Diario de León

La prórroga para el estado de alarma

Publicado por
Jesús López-Arenas González
León

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Se acaba de aprobar una nueva prórroga, la cuarta, del estado de alarma, y confieso que la desazón que venía sintiendo se ve ahora, además, agravada. Los motivos son diversos; cada vez entiendo menos. Recuerdo, no sin temor, las palabras del analista político venezolano a las que aludía en mi anterior reflexión en el sentido de que en España se estaba produciendo, y de forma muy acelerada, una bolivarianización.

No han sido pocos los acontecimientos que se han producido, alguno totalmente impensable en una Administración Pública que creía seria (desde luego debería serlo) y sujeta al ordenamiento jurídico, con el silencio cómplice —al menos por el momento— de quien está obligado a denunciarlo.

En el Consejo de Ministros celebrado el pasado 28 de abril, demostrando una «seriedad» acorde con el momento que se está viviendo en España, se nombraron 23 nuevos «altos cargos», 23. Bien. Por cierto, al menos uno de ellos —no creo que sea el único— con una inexperiencia total para el cargo de director general de Juego. Me refiero al Sr. Arana, funcionario interino del País Vasco. Cualquier persona seria, o simplemente objetiva, se sonrojaría comparando su historial y el de su predecesor. Eso sí, su remuneración será la correspondiente al cargo (en torno a los 90.000 euros... ). Si bajo la presidencia de Mariano Rajoy, salvo error eran diez los altos cargos que, debiendo ser, no eran funcionarios, en la actualidad, también salvo error, son ya 25, y tal y como he podido leer «25 funcionarios que han perdido su trabajo para que lo ocupe un confidente del político de turno». Sonroja y cabrea, de verdad.

El BOE nº 120, correspondiente al 30 de abril, insertaba en su pág. 17470 el anuncio del Ministerio de Sanidad por el que se adjudica un contrato, su importe 4.300.000 euros, a una empresa de dirección desconocida. Que se inserte el anuncio de un contrato que entiendo radicalmente nulo al carecer de un elemento esencial el único candidato que presentó su oferta me deja atónito, más aun cuando posteriormente se tiene conocimiento de la ubicación geográfica de la empresa en cuestión. El titular del ramo, el ínclito Salvador Illa, preguntado al respecto, aseguró que «no haber publicado ese dato es un error que va a ser corregido». Vamos mejorando.

Otro BOE, el nº 122, correspondiente al 2 de mayo, publica la Resolución del Mº de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática (honestamente se ha perdido el gusto y el sentido práctico con las denominaciones de los departamentos ministeriales) por la que se dictan instrucciones técnicas a los ayuntamientos sobre la gestión del Padrón Municipal. No se extrañen que en unas, que presumo, no muy lejanas elecciones, los padrones contengan sospechosas, a la par que elevadas, incorporaciones de personas sin domicilio físico. Al tiempo.

Finalmente, desconocemos la identidad de la docena de personas que van a opinar, como expertos (?), para decidir sobre la desescalada. El «experto» Sr. Simón aduce para rechazar su identificación el poder evitar presiones por parte de la sociedad (!). Otro incumplimiento manifiesto del art. 13 de la Ley de Transparencia (cómo se les llena la boca para nombrarla o para exigirla, y cómo la incumplen; de vergüenza) y del art. 11 de la Ley General de Salud Pública.

Pero cambiemos de enfoque, que no todo es desgracia. Frente a esas lamentables y preocupantes noticias, he podido disfrutar de tres auténticas dosis de «aire fresco, y sabio» que recomiendo leer a quienes no lo hayan hecho, y que evidencian que personas con sentido común —que es el menos común de los sentidos— todavía habitan entre nosotros.

Genial la columna de mi buen amigo Paco Muro, en la pág. 2 del Diario de León del día 6 Las residencias de Pablo Iglesias, en la que afirma «Dar al vicepresidente un papel relevante en el CNI y otorgarle el cuidado y control de las residencias de mayores, públicas y privadas, decidir cuándo y qué centros debía desinfectar la UME es como poner a la zorra en el gallinero... No es de extrañar que cuando ha tenido que opinar, se ha despachado, siempre sin asumir ninguna responsabilidad, echando la culpa a otro. El mantra socialcomunista». Y concluye «Yo no voy a pedir la nacionalización de la otra residencia, la privada del señor vicepresidente, pero me pregunto qué pinta este vicepresidente en un Gobierno que se autoproclama de progreso. Aunque no lo sea».

En segundo lugar, en el periódico de mayor difusión en Cataluña, el pasado día 1 el Colectivo Tregua y Paz, en el que se integra Eugenio Gay, quien fuera presidente de la Abogacía Española y Vicepresidente del TC, reflexiona sobre la obra de Albert Camus bajo el enunciado El virus y sus enseñanzas. Dos escuetas alusiones a ese trabajo: «La desgracia común impone superar las miserias de la vida cotidiana, entre ellas las de la vida política», y la final: «En El hombre sublevado reivindica el valor de la libertad y de la exigencia moral: La moralidad es posible, pero sale cara. Camus nunca habría aceptado que ambas cuestiones fueran sacrificadas en el altar de la peste».

Por último, una extensa reflexión —durísima, como no he leído otra—, de quien fuera Fiscal General del Estado, Consuelo Madrigal, en la actualidad fiscal de Sala del TS, publicada el pasado día 4 en otro Diario de ámbito nacional. El título ya permite vislumbrar su contenido: La sociedad cautiva. Alude a la manipulación, monitorización y perversión, desde el poder, de la tecnología. Afirma que «el más sucio de los negocios es la apropiación ilícita del poder», así como que «Siempre debe frenarse la ilegítima apropiación de poder por parte de los poderes legítimamente constituidos. Algunos creen que esto solo es necesario cuando lo hace la derecha... Si no fortalecemos las instituciones democráticas de control... habremos perdido nuestra libertad y no será una pérdida temporal... Hemos de luchar por el Derecho y por los derechos, amenazados por ... la manipulación digital y los abusos del poder». Impresiona el rigor, la dureza y la contundencia de quien así se explica, máxime cuando ha ostentado recientemente el cargo de Fiscal General del Estado.

Se ha aprobado, decía al inicio, la cuarta prórroga del «estado de alarma». El Partido Popular se abstuvo, Vox votó en contra, Ciudadanos apoyó la prórroga. El Diccionario de la Lengua Española define «abstener» como «no participar en algo a que se tiene derecho». No me parece razonable a estas alturas esa renuncia a ejercer el voto, y mucho menos después de haber escuchado la intervención de Pablo Casado.

Sin embargo cuando escribo estas líneas tengo conocimiento de que los tres partidos citados han exigido al Sr. Illa que identifique a las personas que decidirán la desescalada. Ese sentido común al que antes aludía ¿no hará recapacitar a los responsables de las tres formaciones para unirse y actuar en el mismo sentido? ¿Acaso no son conscientes de que «cada uno por su lado» tratando, con seguridad, de buscar su propio rédito partidista, lo único que consiguen es «más de lo mismo»? y es que ¿No es suficiente ya con lo que hemos tenido hasta hoy?. Sean sensatos, por favor.

Pero también esa sensatez nos la tenemos que exigir todos y cada uno de nosotros al momento de evaluar el sentido del voto. ¿Seremos capaces de procurar un futuro esperanzador para nuestros hijos y nietos? Es nuestra obligación. Quienes nos precedieron lo hicieron, y a miles de ellos les ha costado la vida la respuesta por parte de quienes fueron elegidos para gestionar su querida, nuestra querida, España.

Concluyo con una realidad, y viene al hilo de lo que sugería en mi anterior reflexión: Jacinta Ardern (Nueva Zelanda), Karin Jakobsdóttir (Islandia), Helle Thorning-Schimdt (Dinamarca), Thai Inglés-wen (Taiwan), Erna Solberg (Noruega) y por supuesto la veterana Angela Merkel (Alemania), todas ellas mujeres cuya gestión de la crisis está resultando excelente. Y seguro que todas y cada una de ellas harían suya esta frase de otra gran mujer que mereció dos Premios Nobel: «Nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales. De creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres. Y yo no soy inferior a ninguno de ellos» (Marie Curie). Una vez más: rectificar no tiene por qué ser solo cosa de sabios.

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