Diario de León

TRIBUNA | ¿Por qué nos empeñamos en amargarnos la vida?

Publicado por
Manuel Arias Blanco | Profesor jubilado de secundaria
León

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¡Qué distinto es todo si viramos nuestro punto de vista unos milímetros! Hay gente que se empeña en hacer la puñeta al otro y queda tan a gusto. Los hay, también, que son un cielo, ya que están siempre a disposición, sin que les importe mayormente una merma aparente. Igualmente aparece un número indefinido de personas que pasan desapercibidas. Quizás estos últimos serán los más numerosos. Luego queda ese resto de personas que se empeñan a toda costa en amargarnos la vida, por encima de quien sea. Estos, tal vez, sean los menos numerosos, pero los que más ruido meten.

Por eso me apena España en estos momentos. Por un lado, aflora un sentimiento enorme de solidaridad y concordia. Falta tiempo para socorrer al vecino, nos desvivimos en ayudar al otro. Hay personas. Además, que se encargan de engrandecer este estado de buen entendimiento. Pienso, por ejemplo, en un programa paradigmático como es el de Calleja —leonés de pro—. Nos enseña cómo convivir en las distintas regiones españolas. Aflora el sentimiento y la alegría. No hay palabras para definir el buen hacer de este leonés singular.

Otros, sin embargo, se empeñan en romper en añicos el país, al son de no sé qué reivindicaciones. No encaja esta manera de pasar por la vida en esta sociedad de amplitud de miras. Es inconcebible querer apostar por la ruptura cuando en el ánimo general prima la amistad y la concordia. Parece un error mayúsculo enzarzarse en ruidos y peleas con nuestro aliado. No hay quien encaje esta manera de pensar ahora, sin más.

Luchamos, todos, por aspirar a vivir algo mejor cada día, sin que ello suponga un menoscabo al de al lado. Queremos prosperar, avanzar, pero sin que sea a costa del otro, sino en su compañía. Quedan fuera el odio, la envidia, el menosprecio, la ambición malsana… Estamos aquí para vivir lo más cómodo y beneficioso posibles. Y en eso debemos gastar las energías. No en balde nos preceden los ejemplos de personas desinteresadas y abnegadas que lucharon por abrir caminos de perfección.

De ahí que esté fuera de lugar cualquier atisbo de violencia o intolerancia. Cero. Luchamos por un mundo mejor: buen trabajo para todos, máximas comodidades, compañerismo, amistad… En estos objetivos deberíamos centrarnos y no en repartos de territorios ni en otras monsergas desechables. Por estos últimos derroteros iremos al más rotundo fracaso, a la más elemental enemistad, al odio. Y puestos en estos carriles cualquier desgracia puede ocurrir, más pronto que tarde.

La ciencia y la prudencia nos orientan hacia intensos caminos de exploración en aras de una mejora del efímero paso por la tierra. Centrémonos en esos aspectos. Hagamos de este corto periodo que nos toca vivir un paraíso de lucha por dejar una herencia aprovechable a quienes nos sucedan. Esta tarea debe llevarnos toda la vida. Si avanzamos con la mente en facilitar la vida a propios y extraños, seguro que merecerá la pena nuestra estancia aquí. Si nos recreamos en sembrar odio y enemistad, se acordarán de nosotros y nos tildarán del más lamentable fracaso vital. En nuestras manos está elegir el camino acertado.

Quedemos con lo que importa: la amistad, la salud, el amor, la solidaridad… Todo lo demás es superfluo y no merece ni un minuto de desgaste. Este aviso es para quienes dirigen nuestros destinos. Ocúpense de facilitarnos los pasos hacia una concordia serena y consentida, antes de que sea demasiado tarde. Ojalá se levanten voces autorizadas y pongan en orden nuestras mentes. Ya es tarde para reaccionar, pero aún estamos a tiempo.

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