Diario de León
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Ala vista de los últimos acontecimientos —indultos, pandemia, irresponsabilidades…—, crece el desánimo en uno y no acaba de mirar el horizonte con cierta alegría. En vano, nos movemos una inmensa mayoría, más cerca del pozo de la desilusión que de la fuente del elixir. No arrancamos. Tenemos un colectivo político que no nos ofrece apenas salidas. Caminamos a ciegas y, aunque de vez en cuando levantamos la vista, no nos atrae nada de lo que observamos.

Podría haber pactos entre los grandes partidos, pero solo hay hostilidad. Nada nos agradaría más que ver a varios partidos en busca de un consenso, en busca de un pacto riguroso y duradero. Solo hay dimes y diretes que desembocan casi siempre en un pozo ciego y putrefacto. Ya sé que no hay vuelta atrás en el recorrido de las competencias autonómicas. Muchos pensamos que el Estado debería haber conservado algunas más para su control. Ni Sanidad, ni Educación tendrían que depender de las autonomías. Debe ser el Estado quien, desde sus instancias, dicte y normalice la convivencia sanitaria y educativa. Y de aquí deriva todo el descontrol y las malas artes. En nombre de no sé qué advocaciones cada cual hace de su capa un sayo y el descontrol se extiende irremisiblemente.

El otro día, en una tertulia, expertos responsables hablaban del deterioro progresivo de algunas competencias. Decían que había que ir hacia unos exámenes comunes en la Selectividad —actual Ebau—. Pero lo veían lejano y utópico. El Estado ha de dar una base común obligatoria —de hecho creo que la da— y dejar a cada comunidad los flecos de las diferencias. Entonces, el examen debería ceñirse a lo común, para que nadie se sintiera discriminado. No puede ser que algunas Autonomías apelen a sus peculiaridades —especialmente, la lengua— para agrandar la brecha entre comunidades. No puede ser que una lengua autonómica priorice cualquier decisión a la hora de opositar o en una calificación final. No y no. En estos casos, la mayoría de las comunidades, a excepción de Galicia, País Vasco y Cataluña, se encuentran con una desventaja que no encaja en la igualdad de oportunidades. ¿Qué hacen las comunidades que solo cuentan con una lengua? ¿Se inventarán alguna materia que les permita igualar esta desventaja? No parece de recibo echar cálculos en este sentido. Todo esto se diluiría con la competencia en manos del Estado. Porque salimos perdiendo los que solo contamos con el español —mal llamado castellano—. Señores diputados, estamos en España y no en una dispersión de reinos de taifa.

Ya sé que no hay vuelta atrás en el recorrido de las competencias autonómicas. Muchos pensamos que el Estado debería haber conservado algunas más para su control

Lo mismo podría decirse de la Sanidad. Cada autonomía se postula como si no dependiera de un gobierno central y así nos van las cosas. No hay dios que agrupe a todo el territorio en un avance progresivo común. Cada uno avanza a su aire, sin mirar a su entorno, cuando sabemos lo útil y necesario que sería el acuerdo en las grandes decisiones. La pandemia nos ha mostrado la debilidad del sistema, sobre todo por la dispersión e impotencia de muchos partidos. En este caso, como en la enseñanza, la sangría supera cualquier cálculo pesimista. El derroche de cargos públicos mediatiza la buena gestión de los presupuestos. Entre asesores y recomendados se nos van de las manos los billetes, como si el dinero manara sin control de la noche a la mañana. Como tampoco esta competencia volverá al Estado, al menos que la gestión se armonice y no haya, como en la Educación, tanta dispersión y descontrol.

Mis palabras quedarán en el tejado del vacío, porque todavía no veo a políticos interesados en arreglar estos desaguisados. No digo arrebatar estas competencias a las autonomías, sino lograr un pacto común y obligatorio donde nadie se sienta extraño dentro del mismo país. Si hay libre circulación, si las oposiciones sirven para todo el territorio, es de cajón que nos armonice un mismo plan de estudios y una misma exigencia. Tenemos un idioma común, ¿por qué buscamos las diferencias? Eso no quita valor al gallego, ni al catalán, ni al vasco…Pero hasta ahí. Ojalá vengan políticos con altas miras y pongan su gota de razón a todo este disparate.

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