Diario de León

Pequeños municipios, grandes servicios

Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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Dicen que la España de más allá de las capitalías de provincia se vacía. Bien tarde nos enteran porque esto empezó hace 50 años ya. Sí, es una evidencia más que lamentable pero me temo que el proceso es universal. El paisanaje se las pira a las ciudades donde al parecer lo tiene todo, todo menos lo más importante para una vida de verdad, silencio, quietud y tranquilidad. Ellos sabrán lo que hacen porque vivir en una celdilla con tabiques de pladur en un termitero de homo sapiens no me parece una idea muy saludable. Y menos aun sabiendo que en la calle te espera un kilogramo de dióxido de carbono flotando en el aire y otras sustancias tan nutritivas como este para fortalecer las autodefensas. Y menos aún sabiendo que eres una hormiguilla que se afana en medio de un hormiguero que no deja de hormiguear desde que amanece hasta la madrugada y más.. Pero el imperio del ‘feminato’ es tan imperioso que millones de maromos se avienen a invertir el resultado de su sudor cuando se arriman a una dama. Las damas, se sabe, no soportan los hedores de establos, cuadras y gallineros del pueblo y al cotilleo de las vecinas les crispa los nervios. Necesitan la cafetería para el cafelito con colegas y amigas a mediodía y media tarde y la montaña de escaparates que pueblan el trazado urbano donde entretener la vista y aflojar la cuenta. Yo, que soy muy rural, me parece que el paisanaje anda descarriado, pero allá ellos. Quince años de enseñanza pública gratuita debería haberles enseñado algo. Aunque ya en otros foros he expresado mis dudas.

En fin, decíamos que había un planeta, una España y un León que se despuebla, que se vacía y en ella hay sin embargo insólitos islotes que crecen, y no con coladas de volcanes, municipios que prosperan y ofrecen grandes servicios a sus afortunados residentes. El ejemplo más notorio en nuestro entorno próximo es Villadangos del Páramo. La firme consolidación del polígono industrial ha convertido al antiguo villorrio de pastores y labriegos en un lugar con empuje y dinamismo que no tardará en convertirse en un referente.

El polígono aporta ingresos fiscales y esa caudal de ingresos ha permitido al gobierno del municipio acometer una larga cadena de actuaciones que ha mejorado notablemente el paisaje urbano y la oferta cívica del lugar.

Quien conoció el Villadangos de hace cincuenta años y el de ahora ya empieza a frotarse los ojos. Las calles principales del pueblo se han repavimentado con los materiales más nobles que ofrece el mercado, el albergue de peregrinos se acaba de remodelar para ofrecer los servicios que demanda el peregrinaje cada vez mas entusiasta a a pesar del covid, el Centro Médico ha sido enlucido de nuevo, No hace mucho se inauguró la nueva Casa Consistorial que prácticamente ocupa todo el lateral este-norte de la plaza mayor. Y en este nuevo edificio se han integrado con encomiable juicio además de las dependencias del Ayuntamiento, un salón de reuniones en el piso superior, un amplio y luminoso bar en la planta baja y lo mejor de todo, una estupendo gimnasio y una estupenda biblioteca, con recursos informativos en la planta intermedia. Biblioteca y gimnasio forman un tándem estupendo para quienes quieren cultivar la mente o el fisio y ambos se ofrecen a residentes y forasteros en horarios muy amplios y con toda suerte de facilidades.

Esto no es vulgar propaganda, es simple constatación de un paisano cualquiera que puede disfrutar, sea empadronado o no, de la oportunidad de cultivarse y cultivar el cuerpo y la mente. Otros municipios menos boyantes como Benavides de Orbigo también ofrecen servicios estimables para el cultivo de la mente con una cibercentro y una biblioteca en un edificio emblemático, amplio y luminoso. No todo son desventajas al vivir fuera de las grandes ciudades. Qué más puede pedirse que fortalecer el cuerpo y alimentar el alma, en dos espacios uno enfrente del otro, bajar a refrescarse el gaznate y salir a la calle, y respirar el aire acariciado por las bracos de la Peña Ubiña que preside en la lejanía el ahora bullente paisaje paramés.

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