso «bilingüismo» que se sirve, en muchas ocasiones, de profesores que no tienen destino definitivo para que se queden en los centros con el simple requisito de tener un certificado de idiomas y simular una implicación en una tarea que ni les va ni les viene y cuyas consecuencias estimamos más que dudosas o, acaso, de profesores que les parece «poco» la misión de explicar lo que tienen entre manos en español como si fuera poca tarea ya de por sí.

Espero haberme equivocado con lo dicho anteriormente al respecto de mis sospechas acerca de tales profesores «motivadísimos» por lo cual ninguno de ellos se podría dar por aludido. En todo caso la responsabilidad de este desastre es sólo de la administración educativa que no ha previsto los problemas y aporías inherentes a tal ocurrencia.

Yo afirmo que son mis compañeros profesores de idiomas, los que han sacado una plaza tras años de estudios, los encargados de enseñar los idiomas. Se verá, se está viendo ya, que hay muchos alumnos que van a perder contenidos curriculares por privilegiar más el idioma que la materia que se debe estudiar. No nos engañemos: si se quiere aprender una lengua hay que hacerlo como se tiene que hacer. Y no es así.

Yo imparto filosofía en español e incluso les explico conexiones con las lenguas griega, latina, francés, inglés y alemán pero no puedo enseñar lo que no puedo: creo que esto es humildad profesional. Me avergüenza asistir a este intento de engañar a los padres, madres y sociedad en general. Y es que la Educación no es una empresa sólo para que funcione el Mercado. O pregunto, señores, ¿lo es?

Además que se da el caso vergonzante de profesores que no saben de una materia y que la están impartiendo en «espanglish», un inglés a medias, con tal de que se mantenga tal falsa propaganda. Debemos plantearnos a costa de qué los chavales aprenderán un poquito de idioma porque, fácil problema matemático: si se atiende en tiempos iguales a dos cosas, ¿se pueden obtener resultados iguales? ¿A costa de qué?, contestemos, por favor.

Afortunadamente en mi instituto el nivel de contenidos es el satisfactorio y la educación y disciplina de nuestros alumnos es en general óptima, yo diría excelente, razón por la cual sugiero que no hay que dejarse llevar por el canto de las tentadoras sirenas. Me preocupa, y mucho, esto: Saben chapurrear inglés pero para decir qué, si no tienen los conceptos e ideas aprendidos de base. ¿No será que queremos ser tan «in» en todo que nos quedamos «out»? Me recuerda todo esto las sapienciales palabras de Tolstoi: «Máquinas, ¿para producir qué? Telégrafos, ¿para comunicar qué? Libros, periódicos, ¿para divulgar qué clase de noticias? Ferrocarriles, ¿para ir a qué lugares ir a dónde? Millones de personas reunidas en manadas y sometidas a un poder supremo, ¿para hacer qué? Hospitales, médicos, dispensarios para prolongar la vida, ¿Para qué?». Muchísimo más me preocupa que nuestros hijos no puedan presentarse a oposiciones, en condiciones de la tan cacareada igualdad de la cual se han hecho ministerios incluso, en las regiones de la Nación española en que se nos ha desposeído de nuestro derecho y que ellos —los que nos han echado so pretexto de la lengua y de nacionalismos separatistas cómplices— sí pueden hacerlo en nuestras ejemplares y acogedoras regiones.

¿Por qué no nos dejamos de rizar el rizo y de enredar con los idiomas, que ya se imparten de facto y que son por supuesto importantes, y los políticos junto con la sociedad civil no empezamos ya a luchar por lo nuestro: España?

Tengo decenas de argumentos más pero no es lugar este para exponerlos todos. Puedo afirmar que mi instituto es tan excelente como pueda serlo cualquier otro que le ponga tal marca. Hoy en día nos sobran las marquitas y diseños de propaganda mercantilista. ¿Queremos el grano o la paja? Les invito a los padres a que visiten el instituto y vean el clima y ambiente que hemos logrado.

Quede claro por mi parte, finalmente, que si los representantes del gobierno español invitan a sus queridos alumnos y profesores, gastos pagos, como hacen todos los que tienen tanto interés y amor por sus súbditos, agradeceríamos la invitación de estar dos años exentos de trabajo y dedicados a la feliz tarea de aprender lenguas de otros imperios como lo han permitido en, por ejemplo, el llamado País Vasco, para obtener votantes del separatismo rancio con el dinero del resto de españoles para que tengan otro argumento más a favor de su falsa autonomía, si no cuenta con la aprobación de los demás españoles.

Me veo obligado a proponer en consecuencia más «filosofismo» ante el borreguismo que atolondra el ingenio y recuperar la dialéctica lúcida de los maestros griegos, hoy sin Pericles. No es así como se imparten las lenguas. El que quiera o necesite aprender un idioma lo hará velis nolis y jamás de esa manera. ¿Por qué liar las cosas más?, ¿Por qué se nos está llevando a este disparate en que los propios centros se hacen competencia unos a otros con falsas promesas como si fueran las mismas marcas publicitarias en que todo es más el marketing publicista falaz que el primar la verdad? ¿Qué catedráticos o profesionales, brillantes y trabajadores, tuvieron eso de Bilingüismo? Bilingüismo que no es tal porque, según el Diccionario Larousse, significa hablar con perfección dos lenguas o como dice el María Moliner hablar dos lenguas con facilidad. ¿Acaso creemos que dominan el español medianamente? En verdad, y con todo, ¡cuánto bien haría saber más de todos los saberes, griego y latín inclusive!

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