Diario de León

La novela se llena de vocablos esnobistas

Publicado por
Manuel Arias Blanco, profesor jubilado de Secundaria
León

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Si bien es frecuente encontrarnos con palabras ya muy repetidas como souvenir, standing, shock, affaire, footing, look, suite, gourmet, happy, dear, cool, on line, honey, etc., choca bastante que no se hayan españolizado, esto es, que no se hayan amoldado a nuestra escritura. Así consta en el DRAE y, por tanto, supone dar carta de naturaleza a esta implantación. No estaría de más que con un leve retoque se adaptaran a nuestro vocabulario. Tal sería: suvenir, sok, afer, futin, luk, suit, gurmet, cul…

Otra cosa es la proliferación de voces más extrañas o novedosas que van intercalándose en la narración como hitos imprevistos. En vez de outsider se podía poner «persona excelente»; para duty-free podríamos elegir «comercio libre de impuestos»; drugstore podría sustituirse por «espacio comercial variado»; en vez de stage podríamos referirnos a «periodo de prácticas o de aprendizaje en una actividad profesional»; para book disponemos de «álbum»; para script cabe «ayudante del realizador; loft se asemeja a «estudio»; dealer equivale a «comerciante»; dejá-vu nos lleva a «etapa ya vivida»; trainer y coach se asocian a «entrenador».

Más lejanas y extrañas suenan streetwise por «astuto», laptop en vez de «computadora portátil», middle man por «intermediario», on pair equivalente a «en pareja», food forest en lugar de «bosque de comida», pitchers por «jarras», break sustituyendo a «rotura», snacks en vez de «aperitivos, meriendas», partouze por «orgía»…

Tampoco añaden nada algunas expresiones latinas muy conocidas que tienen perfecta sustitución en español. Quizás le den empaque al texto y poco más. Me refiero especialmente a este tipo de expresiones: sine qua non equivalente a «indispensable», in albis en vez de «en blanco», sine die por «sin plazo», excathedra por «autoridad», in fraganti como «en ese momento», rara avis sinónimo de «poco común», de profundis por «desde lo profundo», ad hoc para «apropiado»…

Es cierto que en muchas ocasiones una palabra en otro idioma da calidad y empaque al texto, cuando no abrevia la extensión de la frase. Puede ser que este enfoque agilice el texto siempre y cuando el lector esté habituado a la contaminación de la lengua propia. Tal vez la perspectiva de uno de mi generación que estudió básicamente francés y un poco de inglés sea muy diferente a la de la juventud actual. Doy por hecho que un joven hoy domina —o debería dominar— al menos su lengua propia y el inglés. Y este discurso no les distorsione tanto como a mí.

Me parece bien que la lengua se nutra de voces de otros idiomas, sobre todo si carecemos de ellas, pero creo que hay que ir más allá. Tomemos esos vocablos y adaptémosles. No pasa nada. Es la mejor manera de preservar el idioma propio y alejar una contaminación perjudicial. Por eso, la mejor vacuna para la inserción de nuevas voces es la adaptación a nuestra forma de expresión. Aceptemos esas nuevas designaciones, pero desde una óptica más ortodoxa.

No echo por tierra el uso moderado de vocablos extranjeros en el relato. Ni mucho menos. Una dosificación adecuada puede realzar la belleza textual. Pero me parece que, a veces, se abusa de ciertos extranjerismos, tal vez para dar a entender un nivel cultural de altura. No me parece que sea el terreno más propicio para lucirse. A una gran masa de gente le entorpecerá su lectura, al mismo tiempo que entiendo que conjugar tanta palabra extraña puede hasta distraer o hacer abandonar. Por suerte, disponemos de un idioma riquísimo, lleno de matices y con unas autovías amplias y rectas. Quizás un artículo o un libro de ensayo podrían dar cabida más fácilmente a este dispendio de términos fronterizos. Todavía albergo la ilusión de que un día unos expertos sean capaces de seducirnos en pos de un idioma común para toda la humanidad. Habrá que sentarse y ver los pros y los contras en esa búsqueda. Es verdad que se fracasó con el esperanto, pero no sería acertado olvidar esa ruta. Toda la humanidad tendría un mismo idioma, aparte del suyo. Quizás se animaría mucha más gente a viajar y a intercambiar sensaciones, porque, en definitiva, lo más interesante de cualquier viaje es el conocimiento de las demás personas. Esa es la esencia. El resto no dejan de ser las circunstancias, lo anecdótico.

No deja de ser una mínima cata de algunos vocablos recogidos en novelas editadas últimamente. No sé si su inclusión ayuda o entorpece la mirada atenta de la lectura. Tal vez, la gente más joven se asome con otros ojos más abiertos. Tal vez, la traducción facilite este recorrido. Ahí queda mi reflexión.

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