Diario de León
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Uno de los columnistas más brillantes del Reino, no el de España, del Viejo, del de León, acostumbra a nominar al conjunto de residentes de un lugar con un arcaísmo más que atinado: paisanaje. Que recupera una de las palabras de sabor más entrañables que nos regala la lengua de Cervantes; paisano, como habitante de un lugar pero no urbano. Peasant, le llaman los anglos. Pues tirando del hilo yo he sacado del arcón otro vocablo: paisaneo. Con el tratare de hacer una semblanza del protocolo de conducta que consiste en mantener un trato social con los que comparten tu entorno, conocidos, colegas, convecinos..

El hecho social que refleja el paisaneo, su célula germinal, es el encuentro entre convecinos. En el medio urbano se ha esquematizado a un simple saludo verbal con una mínima expresión gestual. En el medio rural sigue siendo el hecho esencial de la convivencia. Y presenta unos rasgos más que interesantes; en principio debe hacerse con un volumen de voz que permita ser oído en todo el contorno y con toda la artillería verbal que exigen las costumbres heredadas: el buenos días, buenas tardes, qué tal, qué hay, que abre la puerta al coloquio y todo lo que sigue. Que es hablar del tiempo, de lo que dice la tele, lo que se habla en el feisbu. Y un qué tal todo, para pasar de pasada por la salud de la familia, la salud propia, el bisnes particular y alguna minucia más. 

Todo ello, he aquí lo más jugosos, con un fingido interés que revela claramente un hábito común en cualquiera de los interlocutores.

Volver la cara ante el menor ruido que permita entrever que algún sujeto se acerca, sea en vehículo o caminando. Un volver la cara, con una expresión en los ojos de auxilio que declama a las claras el incómodo que produce el diálogo de marras y la invocación de socorro a algo que saque del marasmo a que obliga el trato. 

 El paisaneo adquiere plena expresión en la taberna, bar, tasca o café del lugar que es el escenario teatral donde interpretan sus papel dramático los lugareños una vez atendidos las labores del hogar. El que entra en un taberna lo hace con la actitud del actor que sale a escena. El publico no ocupa la platea sino el lugar de tapeo y los contrapartes son los colegas que ocupan el espacio de labra en torno a una ronda de pinchos. De balde es reseñar que el objeto de drama es el mundo del futbol, la política o el telecotilleo.

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