Diario de León
Publicado por
Arturo Pereira
León

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Debo confesar que siempre me ha resultado complejo entender la filosofía oriental. Quizás sea muy simplista reducir un número importante de corrientes de pensamiento al término de filosofía oriental. Para acotar un poco el amplio campo de doctrinas a las que me refiero, me centraré en la que, posiblemente sea otra simplificación, como el modo de vida tradicional japonés.

Me interesa hacer referencia a la cultura tradicional japonesa porque, aunque está desapareciendo de forma alarmante, nos quedan sus escritos para dar testimonio de una forma de comportarse que nos puede ser de utilidad en los momentos que estamos pasando.

El premio nobel de literatura japonés Yasunari Kawabata hacía referencia a la imposibilidad de traducir determinadas palabras del japonés a otros idiomas. Lo que nos viene a decir es que la cultura japonesa posee conceptos que no se pueden expresar con palabras distintas a las de su lenguaje nativo, en conclusión, los japoneses son depositarios de pensamientos exclusivos y propios. Esto, tiene como consecuencia que hacen, piensan y materializan realidades que solo ellos son capaces de entender.

Un ejemplo de lo afirmado es que para la cultura japonesa es al menos tan importante el vacío como la materia que ocupa un espacio. Esto es difícil de entender para un occidental. También es muy importante para ellos la búsqueda del equilibrio en todos los órdenes de la vida. Trasladado esto al ámbito de la práctica diaria, en el Kendo es vital encontrar un punto en ninguna parte que nos permita no ser alcanzado por el oponente y a la vez nos permita asestar la estocada definitiva al adversario.

Quizás en esto momentos nos vendría bien tener la suficiente capacidad para abstraernos de una realidad que no es la mejor de la historia y situarnos en ese lugar de ninguna parte para, al menos reflexionar sobre lo que estamos haciendo mal e intentar corregirlo. Necesitamos la serenidad y equilibrio, al mismo tiempo que la energía que se requiere en el Kendo, para ser mejores y más eficaces como personas y en nuestra lucha por evitar el mayor número de muertes posibles.

Digo muertes porque parece que algunos todavía no se han enterado de que siguen muriendo personas todos los días, a todas las horas. Mueren abuelos, hermanas, hijos, no hay discriminación positiva para el virus traidor. Es muy lamentable ver conductas diariamente de seres que presuntamente se asemejan a personas despreciando los más mínimos protocolos de seguridad que, ahora ya no hay disculpa, son conocidos por todos.

Resulta doloroso pensar en los amigos, familiares que hemos perdido y comprobar la insolidaridad de algunos que ante requerimientos de personas sensibles y educadas, cuando no de los agentes de la autoridad, adoptan una actitud de desprecio e incluso les agreden. ¿Qué tipo de personas somos? ¿Qué nos está pasando? Quizás estemos alcanzando un nivel de insensibilidad hacia los demás fruto de un cansancio que supera nuestras capacidades de resiliencia, o simplemente es que nos estamos volviendo imbéciles. Creo que hay un poco de todo.

Cada vez que obramos bien estamos salvando vidas, cada vez que cometemos un acto deliberado de falta de atención hacia la vida de los demás, estamos creando las circunstancias propicias para el contagio y por lo tanto creando un ambiente propicio para que los más débiles sucumban.

Todos hacemos cosas mal, cometemos errores, incluso bajo esta peste. Todos estamos muy cansados pero debemos insistir, perseverar, aunque nos equivoquemos, aunque en un momento determinado hayamos decidido que ya no nos pondremos la mascarilla, o que ya no aguantamos en casa encerrados durante el toque de queda. Acto seguido pensemos en los que se están muriendo y van a morir, eso nos ayudará a no repetir los errores.

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