Diario de León
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Érase una vez en una galaxia muy, muy lejana llamada España años 60, 70 y 80. Dos tipos de niños que convivían en los patios de los colegios a la hora de los recreos. Estaban por un lado los del bocadillo (ya fuera de chorizo cular, salchichón, chopped, foie gras…) y luego estaban los del bollo ya fuera Donut, Pantera Rosa, Tigretón, Bony… Aunque no lo parezca había una casi imperceptible, pero real diferencia, de estrato social entre los unos y los otros; ya me entienden Vds, sobre todo si han vivido la época.

Se suponía, se decía, uno ya no se atreve a opinar sobre estas cosas, que el bocadillo «alimentaba más» y era más barato (más apropiado para casas en las que había varios hermanos). No te digo si además al bocadillo se le ponía Tulipán. Eso era ya la bomba. Si sería importante que para anunciarlo llegaba un helicóptero, bajaba un paisano y entrevistaba a una madre en el centro de un patio de colegio.

Los del bollo eran como gente algo más fina, coleccionaban los cromos, te dejaban probar… Por supuesto que había días buenos en los que el estrato inferior también accedía al bollo porque era fiesta o se iba alguna excursión. Gentes mal intencionadas decían que el bollo no alimentaba y además tenía mucho azúcar (que engordaba) y salían caries en los dientes.

Triturados los bocadillos y bollos todos a jugar para quemar los azúcares, las grasas, el sodio, fósforo, niacina y hasta la tiamina. Y saben que, pues que no pasaba nada. Hasta aquí hemos llegado y lo que nos quede de cuerda. Por supuesto, jugábamos separadamente chicos y chicas hasta que la edad y las hormonas nos impulsaban a buscarnos los unos a las otras y empezar a decirnos cosas. Y tampoco pasaba nada. Las cosas iban a su ritmo natural.

Pero afortunadamente, el ministerio de consumo, encabezado por su ministro nos aclara la mente y nos informa que todo mal. Primero se arrancó con el mundo chuletón y ahora le toca a los bollos, que ya no se anunciarán por la tele a ciertas horas porque son algo malo para los chavales y no hay que motivar su consumo, ya que están muy relacionados con la obesidad infantil. Eso sí, se seguirán anunciando toda clase de productos que se usan o se consumen sentados o lo que es lo mismo, de consumo sedentario.

Algún padre y madre han opinado que ya decidirán ellos lo que deben comer sus hijos, cuando y como; que no tiene que venir nadie con semejantes indicaciones que no sea el médico del niño. Lo mismo están equivocados si pensamos (como también alguien dijo) que los hijos no son de los padres.

Uno llega a pensar que hay verdadera ambición por parte de estos gobiernos de reglamentar la vida de los ciudadanos. Mandar por mandar y prohibir por prohibir. Puestos así por qué no prohíben que llueva los fines de semana, que no nos deja salir con los críos al parque, o prohibir el otoño, o lo que sea.

Media horita más de gimnasia en los colegios, inculcar en los chavales el interés por el aire libre y retrasar el comienzo de uso de móviles y videojuegos a lo mejor era más eficaz. Es solo una opinión.

Ahora bien, que tengan claro que la Pantera Rosa está triste (¿que tendrá la pantera?), se la ve como alicaída. Después de tantos años este golpe tan bajo. Se comenta que parece que se andan juntando el Bollycao, el Tigretón, el Phoskito, así como otros de la misma banda junto con ella para hablar de todo esto. Se prevén movilizaciones. Se dice que la Vaca que Ríe y el Príncipe ese de las galletas se podrían unir a ellos, en solidaridad, en defensa de su reputación herida.

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